El ajedrez lleva 1.500 años de historia registrada. El número de partidas distintas que pueden jugarse en su tablero resulta mayor que la cantidad de átomos en el universo. Con datos como los expuestos, está claro que el deporte ciencia es una de las actividades que más nos acercan a lo infinito. Y conversar con el vasco Leontxo García Olasagasti, uno de sus principales divulgadores en lengua hispana, puede resultar también inagotable.
Será mejor fijar relojes y pensar la jugada en esta entrevista, pues una conversación con García puede derivar a los tableros más diferentes: deporte, historia, matemáticas, ciencia, arte, literatura y, cómo no, las aplicaciones del ajedrez en la educación, la reinserción social o la misma lucha contra el Alzheimer, usos que este autor español difunde cuando no está cubriendo una competencia internacional o escribiendo para el diario español “El País”.
— ¿Podríamos decir que el ajedrez previene el Alzheimer?
Cuidado. El verbo prevenir es muy peligroso. No existe nada que prevenga este mal. Ahora bien: si hablamos de retrasar diez años los síntomas externos de la enfermedad, ese ya es un logro importantísimo. Hay estudios científicos que demuestran que una actividad mental intensa como el jugar al ajedrez puede reducir los síntomas externos, aunque las placas de beta amiloide en el cerebro indiquen un Alzheimer avanzado. El ajedrez es un magnífico gimnasio mental. No es el único, por supuesto, pero es una de las mejores actividades para retrasar el envejecimiento cerebral. Sin descuidar, por supuesto, el ejercicio físico, la alimentación equilibrada y una vida social de cierta intensidad.
— Otro gran espacio de trabajo desarrollado por usted es el impulsar las clases de ajedrez en los colegios. ¿Cuán importante es jugarlo a una edad temprana?
Importantísimo. El ajedrez enseña a pensar jugando. Jugar aprendiendo y aprender jugando es una ley infalible de la buena pedagogía. Además, su utilidad tremenda como herramienta educativa está plenamente avalada por muchos estudios científicos y experiencias prácticas en países de muy diversa cultura.
— También se destaca su trabajo de divulgación del ajedrez entre comunidades penitenciarias. ¿Cómo así este juego permite a las personas privadas de libertad volver a insertarse socialmente?
Mi primera experiencia en una cárcel fue en 1992, en Almería. Pasé un día entero conviviendo con los presos, porque en esa cárcel había un club de ajedrez. Allí conocí a personajes de película. Uno de ellos estaba clasificado como preso muy peligroso. Pasaba muchos días en celdas de aislamiento. Sin embargo, su comportamiento se transfiguró al aprender a jugar al ajedrez. Desde entonces, se convirtió en un preso modélico. Unos meses más tarde le dieron su primer permiso de fin de semana, tras años sin pisar la calle. Yo volví a Almería y lo esperé en la puerta de la cárcel, a las 8 de la mañana. No lo esperaba nadie más que yo. Le invité a desayunar y allí me dio dos ideas esenciales, que convertí en argumentos cuando visité luego muchas otras cárceles. Primero: las horas en la cárcel jugando ajedrez pasaban mucho más rápido. Y durante ese tiempo no pensaba en nada negativo, como conseguir drogas, por ejemplo. Segundo: el ajedrez le enseñó a pensar en las consecuencias de sus actos, antes de hacerlos.
— En el Hay de Arequipa participará en una mesa junto con el maestro Julio Granda. ¿Qué puede decir de nuestro crédito?
El caso de Julio Granda es extraordinario. Es uno de los mayores talentos naturales para el ajedrez que haya conocido en mis 41 años como periodista especializado y mis 52 como ajedrecista. Si un productor de Hollywood descubriera su vida, probablemente haría una película para el Óscar. Es un caso excepcional: en una familia dedicada a la agricultura y al cuidado de animales, de pronto surge un joven talento para el ajedrez que asombra y le hace muy famoso en su país y que, en Europa, produce enormes disgustos a las grandes estrellas del ajedrez a las que les gana casi siempre. Pero después regresa a Camaná, a su pueblo, a sus cabras, a sus árboles frutales. Nunca se dedica al ajedrez de manera realmente profesional. Salvo que haya cambiado, recuerdo que ni siquiera sabía manejar una computadora con soltura, lo cual es increíble para un ajedrecista profesional. En el Hay de Arequipa mantendremos un conversatorio con él y con Felipe Ortiz de Zevallos. Lo espero con mucha ilusión.
— ¿Qué otros jugadores peruanos despiertan su interés?
Quisiera hacer un par de observaciones sobre el ajedrez en el Perú. Una es positiva, la otra es negativa. Por un lado, es increíble que el Perú produzca tantos talentos extraordinarios del ajedrez a lo largo de los últimos 50 años, sin que el Gobierno Peruano haya hecho nunca una apuesta extraordinaria en fomentar grandes talentos. No hablamos solo de Julio Granda o de los hermanos Cori o de Emilio Córdova. Hay por lo menos diez jugadores de talento extraordinario aparecidos en los últimos años. En parte se explica por el trabajo del colegio Saco Oliveros, donde apuestan intensamente por la detección y el cuidado de los talentos del ajedrez, pero probablemente haya algo más que eso. Algún día alguien debería investigar si en el Perú pasa algo extraordinario que explique cómo puede producirse tal cantidad de talentos de ajedrez con tan poca inversión. Sin embargo, aquí viene la cuestión negativa: desde que cubro los congresos de la Federación Internacional de Ajedrez, es raro que en el Perú no haya problemas con su federación. O hay dos en lugar de una o sus directivos tienen causas pendientes con la justicia o el Comité Olímpico Peruano o el Instituto Peruano del Deporte tienen expedientes abiertos. Cada vez que veo un nuevo escándalo en la Federación Peruana de Ajedrez, me pregunto cuándo va a terminar esto.
"Aunque en los medios de comunicación los titulares sobre ajedrez sean mucho menos frecuentes, el número de practicantes es mucho mayor. Vivimos un momento de oro del ajedrez."
— Si el indio Dommaraju Gukesh, de 18 años, gana el mundial, será un gran salto en el récord de edad de un campeón mundial. ¿Cómo lo interpreta?
Es un tema muy interesante, cuya trascendencia va más allá del ajedrez. La música, las matemáticas y el ajedrez son las tres actividades humanas que producen más niños prodigio. La diferencia, a favor del ajedrez, es que ahora el entrenamiento con computadoras ha acelerado el progreso técnico de estos niños prodigio. Voy a poner un ejemplo concreto: cuando Bobby Fischer logró el título de gran maestro a los 15 años a finales de los años 50, fue algo asombroso. Hoy, si hacemos una lista de los grandes maestros más precoces de la historia, Fischer debe andar por el puesto 55. Comparemos a Fisher con Faustino Oro, el niño argentino de 10 años que, para mí, es lo más asombroso que haya visto en cuanto a niños prodigio. ¿Pero cuántas posiciones de ajedrez vio Fischer cada noche, antes de acostarse, en revistas, libros y periódicos? ¿Y cuántas posiciones ha visto Faustino Oro si tiene 4 o 5 entrenadores, y cada día resuelve varios tests de táctica, estrategia y cálculo? ¡La diferencia es abismal! No existe un termómetro para medir el talento. Lo que sí podemos decir con seguridad es que los medios tecnológicos permiten que el talento progrese mucho más rápido.
— En marzo pasado se cumplieron 30 años del famoso incidente en la partida Pólgar-Kasparov, en Linares, cuando Kasparov regresó una jugada que había completado sobre el tablero y acabó ganando, pues Judit Pólgar no se animó a presentar una queja. ¿Se necesita en ajedrez algo parecido al VAR del fútbol?
Sí, especialmente para las modalidades muy rápidas. En el caso concreto que usted cita, yo estaba allí. Lo que ocurrió fue que Kasparov tenía una enorme influencia en los organizadores, en los árbitros y en el ajedrez mundial entonces. Kasparov decía que ganar el Linares tenía más mérito que ganar en cualquier otro torneo de élite. No podemos preguntarle al excelente árbitro Carlos Falcón (que por desgracia murió bastante joven) hasta qué punto fue influido por el peso de esa personalidad. Tomar una decisión contra Kasparov probablemente era algo muy difícil para cualquier árbitro y para cualquier organizador de torneos.
— Comparando la difusión del ajedrez en tiempos de la Guerra Fría, ¿cree que se ha replegado la atención mediática del deporte ciencia?
Más bien todo lo contrario. Si la pregunta tiene que ver con la presencia del ajedrez en los medios tradicionales de comunicación, entonces lo que usted dice es cierto. Ahora sale mucho menos, y es normal que sea así: los ajedrecistas que nacimos en la segunda mitad del siglo XX somos unos privilegiados. Tuvimos tres encuentros cuya simbología política fue tan extraordinaria que el ajedrez fue noticia de primera página. Primero en 1972, en plena Guerra Fría entre EE.UU. y la URSS, el duelo Fischer contra Spassky. Después tenemos Karpov-Korchnoi, un duelo novelesco, y luego Gary Kasparov, que mantendría con Karpov la mayor rivalidad en la historia de todos los deportes. Pero si hablamos de cifras, podríamos hablar de Chess.com, una plataforma de Internet con más de 120 millones de usuarios. Así, en términos brutos, aunque en los medios de comunicación los titulares sobre ajedrez sean mucho menos frecuentes, el número de practicantes es mucho mayor. Vivimos un momento de oro del ajedrez.
— Un fenómeno cultural reciente que anima parte de este buen momento es la serie “Gambito de dama”. ¿Qué piensa usted de un personaje que nunca pierde en el ajedrez? ¿Es eso verosímil?
Le agradezco la pregunta. Reconozco que la serie está muy bien hecha. Pero entre sus defectos, el que usted menciona es el mayor de todos. Lanza a la sociedad, especialmente a los niños, un mensaje pernicioso: hasta que le gana el campeón de Estados Unidos, la protagonista de “Gambito de dama” no pierde nunca. Eso es inverosímil. Ni el mayor genio del ajedrez de la historia podría lograr eso. Perder en ajedrez es muy importante para poder progresar. Más que en ningún otro deporte, en el ajedrez la suerte prácticamente no influye. Si pierdes, la culpa es tuya. Y tienes que preguntarte por qué has perdido, tienes que ejercer la autocrítica, lo que te resulta muy útil también en la vida.
Uno de los grandes atractivos en la oferta de encuentros y conferencias que ofrecerá el Hay Festival en Arequipa, del 7 al 10 de noviembre, será la mesa que reunirá al gran maestro Julio Granda y el especialista Leontxo García, con el economista Felipe Ortiz de Zevallos como moderador.
La cita será el sábado 9 de noviembre, a las 4 p.m., en el auditorio del Colegio de Abogados de la Ciudad Blanca. La programación de todo el festival está disponible en la web hayfestival.com