No son tiempos propicios para el buen nombre de las personas. La crispación política y una proclividad natural a favor del insulto hacen que la infamia al prójimo se haya convertido en arma arrojadiza.
Eso explica, aunque no justifica, el que en estos días se haya estado maltratando repetidamente el buen nombre de un gentilhombre, persona de palabra a carta cabal y ejemplar ciudadano que no ha hecho sino entregar a la vida pública lo mejor de sí mismo. Un cavaliere, como se diría en Venecia y en italiano.
Es por ello que resulta justo y necesario salir en defensa de la honorabilidad del actor estadounidense Butch Patrick. A este californiano se le conoce en el mundo real como el personaje al que le diera vida en la pantalla chica: Eddie Monster.
Ánimos afiebrados han pretendido establecer un paralelo de similitudes físicas y espirituales entre el referido señor Monster, hijo de una entrañable familia ficticia de ultratumba*; y el señor Pedro Olaechea, regente de una autoridad colindante con Narnia.
Empezando por el comienzo, el señor Olaechea le debe su bien ganado éxito empresarial a una inteligencia propia y no poca buena fortuna genealógica. En cambio el señor Patrick le debe la gloria televisiva a una mala dentición. Sus agresivos caninos lo hicieron destacar entre el medio millar de niños que querían el papel del hijo de monstruos imaginarios.
El señor Olaechea es un honroso militante de los sectores más conservadores del país. Le suscita consecuente sospecha todo aquello que discurra fuera de la norma. Eddie Monster, hijo de una vampira y de un muerto viviente hecho con retazos de cadáveres, tiene la piel verde, las orejas puntiagudas y duerme en el cajón de una cómoda. Eddie Monster es un monumento a la anormalidad.
El señor Pedro Olaechea ostenta como objeto terapéutico que le proporciona confort emocional en situaciones críticas un fólder de manila. Eddie Monster tiene como objeto de igual función el peluche de un hombre lobo que guarda un extraño parecido con el cadáver del Che Guevara.
En lo único en que podría plantearse una similitud, aunque de una manera bastante jalada de los pelos, es que tanto el señor Olaechea como Eddie Monster tienen una predilección especial por la familia consanguínea. En este caso un primo y una prima, respectivamente.
El primo del señor Olaechea es escoltado por este en su pretensión de ser reconocido como magistrado constitucional. La prima de Eddie, una rubia de nombre Marilyn, es respaldada emocionalmente por el pequeño licántropo en virtud de la terrible desventaja de esta mujer: nació normal. Otra diferencia es que hasta donde se sabe la desdichada Marilyn es ajena al tema de los bonos de la Reforma Agraria.
Por último, y esto ya resulta ofensivamente banal, es pretender establecer una mímesis de apariencias entre el señor Olaechea y Eddie Monster. Hay un fecho factual que pulveriza esta teoría: Butch Patrick nació en 1953. El señor Olaechea, un año después.
Con lo cual queda claro quién le habría copiado el look a quién, si es que aquello guardara alguna importancia. Hasta un hipotético niño lobo puede ejercer cierta influencia en el mundo.
Larga vida, Eddie Monster.
* Los Monsters era una serie televisiva en blanco y negro que se transmitió en los años sesenta. Trataba de las ocurrencias de una familia monstruosa (Frankenstein, vampiros, licántropos) que se daba con justo derecho por normal. Eddie era el benjamín del clan.