La alimentación de los hijos puede suponer una serie de desafíos para los padres, ya que, en ocasiones, los niños atraviesan por fases de selectividad alimentaria, rechazo a probar nuevos alimentos o resistencia a opciones saludables. Además, en la actualidad, los menores están más expuestos a influencias externas que pueden afectar sus hábitos alimenticios. Aunque estas conductas suelen ser pasajes, en algunos casos, pueden persistir y convertirse en patrones que más allá de simples “manías” con la comida, por lo que se establece una relación más compleja y desafiante con los alimentos.
Imagina a un niño que, frente a un plato de comida, no solo evita consumir un determinado tipo de alimento, sino que experimenta una ansiedad intensa, miedo o incluso asco ante texturas específicas o se siente incapaz de alimentarse de manera suficiente para crecer y desarrollarse adecuadamente. Ciertamente, esta situación no se trata solo de un “mal comedor”, sino de un infante que se enfrenta a una batalla silenciosa cada vez que llega la hora de comer, por lo que este comportamiento podría estar relacionado con un trastorno alimenticio denominado trastorno por evitación/ restricción de la ingesta de alimentos (ARFID, por sus siglas en inglés).
“Esta es una condición que se caracteriza por una ingesta muy limitada o selectiva de alimentos, la cual puede evolucionar en una desnutrición, problemas de crecimiento y desarrollo, pérdida de peso o en importantes deficiencias nutricionales. Asimismo, a diferencia de otros trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como la anorexia o la bulimia, no se asocia con una preocupación o distorsión de la imagen corporal, sino más bien a factores, como la textura, el color y el sabor de la comida o miedo a vomitar o atragantarse, por lo que el ARFID está más relacionado a razones sensoriales o experiencias aversivas vinculadas con la comida”, explicó Vania Marquina, especialista en psicología de la alimentación y directora científica de Cortex a Hogar y Familia.
¿Desde qué edad es común que se presenten los primeros síntomas de ARFIRD en los niños?
De acuerdo a Alberto Alegre Bravo, coordinador académico de la carrera de psicología de Continental University of Florida, el trastorno por evitación o restricción de la ingesta de alimentos suele presentarse en la infancia, generalmente entre los 2 y 6 años, etapa en la que es común que los niños sean más selectivos con la comida y desarrollen aversiones a ciertos sabores o texturas. Sin embargo, pese a que es más común en los infantes, en algunos casos los síntomas pueden aparecer durante la adolescencia o incluso en niños con alimentación complementaria, señaló la psicóloga.
Según investigaciones, el ARFID afecta entre el 1% y 5% de la población mundial infantil, con mayor prevalencia en niños pequeños y escolares, así como también en menores con trastornos del neurodesarrollo como el trastorno del espectro autista (TEA). Por su parte, Angelica Curi Torres, miembro del comité de familia y pareja del Colegio de Psicólogos del Perú, mencionó que entre el 5% y 14% de los casos requieren de hospitalización debido a las graves consecuencias físicas del trastorno, mientras que el 22.5% son tratados de manera ambulatoria. No obstante, estas cifras no incluyen a los niños cuyos padres o cuidadores no reconocen los síntomas del ARFID, razón por la cual, suelen ser maltratados y obligados a comer.
¿Cuáles son los principales signos o señales de alerta del ARFID en niños?
Los padres deberían considerar buscar ayuda profesional si observan los siguientes síntomas o comportamientos en sus hijos, ya que como refirió el doctor Alegre, estos podrían indicar el desarrollo del trastorno por evitación/restricción de la ingesta de alimentos (ARFID).
- Evitación de ciertos alimentos: Rechazo sistemático de una amplia variedad de alimentos, a menudo basándose en la textura, olor o apariencia.
- Ingesta muy limitada: Consumo de una cantidad reducida de alimentos de manera consistente, lo que podría llevar a una dieta desequilibrada.
- Preocupación o malestar: Ansiedad y miedo intenso a probar nuevos alimentos o a comer en situaciones sociales, lo que puede generar estrés o angustia.
- Pérdida de peso: En algunos casos, puede haber pérdida de peso significativa o un crecimiento inadecuado, especialmente si se acompaña de una disminución en la energía o en la actividad física.
- Desinterés general por la comida: La falta de interés en las comidas familiares o en probar nuevos alimentos, incluso cuando otros niños están dispuestos a hacerlo.
- Reacciones físicas: Náuseas, vómitos o dolor abdominal en respuesta a ciertos alimentos o en situaciones de comer.
- Historial de aversiones: A menudo, estos niños pueden tener un historial de aversiones alimentarias, a veces a raíz de experiencias negativas con ciertos alimentos.
- Comportamientos sociales preocupantes: Aislamiento durante las comidas o dificultad para participar en actividades sociales que involucran comida.
- Impacto en la vida diaria: Si la relación del niño con la comida interfiere en su vida diaria, como en la escuela o en actividades sociales.
¿Cuáles son las principales causas del ARFID en niños?
Las causas del trastorno por evitación/restricción de la ingesta de alimentos en niños son multifactoriales. Por un lado, está la sensibilidad sensorial, ya que algunos niños son más susceptibles a ciertos sabores, texturas u olores, lo que puede generar aversiones alimentarias. Asimismo, los antecedentes médicos, como problemas gastrointestinales previos, reflujo, enfermedades inflamatorias del intestino, intolerancias o alergias alimentarias pueden llevar a que los infantes asocien la comida con malestar o dolor.
“Sin duda, las experiencias traumáticas relacionadas con la alimentación, como episodios severos de vómitos, atragantamiento o una reacción alérgica, pueden llevar al niño a desarrollar un rechazo extremo hacia ciertos alimentos o comidas. Por ejemplo, si un menor come una mayonesa que, a las horas le cayó muy mal, probablemente la evite y ya no quiera volver a consumir este producto por un buen tiempo”, afirmó la directora científica de Cortex.
De igual manera, como destacó el experto de Continental University of Florida, los niños que experimentan altos niveles de ansiedad pueden desarrollar temores relacionados con la comida o situaciones sociales que involucren el acto de comer, así como también aquellos con una personalidad inhibida, es decir, que son más tímidos o reticentes a probar cosas nuevas pueden ser más propensos a evitar ciertos alimentos.
Adicionalmente, los infantes con trastornos del espectro autista presentan una mayor prevalencia de ARFID debido a las dificultades que pueden tener con los cambios en la rutina o la variedad de alimentos, al igual que quienes padecen del trastorno por déficit de atención e hiperactividad, dado que esta condición podría estar relacionada con dificultades en la regulación del comportamiento alimentario.
“El entorno familiar también puede ser tanto un factor de riesgo como un recurso de apoyo en la prevención de este trastorno, pues los modelos de comportamiento observados en el hogar, incluyendo los hábitos alimentarios de los padres y su actitud hacia la comida, pueden influir significativamente en la conducta alimentaria del niño. Además, las presiones sociales, ya sea por expectativas familiares o normas sociales relacionadas con la alimentación, pueden incrementar la ansiedad relacionada con la comida. Igualmente, las exposiciones tempranas a una variedad limitada de alimentos, pueden restringir la aceptación de nuevos sabores y texturas, lo que dificulta la diversificación alimentaria en el niño”, precisó Alegre Bravo.
¿Qué impacto tiene el ARFID en el desarrollo de un niño?
El ARFID no solo afecta la relación del niño con la comida, sino que también tiene una serie de consecuencias graves que pueden impactar su bienestar general y su desarrollo en múltiples áreas. Según Diana Reque, psiquiatra de la Clínica Internacional, físicamente, este trastorno puede ocasionar en el menor deficiencias nutricionales, retraso en el crecimiento y problemas de salud relacionados con una ingesta inadecuada de nutrientes. A nivel emocional, pueden desarrollar ansiedad y/o fobias en torno a las comidas y una baja autoestima debido a su relación problemática con la comida, mientras que, socialmente, pueden evitar situaciones que involucren comida, como fiestas de cumpleaños o reuniones escolares, generando aislamiento y dificultades en las relaciones con sus compañeros.
De igual forma, es fundamental recordar que, los problemas alimentarios no resueltos en la infancia pueden persistir en la adolescencia, incluso la adultez, afectando así la calidad de vida a largo plazo.
¿Cómo se aborda profesionalmente el ARFID en niños?
De acuerdo a Marquina, el diagnóstico de ARFID puede ser llevado a cabo por un médico o psicólogo, quienes evalúan el historial médico del niño, su crecimiento y su conducta alimentaria, por lo que los padres son las personas claves en este proceso, ya que pueden ayudar mediante la entrevista a la obtención de la información, pues los niños más pequeños pueden no ser capaces de articular sus experiencias, sentimientos o aversiones hacia la comida.
Después de una evaluación exhaustiva y psicológica, el tratamiento que ha demostrado científicamente tener mayor efectividad, es la terapia cognitiva-conductual, puesto que ayuda a abordar el miedo a los alimentos, junto con intervenciones nutricionales para asegurar que el niño reciba los nutrientes necesarios. En algunos casos, es necesaria la intervención de un terapeuta ocupacional para trabajar con las sensibilidades sensoriales del niño. Asimismo, todo esto se complementa con las sesiones de terapia o consejería familiar que debe de recibir la familia para ayudar a superar esta condición.
“Por ejemplo, una estrategia que se puede implementar en casa para fomentar una alimentación más diversa y equilibrada en los niños con ARFID, es el “semáforo alimenticio”, el cual consiste en clasificar los alimentos de la siguiente manera: alimentos verdes (lista de alimentos o platos que el niño disfruta comer), alimentos naranjas (lista de alimentos o platos que la persona puede “tolerar” o no le molestan del todo) y alimentos rojos (lista de alimentos o platos que el niño evita o restringe comer). Una vez que este mapa está detallado, el terapeuta podrá conocer la lista real y limitada de alimentos que el niño tiene en su “repertorio” de comidas. El trabajo en casa comenzará en observar variaciones en los alimentos, y con ayuda del especialista, aplicar estrategias psicológicas para que el niño empiece a pasar los alimentos “rojos” a “naranjas” y los “naranjas” a “verdes” y así aumentar la cantidad de alimentos aceptados por el menor”, sostuvo la especialista en psicología de la alimentación.
Es importante tener en cuenta que, aunque este trastorno puede ser un desafío, muchos niños tienen el potencial de superarlo completamente con el tratamiento y el apoyo adecuado. Por esta razón, la intervención temprana y un enfoque personalizado son clave para facilitar la recuperación, por lo que, con el tiempo, los infantes pueden desarrollar una relación más saludable con la comida y dejar a un lado las restricciones alimentarias. Sin embargo, como destacó Alfredo Alegre, es fundamental reconocer que, el progreso puede ser gradual y que cada niño es único en su respuesta al tratamiento, motivo por el cual, la paciencia y la persistencia son esenciales para lograr resultados positivos.
¿Cuáles son algunas medidas que podría ayudar a reducir el riesgo de que un niño lo desarrolle?
Aunque no se puede garantizar la prevención del trastorno por evitación/restricción de la ingesta de alimentos (ARFID), al implementar las siguientes estrategias de manera constante y en un ambiente positivo puede ayudar a reducir el riesgo de que un niño desarrolle esta condición, favoreciendo así a una relación más saludable con la comida desde una edad temprana.
Fomentar una relación positiva con la comida
- Modelar comportamientos saludables: Los padres deben mostrar actitudes positivas hacia la comida y la alimentación, evitando comentarios negativos sobre la imagen corporal o la comida.
- Promover la variedad: Introducir una amplia gama de alimentos desde una edad temprana, incluyendo frutas, verduras y diferentes texturas, para ayudar al niño a acostumbrarse a la diversidad.
Crear un ambiente familiar saludable
- Comidas en familia: Establecer rutinas de comidas familiares donde todos se sienten juntos y comparten la experiencia puede ayudar a crear un ambiente positivo alrededor de la comida.
- Evitar la presión: No forzar a los niños a comer o a probar nuevos alimentos. La presión puede llevar a una mayor aversión.
Involucrar a los niños en la alimentación
- Participación en la compra y preparación: Permitir que los niños participen en la elección y preparación de los alimentos puede aumentar su interés y disposición a probar nuevos sabores.
Manejo de la sensibilidad sensorial
- Atención a las preferencias sensoriales: Observar y respetar las sensibilidades del niño a ciertos olores, texturas y sabores, y ofrecer opciones que se adapten a sus preferencias puede ayudar a evitar el rechazo alimentario.
Promover la exploración y la curiosidad
- Estimular la curiosidad por la comida: Hablar sobre diferentes culturas y sus comidas, así como explorar alimentos exóticos en un ambiente divertido, puede fomentar la apertura hacia nuevos sabores.
Apoyo emocional
- Escuchar y validar sentimientos: Fomentar un espacio donde los niños puedan expresar sus miedos o ansiedades sobre la comida sin ser juzgados, ayudando a abordar cualquier preocupación desde el principio.
Educación sobre nutrición
- Enseñar sobre la importancia de una dieta equilibrada: Proporcionar información adecuada a la edad sobre la nutrición y cómo afecta el cuerpo puede ayudar a los niños a entender la importancia de probar diferentes alimentos.
Atención a los antecedentes familiares
- Monitorear el desarrollo emocional: Estar atentos a signos de ansiedad o aversión alimentaria en niños que pueden tener antecedentes familiares de trastornos alimentarios o problemas de ansiedad.
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