El domingo pasado se publicó la última encuesta de El Comercio-Ipsos antes de las fiestas de fin de año, y como bien lo resumió Alfredo Torres, muy poca gente está convencida acerca de su voto. Si bien la sorpresa mayor probablemente sea la distancia que hay entre George Forsyth y el resto de contrincantes, separados del segundo al décimo por menos de 6 puntos porcentuales, es imposible llegar a conclusión alguna sobre preferencias actuales. De ahí que quizás sea más útil darle la vuelta e intentar ver si es que hay un voto que aún no se manifiesta, pero que está a la espera de concentrarse en torno a un o una candidata en las próxima semanas.
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Si en condiciones normales (si hacemos el ejercicio de llamar normales a las elecciones presidenciales de los últimos 20 años) existió cierto elemento de sorpresa, estas elecciones de abril tienen muchos ingredientes para ser especiales, como lo fue la de 1990, con la que comparten el trasfondo de una crisis económica devastadora, o incluso las de este año (sí, fueron este año, en enero), sin locomotoras a la cabeza, o al menos nadie que logre despertar un mínimo de ilusión entre los electores.
En circunstancias así, es muy posible entonces que no se requiera mucho para llegar a la segunda vuelta. Y, de la misma manera como los candidatos en Estados Unidos privilegian ciertos estados sobre otros en sus campañas a sabiendas, por ejemplo, de cómo votarán California o Kansas, es de esperar que los comandos locales apunten a ciertos bolsones electorales donde hay un voto al alcance de la mano.
Si vamos al mapa, entonces, como solía decir el presidente Belaunde, podemos anticipar que habrá una lucha en varios lugares estratégicos del país. Lima, la plaza mayor, que es en realidad varias plazas, se debatirá entre Forsyth, Guzmán, Urresti, De Soto u otros, entre los nombres que al menos figuran hoy en las encuestas, y esa pluralidad quizás sea un reflejo de las muchas Limas que votan. Es probable que varios pierdan el paso en el camino y que su pequeño caudal pase a engrosar el apoyo de otros (la volatilidad del elector y los relativamente bajos costos de mantenerse en carrera juegan en contra de renuncias que podrían ayudar a despejar la cancha).
En el hirsuto sur, grosso modo, las condiciones están dadas para un voto contestatario, fiel a su tradición y alimentado por la coyuntura. Por este camino hay menos opciones aparentes, lo que facilitaría la aglomeración del voto, pero eso no cierra la posibilidad de un voto dividido. Las preferencias parecen inclinarse hacia Mendoza o Lescano, pero no hay que olvidar que UPP fue la agrupación más votada en Arequipa, Ayacucho, Huancavelica, Puno y Tacna este mismo año.
Lo que terminará de inclinar el tablero para un lado u otro terminará siendo la costa, regiones como Piura (feudo fujimorista en las elecciones de enero, a pesar de todo), La Libertad, Ica, entre otras. Fuerza Popular fue el partido más votado en Piura, tuvo presencia en la costa pero fue invisible en el sur. En caso de que las protestas en Ica, Trujillo y Piura sean una expresión de algo más profundo en esos ámbitos, podríamos ver un realineamiento más favorable a la izquierda económica por primera vez en muchos años.
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