Las artes indígenas contemporáneas son la respuesta a la necesidad de autorrepresentación y supervivencia. Es también el resultado de la prolongada e histórica postergación a la que continuamos sometidos. En ese contexto, el arte emergente del oriente peruano llega en un momento histórico y de crisis en el planeta, que nos cuestiona los paradigmas que nos han acompañado desde milenios.
Los artistas indígenas enfrentamos el desafío que nuestro movimiento no perezca. Que logre trascender como una corriente de ruptura, innovación, emancipación y transformación para todos los pueblos indígenas que sobreviven en las sombras y las márgenes de la sociedad occidental. Es un movimiento que busca despejar el camino de la segregación, el racismo, la exclusión, la desigualdad y las injusticias. Para que las nuevas generaciones que aún no llegan, encuentren un camino menos violento y más humano. En este movimiento urge la construcción de plataformas conceptuales e intelectuales que agrupen el arte y pensamiento indígena, como un arte de vanguardia en el paisaje de las artes del mundo para proteger y entender nuestro planeta.
Bienal de Sao Paulo
El ejemplo mas claro de esta vanguardia es la edición 34 de la Bienal de Sao Paulo, el mayor encuentro de las artes latinoamericanas. Donde cuestiones innegociables como los derechos humanos, supervivencia de los pueblos indígenas, la lucha contra la destrucción y explotación de la Amazonía, las amenazas a la democracia ocupan un lugar primordial en el debate ciudadano. La gran presencia del arte indígena contemporáneo en esta edición de la bienal, es otra evidencia de la deconstrucción del pensamiento eurocentrista y los interrogantes de nosotros como agentes de cambio en una sociedad cada vez más polarizada e individualista.
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En el Perú y precisamente en Lima, el movimiento del arte indígena contemporáneo ha ido “conquistando” año tras año, espacios que antes pensábamos imposibles. Desde la abstracción de los diseños Kené hasta la corteza de la llanchama, el arte indígena está cada vez más presente en nuestras vidas y en los espacios contemporáneos de nuestra ciudad.
Soy un soñador y por eso creo que el arte indígena influenciará de forma vigorosa en las artes contemporáneas peruanas y por lo tanto en la historia del arte peruano en los años venideros. Este periodo de búsqueda, de contemplación, de sueños, de espiritualidad, de transición es de vital importancia para la consolidación del movimiento del arte indígena como uno genuino y peruano. En ese camino deben intervenir y concurrir tres agentes: los artistas indígenas, los curadores y los académicos que arriesgan y apuestan por la construcción de nuevas voces indígenas, y las instituciones culturales. De no lograrse ese encuentro, el movimiento indígena podría tener tres escenarios: terminar antes de lo que pensamos, quedarse estancado y ser solo una “moda”, o trascender para las futuras generaciones.
Complejidad y valor estético
En la historia de la literatura especializada sobre arte contemporáneo peruano aún no tenemos artistas indígenas. Sin embargo, pese a esa invisibilización no se han dejado de producir arte con matices innovadores, de gran complejidad y de mucho valor estético, en cada una de esas piezas reconstruimos los mitos e historias y manifestamos nuestra voz, los sueños y protestamos, como sociedades, que estamos de pie y vivos.
Pero el movimiento del arte indígena contemporáneo no debe quedarse solamente en lo estético, en los mitos o en lo colorido de sus formas y seres, ni tampoco en las galerías o museos. Debe ser un vehículo político para demandas específicas que nos agobian desde siglos: la contaminación, el narcotráfico, la trata de personas, los crímenes ambientales, el asesinato de nuestros abuelos y líderes, la mercantilización y apropiación de nuestros conocimientos.
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Quiero terminar pensando en la necesidad de una revisión del canon artístico, en repensar las colecciones de los museos, en la apertura a la curaduría indígena; porque la historia del arte debe abrirse a nuevas corrientes y romper con las clasificaciones etnocéntristas que nos han impuesto, romper con las jerarquías de los géneros estéticos y las instituciones culturales deben repensar sobre qué espacios estan dispuestos a ofrecer a los artistas indigenas.
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