No todas las chicas queremos beber piñas coladas, sangrías, mimosas o cualquiera de los cocteles-para-damas que tanta acogida han tenido en tés de señoras y showers del mundo entero. Son muchas las mujeres que prefieren disfrutar del aroma de un buen bourbon en un vaso de boca ancha, las que no aceptarían un martini que llegue en una copa que no esté previamente enfriada o quienes antes de pedirse un edulcorado chilcano preferirán la contundencia de un clásico capitán.
Esas mujeres pueden sentarse solas en una barra y, con la misma determinación, encargarse de servir las bebidas detrás de ella. Tatiana Flores, Thalía Talavera, Susana Solano y Karen Álvarez pertenecen a una nueva y emprendedora generación de bartenders que, poco a poco, está abriéndose paso en un rubro principalmente dominado por la presencia masculina.
Ellas pueden
La jovencísima Tatiana Flores tiene a su cargo la barra de un conocido restaurante de comida italiana. Cuando termina su turno suele caminar las cuatro o cinco cuadras que separan el local del sanisidrino Bar Olé y se sienta, por su cuenta, a pedir aquello que despierte su interés. Tres años atrás encontrarse a sí misma en esa situación habría sido impensable.
Flores, de 23 años, entró al rubro de los espirituosos por un golpe de suerte: al no contar con las posibilidades para seguir la carrera de gastronomía, postuló a una beca para Learning for Life, un programa que apoya a chicos de escasos recursos con interés en coctelería y bartending. Quedó seleccionada casi instantáneamente. “Se lo escondí a mis padres al inicio”, cuenta. “Pensaba que había una connotación negativa asociada a esto”, explica la actual jefa de bar de Osteria Convivium.
A su colega Karen Álvarez pocas cosas le sorprenden. Mientras estudiaba la carrera de bartender en un instituto de su natal Trujillo, uno de sus profesores le dijo que ese no era mundo para las chicas. Ella era la única mujer de su promoción. A la par, Álvarez llevó la carrera de administración de servicios. ¿Su especialidad? Bar. “Hace siete años puse mi propio negocio de barras móviles para eventos, el primero que hubo en Trujillo”, recuerda la joven de 28 años, quien todavía mantiene activo el proyecto. Después de trabajar en algunas barras de su ciudad, hoy asesora negocios y diseña conceptos de bares para restaurantes en La Libertad. “La constancia es el camino para lograr lo que nos proponemos. Prejuicios siempre va a haber”, afirma Karen, una de las tres clasificadas a la final de World Class Perú 2016.
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— Revista Somos (@SomosElComercio) 12 de noviembre de 2016
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