En estos días de aislamiento, el escritor y poeta José María Salazar Núñez acaba de publicar San Francisco (editorial Personaje Secundario), un libro difícil de clasificar, pues lo que el autor hace es reunir fragmentos inconexos de toda esa vorágine de información que circula por la red y la pone en formato de libro, casi como una especie de montaje. Despojada de sentido, esta información puede ser una evidencia —y a la vez una crítica— de eso que hacemos a diario, buscar contenido en internet. El libro se encuentra disponible en libería Inestable y El Virrey, así como en la cuenta de Instagram de la editorial @personajesecundario.pe
¿En qué contexto empezaste a reunir estos fragmentos, notas, ideas, lo hiciste pensando en un libro o eso vino después?
El libro vino primero. La idea desde un comienzo fue imitar el flujo de información de internet. Una vez que tenía eso claro empecé a recolectar los fragmentos: algunos son noticias importantes, otros son anécdotas inanes, datos, confesiones. Me interesaba unir todo eso que en Internet se encuentra disperso en un mismo orden textual y despojarlo de su origen y de su significado.
¿Cómo definiste la elección del material, veo algunas constantes, en música por ejemplo Arctic Monkeys, Fito Páez, Leonard Cohen, Bob Dylan, seguiste un orden?
Intenté que la elección del material fuera lo más azarosa posible. A veces leía algo que me llamaba la atención y lo colocaba, a veces lo buscaba. El hecho de que haya motivos que se repiten fue algo muy consciente. Era una manera precisamente de conectar los fragmentos, de encontrar pequeñas narrativas que se van formando y deformando. Aquí me sirvió mucho el concepto de rizoma de Gilles Deleuze: esa idea de la conexión desde la heterogeneidad, la multiplicidad y la falta de jerarquía. Todo el libro es un rizoma o una serie de rizomas, que no están supeditados a un Todo, sino que fluyen, se interrumpen y siguen fluyendo.
Me parece que hay una intención de dar un orden al caos, a lo inconexo de la información que recibimos en estos tiempos, pero a la vez demostrar su incoherencia, ¿no sé si estás de acuerdo con esto?
Sí, completamente. El libro no intenta “mirar por encima del hombro” a esa incoherencia que mencionas. Se sumerge por completo en ella. No hay una narración, ni visible ni escondida. Este no es un rompecabezas para armar. Es un libro fragmentario. Ahora bien, si hay cierto orden creo que este proviene del Yo (un Yo, a su vez, desordenado y fragmentario). Siento que internet, que prometía ser la muerte del Yo, es más bien su resurrección. Todo lo que hacemos por internet remite siempre a la persona que está afuera. Cada vez que ponemos like, que entramos a una página y nos registran. Siento que eso es lo que tienen en común esos fragmentos, el Yo, en este caso, del autor que no es de una naturaleza distinta a ninguno de estos temas y que se va perdiendo en el mismo flujo.
Esta idea me sugiere a los cadáveres exquisitos de los surrealistas, más de un siglo después ¿crees que en ese sentido el libro apuesta por recuperar eso que se ha perdido en las apuestas contemporáneas?
Partiré esta pregunta en dos. Primero, es un poco extraño para mí decir esto (y espero que no suene muy arrogante), pero sin duda hay una influencia de las vanguardias en este proyecto. Precisamente en la idea de la fragmentación, de no intentar alcanzar una unidad sino más bien quebrar ese tipo de estructuras. También en el cuestionamiento de la creación. Muchas personas podrían leer este libro y pensar: “ok, pero hay mucho que él no escribió, que son simplemente citas”. Ese cuestionamiento del Autor y de lo que es el arte y la creación sin duda es muy vanguardista. Siento que las vanguardias son un momento (o una serie de momentos) muy interesantes, porque se dan cuenta de todo lo que está cambiando en el mundo y se entregan a ello, con una mirada siempre crítica. Aquí es donde respondo la segunda parte de tu pregunta. Creo que esto es lo que no existe mucho hoy en día. Siento que muchos escritores no se dan cuenta de que el mundo ha cambiado. A mí me sorprende muchísimo que hoy en día después de la muerte de Dios, del Autor, del hombre y un largo etcétera, se sigan escribiendo novelas tan tradicionales. Y tantas. No digo que sea malo, creo que hay lugar para todo tipo de proyectos. Pero sí me sorprende.