A cien años de su canonización, no es ocioso recordar que la santa francesa Juana de Arco (1414 – 1431) es una figura de personalidad intensa, deslumbrante y polémica. Lo ha sido y lo seguirá siendo para la historia, la política, la religión y, por supuesto, el arte. Se cuentan por decenas las pinturas inspiradas en ella, representada sobre todo en dos facetas: la inocencia bucólica de una doncella nacida en el campo y la feroz guerrera que condujo a las tropas francesas a más de una victoria sobre las inglesas. Llegado el siglo XX y con él, el cine, su figura fue representada en incontables ocasiones, llegando a ser el segundo personaje religioso más representado del cine, después de Jesucristo.
Juana de Arco, la joven doncella pastora nacida en la aldea de Domrémy, que tuvo visiones místicas que le ordenaron encabezar el entonces desordenado ejército francés para expulsar a los ingleses de su país, terminó de pasar a la historia cuando fue atrapada, enjuiciada y ejecutada por herejía, para, siglos después, recibir un desagravio y ser santificada.
La investigadora italiana Paola Dalla Torre en su libro Juana de Arco en la pantalla (2004), analiza cómo, desde los orígenes del cine, la figura de Juana de Arco ha atraído la atención de directores y productores. “De vez en cuando se destacaban los aspectos de su personalidad que mejor se adaptaban al lenguaje con el que se expresaba el séptimo arte en ese momento. Esto va desde la historia chispeante de la mujer carismática del período del cine clásico de Hollywood hasta el análisis de la dimensión interior en el período de la película de autor, como sucede en Rossellini y Bresson, hasta el clima cultural de nuestros años, en el que La figura de la niña de Orleans se presentó de una manera aún diferente, más cercana a la sensibilidad posmoderna”, señala. Y no le falta razón: la imagen de Juana de Arco puede considerarse un canon de referencia para la historia del cine y representa uno de los íconos más significativos, a través del cual es posible investigar la formación, definición y cambio a través de los años del lenguaje cinematográfico.
Este interés es comprensible. Como lo señala el libro Los misterios del cristianismo (2012), de los investigadores Vincent Allard y Eric Garnier, durante todo el siglo XIX y hasta 1914 se publicaron al menos 191 biografías de la hoy santa. Si bien desde el siglo XVI Juana de Arco recibió los elogios de los cronistas y de los estudiosos de la historia, el interés aumentó durante el siglo XIX gracias a que La sociedad de historia de Francia publicó entre 1841 y 1849 una compilación de todos los trabajos historiográficos sobre Juana de Arco. Fue este esfuerzo el que dio al mundo el acceso a una imagen más real, menos legendaria, de la heroína que hoy nos convoca, sobre todo porque incluía las actas del proceso judicial a la que fue sometida la muchacha de 19 años antes de morir en la hoguera.
Una francesa universal
El juicio de Juana de Arco se celebró en Ruán desde el 21 de febrero hasta el 30 de mayo de 1431 y cada minuto del mismo fue recogido por los notarios en tres textos manuscritos. Este material alimentó la imaginación de cineastas desde el nacimiento del séptimo arte: la primera película en abordar esta historia fue La ejecución de Juana de Arco, en 1898, dirigía por el francés Georges Hatot, pero no hay registro de lo que se pudo mostrar en un minuto de duración. De lo que sí hay registro es de lo que se hizo dos años después cuando, inaugurando el siglo XX, George Méliès puso en escena Juana de Arco (1900), una película de 10 minutos. Según escribe Magdalena Brotons el libro El cine en Francia, 1895 – 1914, la publicidad de entonces hablaba de 500 participantes en escena. El estudio se vio desbordado, teniendo que adaptar puertas para permitir la circulación de los actores. El mismo cineasta dijo que había sido su trabajo más demandante hasta entonces, pues trató de estar “a la altura de tan grandioso personaje y tan esplendorosa época”.
El cine mudo siguió ocupándose de la figura de la santa en más de una ocasión, como lo recoge el investigador Juan Orellana en su libro Como en un espejo: Drama humano y sentido religioso en el cine contemporáneo (2007). Y cita Giovanna d’ Arco (1908), dirigida por el italiano Mario Caserini y Giovanna D´ Arco (1913), dirigida por el también italiano Ubaldo María del Colle, que es el primero de esta larga lista donde resalta la actuación de la protagonista, la actriz Maria Jacobini. En Estados Unidos el realizador Cecil B. DeMille realizó, en 1917, Joan, the woman, protagonizada por Geraldine Farral y aclamada por demostrar la habilidad del cineasta para dirigir a grandes masas en las secuencias de las batallas. Sin embargo, es criticada aún hoy por su escasa fidelidad a la historia de la Doncella de Orleans, pues la producción fue concebida con fines propagandísticos en apoyo a la intervención de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.
Pero la primera obra maestra en torno a este personaje llegaría en 1928 de la mano del danés Carl Theodore Dreyer con La pasión de Juana de Arco. El sonido no llegaba al cine aún, por lo que la voz de los personajes es aún ausente, pero el impacto del trabajo de Dreyer recae en la magnífica dirección y uso de planos y contraplanos, primeros y primerísimos primeros planos que muestran a una Juana de Arco sufriente, pero entregada a su fe. El papel protagónico lo asumió Renée Jeanne Falconetti, actriz sin mucha experiencia, pero que realiza una actuación memorable. , protagonizada por Geraldine Farral y aclamada por demostrar la habilidad del cineasta para dirigir a grandes masas en las secuencias de las batallas. Sin embargo, es criticada aún hoy por su escasa fidelidad a la historia de la Doncella de Orleans, pues la producción fue concebida con fines propagandísticos en apoyo a la intervención de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.
Tendríamos que esperar hasta 1962 para encontrar otra obra maestra que se acerque a la vida de la santa, cuando el cineasta francés Robert Bresson nos entregó El proceso de Juana de Arco. La historia, al igual que la de Dreyer, se basa en las actas oficiales del proceso de Ruán y narra el interrogatorio y juicio a la joven Juana, donde ella alega que fue llamada por Dios para lograr la victoria ante los ingleses. La debutante Florence Delay realiza una gran interpretación en el papel de Juana. Se trata de una de las obras claves no sólo de su autor, sino también del cine francés del siglo XX, pues ganó del premio especial del jurado en el festival de Cannes y la Espiga de Oro en la Seminci, a la mejor película en 1963.
Como señala el investigador de la Universidad de Barcelona, Julio Rodríguez Chico, en el texto “Imágenes y pensamientos esenciales sobre la Doncella de Orléans: Dreyer y Bresson”, ambos parten de las Actas del Proceso Inquisitorial, pero no pretenden una reconstrucción histórica sino mostrar los dilemas de conciencia y el sufrimiento de un alma injustamente acusada. “Lo hacen con una austera economía narrativa y con un radical despojamiento formal. Sin embargo, son dos estéticas dispares con las que pretenden expresar el drama y el dolor, junto a la duda y la paz de un espíritu noble, y también la inefable manifestación de Dios”, escribe.
Las otras Juanas
En el interín entre ambas joyas de la cinematografía hubo otras adaptaciones. En 1935 el austriaco Gustav Ucicky dirigió Santa Juana de Arco, una película que destaca las hazañas bélicas de la santa y que funcionó como propaganda política de la Alemania nazi; mientras la magnífica Ingrid Bergman, protagonizó en dos ocasiones consecutivas el rol de la dama francesa: en 1948, de la mano de Victor Fleming en Juana de Arco y en 1954, bajo la dirección de Roberto Rossellini, en Juana de Arco en la hoguera.
Y después, los intentos no se detuvieron. El más acertado se realizó en 1994, cuando Jacques Rivette estrena el díptico Juana la virgen (1994). En la primera parte, Las batallas, muestra a una Juana que abandona su aldea natal por la milicia, llega a la corte y convence al Delfín para liderar la estrategia militar contra los ingleses. La continuación, titulada Las prisiones, que narra el proceso tanto de encarcelamiento como de juicio y ejecución. Se trata de un completo y complejo pero magnífico trabajo cinematográfico donde la actriz Sandrine Bonnaire brilla en el papel de Juana.
En 1999 Luc Besson llevó a la pantalla La historia de Juana de Arco, una superproducción cuyo mejor elemento es el trabajo de Milla Jovovich como Juana. Cuenta con un reparto lleno de grandes secundarios: Dustin Hoffman, John Malkovich, Vincent Cassel, por ejemplo. Sin embargo, fuera de Francia, la película no convenció a la crítica. La misma suerte corrió Bruno Dumont con la última adaptación de la heroína llevada a la pantalla en dos partes: La infancia de Juana de Arco (2017), un interesante experimento musical sobre la niñez de la santa, y Juana (2019) que mereció la mención especial del jurado del Festival de Cannes.
En total hay más de 50 productos fílmicos de contar la historia de la Doncella de Orleans, desde distintos ángulos y distintas formas artísticas y seguro con los años se contarán otros intentos. Tal vez las menos pretenciosas son las que mejor han llegado a acercarnos a este personaje magnífico e inabarcable.