Un discreto boletín de la Dirección Nacional de Educación y Formación Cívica y Ciudadana del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), publicó un mes atrás un cuadro que pudo ahorrarnos sorpresas de última hora. Pedro Castillo era el segundo candidato que más había crecido en cantidad de seguidores y de likes en Facebook entre el 5 de enero y el 15 de marzo, un mes antes de las elecciones.
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Castillo había aumentado en 66.7% su número de fans (de 33,132 a 55,236), solo superado por Rafael López Aliaga, que lo hizo en 182.6% (de 23, 450 a 66, 372). En verdad, es poco en comparación a Keiko y a Humala que superan el millón en sus fanpages, y de Urresti, Verónika y Guzmán con alrededor de medio millón. Sin embargo, todos estos crecieron poco o nada en el mismo periodo.
O sea, el Facebook gritaba desde marzo que Castillo tenía un crecimiento extraordinario que lo llevaría a la cima; pero las encuestas recién lo colocaron en el pelotón de adelantados en abril, una semana antes de las elecciones. El mismo boletín mide sus likes en el mismo periodo y el crecimiento es asombroso, nada menos que de 305.8%, solo superado por López Aliaga con 678.5%. Algo similar veríamos en el WhatsApp si tuviéramos las herramientas para medirlo.
Seamos exigentes y no comparemos al profesor del lapicito con aquellos que crecieron menos que él, sino con el único que creció más. López Aliaga fue un fenómeno en todos los medios y redes, y su crecimiento en intención de voto fue registrado en las encuestas mucho antes que el de Castillo. Aparecía profusamente en la TV y la prensa escrita. Es cierto que peleaba hasta con su sombra y se ausentó del debate de América TV, pero compareció varias veces en los medios cuyo discurso repudiaba. Era un outsider que tenía algo de insider peleonero. Y tenía la simpatía de un canal, Willax, que amplificaba todo lo que hacía y decía. En Twitter, la red oficial de los políticos, era hiperactivo, con una cuenta que creó en el 2014 y que tiene 102 mil seguidores.
Pedro Castillo, en cambio, recién abrió una cuenta pasiva e impersonal en Twitter en diciembre del 2020 con 6,531 seguidores y abrió otra, hace muy poco, en febrero del 2021, con 16,500 seguidores (todas las cifras que citamos, están en comprensible alza, así que tomémoslas con pinzas). En la TV recién apareció en los debates del JNE en el último tramo de la campaña y en muy pocas entrevistas. Era el outsider que llegó a la hora oportuna, o sea, tarde.
El mutis tuitero del puntero tardío, podría indicar que, a diferencia de otros candidatos con experiencia y gestión de redes (Keiko que ya va por tercera campaña presidencial, Urresti y Acuña que han invertido en gestores profesionales, Guzmán o Mendoza que los tienen incluso en sus filas, y el propio López Aliaga que ha sumado a su propio esfuerzo en redes, el espíritu de ‘cadenas’ de varios grupos evangélicos); no tiene un equipo versado en la materia.
En conclusión preliminar: Castillo no es ajeno ni enemigo de las redes, sí existe en ellas con gran acogida e intensa interacción; más no en aquella, el Twitter, que visibiliza las campañas de sus adversarios; sino en el Facebook y en los grupos de WhastApp, con simpatizantes y activistas que hace poco tenían otros intereses.
Todas estas disparidades y singularidades fueron fundamentales para que creciera desapercibido y para que ahora mantenga su ventaja respecto de Keiko Fujimori. Sin trompearse con sus entrevistadores como RLA, Castillo hizo algo más radical: les dio la espalda cuando empezó a ser llamado, mientras su socio político Vladimir Cerrón distraía a la burbuja tuitera con su cuenta creada en el 2012 y que llega a 21.500 seguidores.
¿Sagasti qué hace ahí?
En los días previos a la primera vuelta, los grupos de Facebook y WhatsApp castillistas empezaron a hervir. Y siguen en ebullición. La gran mayoría son privados pero, con una colega cuyo nombre mantendremos en reserva, hemos ingresado a algunos. En la misma puerta, nos percatamos de un dato revelador, ajeno a cantidad de seguidores y likes: el historial del grupo.
El más grande que encontramos con el nombre del candidato, con 60 mil seguidores, se llama Pedro Castillo en Segunda Vuelta Presidente. El 12 de abril cambió su nombre, pues desde febrero se llamaba Pedro Castillo Presidente 2021. Pero esa variación es mínima. Lo sorprendente es ver su primer nombre: Francisco Sagasti Presidente 2020-2021. ¿Qué cosa, hinchas del gobierno lo son también del lapicito? No se apresuren con alguna teoría conspirativa. El bautizo fue el 16 de noviembre, cuando Sagasti recién fue elegido presidente del Congreso y la víspera de que se colgara la banda presidencial. Más parece una adhesión momentánea al movimiento que logró la caída de Merino que simpatía incondicional por el morado. Lo que sí podemos inferir es que Castillo tiene, al menos, una cuña en la variopinta generación del bicentenario y que esta se prueba camisetas con facilidad.
El grupo Pedro Castillo – Presidente, con 51 mil fans, recién ha tenido su bautizo castillista el 12 de abril. Antes se llamó Folklor Peruana y antes de eso Programa Nacional Juntos Empadrona a tu Menor Hijo para Bono 200 soles. Esa ruta puede dar una idea de los motivos comunes que se traslapan en pocos meses: del impacto de la pandemia y la crisis, al cultivo del folclor y sus recompensas ‘identitarias’, y a la afección política en contexto electoral polarizado.
El grupo Pedro Castillo Presidente 2021 se bautizó así el 9 de febrero último, pero sobre la base de otro grupo creado en el 2017 con el nombre Plazas Vacantes para los Docentes Perú. No es difícil inferir, en este caso, el entusiasmo de profesores con un candidato de origen y de agenda magisterial.
Más difícil es entender el alegre trasvase detrás del grupo Pedro Castillo Presidente del Bicentenario 2021. Se acaba de crear el 18 de abril y tiene la friolera de 115 mil fans pero ojo, en realidad, si se ve el historial, hasta el 17 se llamaba Daniel Urresti – Presidente 2021. Un mensaje de su administrador, Omar Silva, explica que han decidido apoyar a Castillo en la 2da vuelta. Cosas de la política de partidos cascarón: no solo los candidatos cambian de camiseta en un tris, las bases y los grupos en las redes también.
Comparamos el historial de los grupos de Castillo con el de los grupos más numerosos de apoyo a Keiko Fujimori y vimos que, en todos los casos, nacieron asociados a ella. A lo sumo, ajustaron el nombre modificando el año y la elección de la que se trataba. En cambio, con Castillo es común esta reconversión, sino en los integrantes, al menos en los administradores del grupo, desde intereses ajenos a la política. He ahí el fenómeno de la novedad del outsider dejando una huella perfectamente legible en las redes.
Comparte en WhatsApp
Lo que pones en el FB no se queda en el FB. La red llama a compartir más que el Twitter, pues si eres parte de un grupo que adhiere a una causa competitiva, y no un simple individuo que entra al laberinto tuitero; es porque participas de una comunión previa de intereses que llama a difundir lo que posteen los administradores u otros integrantes. Por eso, es muy común que los miembros pidan, con suma naturalidad, compartir los afiches, invitaciones a eventos, declaraciones sacadas de entrevistas, comunicados y cualquier señal de apoyo al líder.
La arenga a compartir está estrechamente asociada a grupos de WhatsApp, más que a cualquier otra red en la que participe el miembro. En muchos posts se colocan números de celulares, para que los facebookeros se unan a ellos según su territorio u otra afinidad. Es debatible llamar a WhastApp red, servicio de mensajería o ‘medio social’; pero si lo vemos desde la lógica de los grupos, es la red a la vez más influyente y más invisible de todas.
Logramos ingresar en dos grupos de WhatsApp y encontramos mensajes más íntimos y emocionales, subrayados con emoticones; además de mayor interacción y conversación. Las coordinaciones para reclutar personeros, por ejemplo, pasan más por estos grupos. En el FB prima la propaganda.
Queda la duda de autorías y autenticidades, pues también la propaganda puede disfrazarse de testimonio, pero llamó la atención el mensaje de un simpatizante cajamarquino reconvertido desde el keikismo: “He apoyado a Keiko Fujimori por agradecimiento y gratitud hacia su padre, que gracias a él estamos libres de terrorismo (…) Pero hoy me di cuenta que la casa es lo primero. No es traición a un partido político que por años he seguido. Es amor a la tierra donde naciste, a amor a tu madre, a tus raíces (…) Hasta la victoria, mi profe Pedro Castillo”.
Si en el Twitter prima la confrontación y la polarización, aquí son los mensajes de adhesión. En un repaso general notamos el rechazo al ‘terruqueo’ a Castillo, el conservadurismo en materia de derechos (a un fan le asquea que Verónika Mendoza apoye el matrimonio gay) y las pocas menciones a Vladimir Cerrón. Las adhesiones son fundamentalmente castillistas, incluso en el grupo Perú Libre Ayacucho, más popular aún que los que llevan el nombre de Castillo, pues tiene 85 mil fans y en un post colocan un directorio de 40 grupos de WhatsApp que lo apoyan. Es común encontrar invitaciones específicas a agregarse a grupos de esa naturaleza.
En un grupo de WhatsApp nos topamos con este mensaje que esboza una teoría conspirativa a propósito de las grietas entre el candidato y el líder del partido: “El Plan B de la derecha, crear una brecha entre Pedro Castillo y Vladimir Cerrón. Infiltrar la campaña de Perú Libre, particularmente en Lima con operadores políticos de derecha. Sacar a Guillermo Bermejo y Zaira Arias de posiciones de influencia (…). Presionar, rodear, chantajear a Pedro Castillo y venderle una hoja de ruta con personajes de derecha en que se consagre el continuismo neoliberal”.
El propio Castillo desechó la teoría y desautorizó públicamente a Cerrón, que había salido de órbita sin que nadie lo provocara. Los grupos empezaron a difundir las declaraciones de Castillo en sus recientes entrevistas, respondiendo así a varios de los temas que los atarantaban.
En resumen, aquí no parece haber una operación de ‘astroturfing’; o sea, la generación artificial de un movimiento de redes; en la dimensión que se denunció en Brasil en el 2018 cuando triunfó Jair Bolsonaro, un outsider cuya campaña generó mucha literatura crítica. Allí hubo un intenso bombardeo de mensajes a grupos de WhatsApp, tanto así, que se descubrió la compra de miles de chips para esos fines. Los mensajes dirigían la atención hacia medios creados para apoyar a Bolsonaro. Aquí no hemos encontrado aún algún sitio o página web castillista.
Lo que vemos, por oposición a otras campañas con rostros visibles en Twitter, es la adhesión reciente de muchos grupos de orígenes diversos en el universo expansivo del Facebook, que en el Perú es, de lejos, la red con más penetración (según un estudio de Ipsos del 2020, se estima que hay 13.2 millones de usuarios de redes de los que el 94% está en FB, el 60% en Instagram y solo el 29% en Twitter) y está imbricada con la intimidad del WhatsApp.
Por supuesto, hay activistas partidarizados en la administración de los grupos, pero prima la compilación de motivos y agendas (rechazo al terruqueo, desprecio a la política asentada en Lima, defensa del magisterio, reacción conservadora ante la agenda progresista, afirmaciones étnicas, malestar ante la crisis) que se montan al outsider. Ante partidos débiles, redes dúctiles y muy oportunas.
*Esta crónica ha sido posible gracias al invalorable apoyo de una colega cuyo nombre, por prudencia, no revelaremos.
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