En la Alemania del siglo XIX, comenzó a utilizarse una palabra que describía un tipo de arte barato y de mal gusto. Se trataba de lo ‘kitsch’, término que, con el pasar de los años, se utilizó en la industria de la moda para definir los diseños extravagantes, vulgares y pretenciosos. Y aunque se use en diversas ramas y parezca una referencia negativa, los creativos suelen usarla para representar su estilo: uno que expresa libertad y resalta la belleza de lo feo.
Un fiel creyente de este estilo es el diseñador de modas Santiago Artemis (Argentina, 1991), quien prefirió cambiar su apellido real, Navarro, por uno sacado de un personaje de la serie “Sailor Moon”. Usa vestidos ochenteros, abrigos de colores vibrantes, pantys y zapatos de tacón (de 12 cm como mínimo), mientras recorre las calles de Buenos Aires en busca de inspiración para crear piezas que digan: “esto es de Artemis”.
El mismo que viste y calza de lentejuelas multicolor acaba de lanzar “No hay tiempo para la vergüenza”, ‘reality show’ de Netflix que cuenta con seis episodios: una invitación para conocer su proceso creativo previo al lanzamiento de una de sus colecciones más importantes y, al mismo tiempo, un recorrido emocional por sus pasiones, aspiraciones y depresiones.
En busca del éxito
Santiago Artemis no tiene tiempo para dejar de ser como es: irreverente. Pero lograr esa personalidad fue un trabajo que comenzó desde su infancia en Ushuaia, su ciudad natal. Allí, el niño proveniente de una familia mormona, que adoraba sentarse frente al televisor para ver y admirar a su ídola máxima, la brasileña Xuxa, sufrió agresiones verbales y físicas por su orientación sexual. “No era el típico gay, era extravagante. Y eso no podían entenderlo”, revela en un episodio del ‘reality’.
Salir de Ushuaia, el llamado “fin del mundo”, y llegar a Buenos Aires significó un cambio: fue consciente de que lo veían distinto, pero también era reconocido por expresarse de forma auténtica, dejando de lado el género de las prendas. Con los años, Artemis creó su marca, una que incluye todo tipo de belleza, pues asegura que “no hay cuerpo feo”. Llegó a vestir a grandes celebridades como Katy Perry, Britney Spears, Lali Espósito, e incluso a su adorada Xuxa.
Alcanzar el éxito no fue un camino fácil. Artemis tuvo que vencer sus miedos: volver a Ushuaia, por ejemplo. Ese pasaje importante en la vida del creativo se narra en la serie con matices. Allí entramos en su hogar, conocemos a su madre, su abuela, sus fans. Regresar no fue fácil. Lo hizo para enfrentar su pasado y recibir un premio, otorgado por ser un ciudadano destacado. Un momento clave para entender de dónde proviene y hacia dónde se dirige.
Trabajo duro
La esencia de Artemis radica en la aceptación. “Es una constante búsqueda por devolver lo que me dieron: me aceptaron y yo quiero incluir a todos en esto. La moda como aprobación de las diferentes bellezas”, menciona.
Su trabajo no para. El diseñador se alista para crear 35 piezas que se lucirán sobre la pasarela, pero recibe clientes en su atelier que llegan con pedidos específicos: ‘me caso en unos días, quiero un sastre Artemis’, ‘tengo una fiesta, pero viajo en dos días’, ‘tengo una presentación musical y necesito algo que impacte’, y así. Si no está en su tienda, está escogiendo telas o compartiendo minutos con su novio. Y sin importar dónde esté -un restaurante o una discoteca de drag queens-, Santiago busca y encuentra una servilleta y comienza a dibujar estilizadas figuras con sus futuras creaciones de moda.
Se inspira de las calles, la música, el arte y las personas. Todo ello representa el ADN de su marca: una digna de apreciar y conocer para animarse a vestir distinto y renunciar a la vergüenza.
Sobre el trabajo del argentino opina el diseñador peruano Edward Venero: “Artemis es un diseñador que explora muy bien los diversos tipos de cuerpos. Tiene estilos completamente ‘camp’ y ‘kitsch’ (extravagantes), algunos muy urbanos y otros extremadamente sofisticados. Se divierte con lo que viste porque se ve a través de la prenda”.
Venero ha seguido de cerca el trabajo de Artemis. “Él ha hecho todo lo que yo hubiese querido hacer”, dice, y considera que si Santiago viviera en Lima, su estilo no hubiese dejado de ser imponente. “Quizá hace seis o siete años, eso hubiese sido impensable en la capital, pero en general, un personaje así podría tener un tipo de representación de poder de desarrollo profesional. Quizá lo hubieran estigmatizado bajo una etiqueta de la que no lo dejarían salir. Pero él tiene un gran impacto: es distinto, es original y genera que los chicos tengan mayores oportunidades de expresarse y sean más libres”, añade.