Escritora y periodista, Leila Slimani (Rabá, 1981) dijo alguna vez que prefiere escribir sobre el sexo que sobre el amor. Cuando, en un breve intercambio de correos, se le preguntar el porqué de dicha frase, responde: “Por muchas razones. El amor es un tema que ha sido tratado durante tres mil años en la literatura. Los grandes genios literarios ya han escrito sobre el amor y creo que es complejo venir después de todos esos talentos a escribir sobre un tema tan difícil de definir o expresar. El sexo es muy concreto, muy físico, por supuesto, y puedes describirlo con términos precisos. El amor es una noción mucho más compleja y abstracta”.
Dicho esto, es bueno destacar que Leila Slimani ha volcado su talento a escribir otras complejidades: las diferencias sociales, los prejuicios, el poder, el feminismo y el sexo como instrumento de control patriarcal. La ganadora del Premio Goncourt 2016 por la novela Dulce Canción nació en Marruecos y es hija de una madre franco-argelina, médica de carrera, y un padre marroquí, de profesión banquero. Quiso ser actriz pero cambió los escenarios por el arte de la escritura. Y dice que escribir es su forma de defender la libertad.
—Una mente lúcida y una pluma afilada—
Defender la libertad siempre es necesario en sociedades como la marroquí, donde hace dos meses la periodista Hajar Raissouni fue encarcelada acusada de abortar. Frente a esto, Slimani y la cineasta Sonia Terrab redactaron un escrito que luego fue firmado por 490 mujeres y hombres, compatriotas suyos. El texto decía: “Nosotros, ciudadanas y ciudadanos marroquíes nos declaramos fuera de la ley. Violamos leyes injustas, obsoletas, que no tienen ninguna razón de ser. Hemos tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio, hemos sufrido, practicado o sido cómplices de un aborto. Aprendimos a fingir y a simular. ¿Cuánto tiempo hemos de seguir así?”.
Raissouni finalmente fue liberada, pero el Código Penal marroquí no ha sido modificado. Este contempla penas de un año de prisión para quienes mantengan relaciones sexuales fuera del matrimonio; dos años para quienes cometan adulterio; tres años para quienes cometan actos impúdicos con personas del mismo sexo y hasta dos años para las mujeres que aborten.
Marruecos es un país complejo. En 2018 la justicia procesó a 14.503 personas por libertinaje, 3.048 por adulterio, 170 por homosexualidad y 73 por aborto. Es evidente la obsesión de algunas sociedades —y de todas las religiones— con la vida sexual de las personas. Al respecto, Slimani dice: “Cuando controlas el cuerpo, controlas todo. El sistema patriarcal se basa en la idea de que si controlas el cuerpo de la mujer y, por lo tanto, con quién y cómo tendrá hijos, los hombres mantendrán el poder. Pero también todo gobierno represivo tendrá interés en controlar el cuerpo de hombres y mujeres”, dice la escritora.
Su lucha frente a este problema queda clara en su último libro Sexo y mentiras: La vida sexual en Marruecos (Cabaret Voltaire, 2018). En él evidencia cómo chicas y chicos marroquíes crecen educados bajo la premisa de que la mentira es la norma para que el honor, la virginidad y las apariencias sean salvadas. Oficialmente en Marruecos las jóvenes solo tienen dos alternativa: ser vírgenes o ser esposas. “Una mujer cuyo cuerpo se somete al control social no puede cumplir plenamente su papel de ciudadana”, dice la autora sobre su libro. Y la frase, cierta y contundente, trasciende Marruecos.
El entusiasmo de la autora con la expansión del #MeToo en el mundo es evidente. “ Creo que el #MeToo representó un gran momento para las mujeres de todo el mundo, pues nos miramos la una a la otra y dijimos yo también, que significa he experimentado lo mismo que tú. Incluso si no compartimos la misma cultura, la misma religión, la misma condición social, todas, como mujeres, hemos experimentado violencia”, dice. Slimani vive hace muchos años en Francia, y ante su apoyo al #MeToo cabe la pregunta sobre el manifiesto que el año pasado un grupo de mujeres francesas, encabezado por la escritora Catherine Millete, firmó criticando al movimiento. “No afirmaría que ese pronunciamiento fue anti #MeToo. Creo que se trató de un grupo de mujeres expresado una preocupación. Si tenemos en cuenta que las mujeres deben hablar, todo el mundo tiene el derecho a dar su punto de vista”. responde. La repregunta para ahondar en el tema queda pendiente para el Hay Festival, donde tiene programada una charla el viernes 8 de noviembre al mediodía, en el local del Centro Cultural Peruano Norteamericano de Arequipa.