En el año 2030 el planeta Tierra será el hogar de, aproximadamente, nueve mil millones de personas, según estimaciones de Naciones Unidas. ¿Cómo vivirán dentro de solo 11 años? La pregunta no va orientada a respondernos si por fin serán masivos los autos que se manejan solos o si la inteligencia artificial habrá alcanzado la singularidad, sino a cuál será el estado ambiental del planeta. Así, imaginar el futuro puede ser un ejercicio aleccionador, esperanzador o desolador: si no tomamos en cuenta el factor ambiental, el futuro será incierto.
Ficciones como las que presentan Mad Max: furia en el camino —la lucha por el agua— o Matrix —los humanos obligados a vivir cerca del núcleo terrestre para aprovechar su calor— no son solo producto de la imaginación posapocalíptica de escritores y realizadores. Las Naciones Unidas calculan que, para el año 2030, la demanda de agua será 40 % mayor a la de hoy debido al aumento poblacional, y la Organización Mundial de la Salud estima que una de cada nueve muertes en todo el mundo estará relacionada con la contaminación atmosférica.
—Escuchad a la Naturaleza—
La preocupación ambiental siempre ha sido tangencial. Obnubilados por el desarrollo industrial y tecnológico, tener en cuenta las consecuencias ambientales no fue particularmente popular. A mediados del siglo XX empezaron a sonar fuerte las voces que pedían la reducción de la contaminación planetaria y la protección de las reservas naturales. Y estas voces se alzaron mucho más con el inicio de las pruebas nucleares y sus consecuencias tanto en el entorno físico como en la salud de las personas. Así, en 1961 nació en Suiza la World Wildlife Fund for Nature (WWF) y en 1971, en Canadá, Greenpeace. Fue algo así como la institucionalización de la preocupación por el ambiente.
Desde entonces, un poco por el trabajo de dichas organizaciones, otro poco por iniciativa de la ONU y otro porque el problema es demasiado evidente, los gobiernos del mundo viven en un constante tira y afloja con los propósitos ambientales. Así nacieron iniciativas como el Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono (1985), el famoso Protocolo de Kioto (1997) —cuyo objetivo es reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global— o el Acuerdo de París (2015), que empezaría a aplicarse el 2020 tras el vencimiento del Protocolo de Kioto.
Los resultados de estos esfuerzos aún no son tan evidentes como sí lo son las cifras sobre los daños ambientales. Por ejemplo, en 2016 la NASA hizo público que el calentamiento global, es decir, el aumento sostenido de la temperatura superficial de la Tierra, había aumentado progresivamente y que entre 2001 y 2016 se contaban los 17 años más calurosos que hemos tenido en el planeta desde 1880. Según la Organización Meteorológica Mundial la temperatura media del planeta fue superior en cerca de 1°C con relación a la era preindustrial (1860 – 1900). Y, según anunció la semana pasada el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC), una diferencia de solo medio grado de temperatura tendría consecuencias devastadoras para nuestra vida en la Tierra, por lo que cada vez es más urgente limitar el aumento de la temperatura global a un máximo de 1,5 °C. Según el reporte vamos camino a un aumento de 3 °C, muy por encima del 2 °C contemplado por el Acuerdo de París sobre el cambio climático.
—#FridaysForFuture—
Frente a este panorama se ha impuesto en estos días la figura de una adolescente sueca de 16 años. Su nombre es Greta Thunberg, adolescente sueca de 16 años, impulsora del movimiento #FridaysForFuture. Su activismo empezó el 20 de agosto de 2018, cuando, en lugar de ir al colegio, se paró delante del Parlamento sueco y anunció que no iba a regresar hasta que la escucharan. Ese año una fuerte ola de calor y varios incendios forestales afectaron Suecia. Ese fue el inicio de sus preocupaciones. “Estoy protestando sobre el cambio climático, porque a nadie parece importarle lo que está ocurriendo. Nadie parece estar haciendo algo”, le dijo entonces Thunberg a la BBC. Su huelga duró hasta las elecciones generales del 9 de setiembre pasado en Suecia. Sus demandas eran que el gobierno de este país redujera las emisiones de carbono con base en lo establecido en el Acuerdo de París, por lo que decidió protestar sentándose en las afueras del Riksdag todos los días durante la jornada escolar, junto con un cartel que decía Skolstrejk för klimatet (huelga escolar por el clima).
Tras las elecciones generales, Thunberg continuó protestando solo los viernes, y en ella se inspiraron miles de escolares de todo el mundo que ahora participan en huelgas estudiantiles. Desde diciembre de 2018, más de 20.000 estudiantes realizaron manifestaciones en más de 270 ciudades en varios países del mundo.
¿Cómo podemos interpretar la preocupación de los adolescentes por el medioambiente? Iván Lanegra, especialista ambiental y profesor universitario, considera que esto se debe a que durante la última década el sistema educativo formal en muchos países, además de la presencia en los medios de comunicación de las noticias sobre el cambio climático y sus efectos cada vez más evidentes, está contribuyendo a formar una generación más consciente y mejor informada del tema. Esto contrasta con la desidia que los líderes mundiales suelen tener ante este desafío global. Al respecto, añade Lanegra: “Veremos cómo reaccionan las autoridades y empresas de los países en donde este movimiento está surgiendo, pues no es la primera vez que enfrentan presiones de la opinión pública. La diferencia es el peso moral que la voz de los jóvenes suele tener”.
Moisés Benites, especialista en comunicación ambiental, hace una reflexión interesante al respecto: “Movimientos ambientales existen desde hace mucho tiempo, pero la imagen de adolescentes tomando acción es poderosa. Siempre decimos que ellos son el futuro, pero no pensamos que ese futuro necesita acciones en el presente. Ellos nos lo están recordando en esta época en que una imagen viral en redes sociales es más potente que los discursos de los gobernantes. Es un discurso en imagen, acción política contemporánea. Barack Obama solía decir que en 20 años, cuando se vea de manera más directa los efectos del cambio climático, nuestros hijos nos iban a reclamar por nuestra inactividad. Eso está empezando a ocurrir”.
Y felizmente es así. Para tener un futuro es necesario un presente, y parece que esta generación lo está entendiendo mejor que las otras. El pasado 15 de marzo se realizaron movilizaciones de adolescentes en distintas partes del mundo. Bajo lemas como “No hay planeta B”, “Ni un grado más, ni una especie menos” o “Si el planeta fuera un banco, ya lo habrían rescatado”, estudiantes de unas 1.800 ciudades de diversos países salieron a las calles. A las calles peruanas, también. Según reporta el movimiento Fridays for Future Perú, la movilización se realizó en 12 regiones, y a ella se sumaron no solo escolares sino también universitarios y simpatizantes. Kiara Ordóñez, de 16 años, Renzo Quintanilla y Brenda Vargas, ambos de 20 años y estudiantes de Ingeniería Ambiental en la Universidad Agraria La Molina, formaron parte de la organización. Ellos explican que se unieron al movimiento convocado por Greta Thunberg debido a que los reportes ambientales son desalentadores, por lo que cuestionan la seriedad con la que el Estado está tomando el cambio climático.
“¿Las acciones que ha emprendido el Perú son las suficientes para afrontar este gran desafío?”, se preguntan. Duda válida si tomamos en cuenta que, según datos del Ministerio del Ambiente (Minam), el Perú es el tercer país más vulnerable del mundo a los efectos del cambio climático, pues 46 % de nuestro territorio se halla en condiciones de muy alta fragilidad y 36 % de la población nacional ocupa y hace uso de este territorio. En un pronunciamiento elaborado por el equipo organizador peruano exigen al Estado tomar acciones en cinco puntos: procurar los derechos de las futuras generaciones, incluir el cambio climático en el debate nacional, implementar el Acuerdo de París en el Perú, adoptar medidas de adaptación y también medidas de mitigación.
—La herencia—
Si según el Minam el Perú presenta siete de las nueve características correspondientes a países vulnerables al cambio climático, ¿qué país estamos dejando? Iván Lanegra responde: “Uno que no ha resuelto los problemas de salubridad básica del siglo XX (gestión de aguas residuales, de residuos sólidos y contaminación del aire en las ciudades), combinado con un deterioro creciente de los ecosistemas amazónicos (deforestación, minería ilegal, la tala ilegal, el narcotráfico), una herencia de pasivos ambientales, y débiles capacidades de adaptación al cambio climático”. Aunque, para no ser tan pesimista, Lanegra cree que, por fortuna, todavía el deterioro no es tan grande como para no poder ser revertido.
Sin pretender abarcar toda la problemática ambiental, miremos Lima. Un ejemplo de su alto índice de contaminación es una medición de monóxido de carbono en la avenida Abancay que arroja como resultado 30 ppm, cuando no debería pasar de 10. Pero ese no es el único problema de la capital ni el más complejo. Ximena Giraldo, gerente de Servicios a la Ciudad y Gestión Ambiental de la Municipalidad de Lima, explica que se ha identificado que dos de los problemas más urgentes de resolver en nuestra ciudad son la contaminación del agua y el manejo de residuos sólidos. En ese sentido el municipio ha apostado por acciones a corto, mediano y largo plazo.
Tenemos así programas de educación ambiental que apelan a la concientización ciudadana para reciclar y tener prácticas cotidianas limpias. También hay un trabajo coordinado con algunos colegios y campañas de limpieza y conservación en las que participan voluntarios. A pesar de que esta gestión tiene poco más de dos meses, Giraldo tiene claro lo que pretende heredarle a la ciudad en materia ambiental: “Se está elaborando un estudio minucioso para determinar un plan de acción frente al cambio climático. Estará listo para el próximo año y significará una línea base para establecer acciones concretas de aquí en adelante. Y otra cosa es una planta moderna de procesamiento de residuos sólidos. Lima se la merece”.
Si en algo coinciden los especialistas consultados es en que son buenos tiempos para hablar del ambiente, pues la gente está más receptiva a ello y ya lo ve como una preocupación real en su cotidianidad. Eso es una buena noticia para el presente. Y el movimiento #FridaysForFuture lo es para el futuro.