El 5 de agosto de 1891, un telegrama procedente de Arequipa informaba sobre el repentino deceso del doctor José Casimiro Ulloa Bucelo, ocurrido en las primeras horas de ese día. Pocas semanas antes, el ilustre médico había partido a la ciudad del Misti en busca de descanso y para que una de sus hijas, con la salud quebrantada, hiciera una “cura de aguas”. Nadie pensó entonces que el eminente facultativo no volvería con vida a la ciudad que lo vio nacer el 4 de marzo de 1829, donde llevó a cabo una extraordinaria y fructífera labor en las más variadas esferas, principalmente en el ejercicio de su profesión y en el periodismo.
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José Casimiro Ulloa supo mezclar en todo momento sólida vocación científica, ferviente patriotismo e indesmayable capacidad creadora. El gran Cayetano Heredia aquilató muy pronto los méritos del joven Ulloa, quien a los 22 años de edad ya era doctor en Medicina, y gestionó su viaje a París con el propósito de que perfeccionara sus conocimientos. Ulloa solía enviar constantemente a su maestro extensos y detallados informes dándole cuenta de sus progresos profesionales y de los avances científicos de los cuales era testigo.
A su retorno a la patria, Ulloa, ferviente liberal, siguió las banderas de la revolución de 1854 acaudillada por el general Ramón Castilla. Posteriormente fue nombrado Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, cargo del cual se apartó por discrepar de la tónica autoritaria, cada vez más acentuada, del régimen surgido en la victoriosa batalla de La Palma. Sin embargo, no pudo negarse a cumplir una misión oficial en Europa donde, gracias a su talento e infatigable actividad, logró importantes beneficios para el Fisco. Como fruto de esa experiencia publicó “Estudios sobre la consignación del guano”, trabajo que llegó a ser clásico en su género.
En 1856, José Casimiro Ulloa fundó la Sociedad de Medicina, cuyo órgano “La Gaceta Médica” –del cual fue también gestor– vio la luz el 15 de agosto de ese año. Por ese tiempo Ulloa, a través de sus artículos, inspiró y llevó adelante la fundación de un hospicio para enfermos mentales. Hasta ese momento habían existido las llamadas “loquerías” para hombres y mujeres. Serían reemplazadas por el Hospicio de la Misericordia, más conocido como el Manicomio del Cercado, inaugurado en diciembre de 1859. Ulloa fue el iniciador de los estudios psiquiátricos en el Perú.
Mas donde Ulloa dejó huella profunda y perdurable fue en su alma mater, el antiguo Colegio de San Fernando, al cual dotó de un reglamento y lo reorganizó para convertirlo en la Facultad de Medicina. En ella sería Secretario y Catedrático de Terapéutica hasta el fin de sus días. Ulloa gestionó también exitosamente la publicación del vocero oficial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que llevó el nombre de “Anales Universitarios”. Ya por entonces estaba entregado a su otra gran pasión: el periodismo. A través de los años dirigió o colaboró en “El Heraldo”, “La Nación”, “La Patria”, “El País”, etc. Igualmente fundó o fue colaborador de “La Gaceta Médica”, “El Monitor Médico”, “La Crónica Médica” y el “Boletín de la Academia de Medicina”. En todos estos medios especializados encontramos estudios de Ulloa sobre el cólera, apoyo a la vacunación, lucha contra el alcoholismo, fiebre amarilla, etc.
José Casimiro Ulloa fue miembro de la Asamblea Constituyente de 1866 y presentó un proyecto de ley de elecciones. Durante la guerra con Chile organizó el Servicio de Sanidad Militar con el título de Cirujano en Jefe de los Ejércitos. Su valor y abnegación casi le cuestan la vida en la batalla de Miraflores. Durante los años de la reconstrucción nacional fue Secretario Perpetuo de la Academia de Medicina. Como integrante del Consejo Provincial de Lima reorganizó el Servicio Municipal Higiénico y dirigió importantes campañas sanitarias a todo nivel.
El doctor Ulloa estaba al tanto de los constantes avances científicos que se venían dando en Europa y los Estados Unidos. Era políglota y su vasta biblioteca, constantemente actualizada, le permitió ser un notable divulgador no solo respecto a la medicina, sino también de la cada vez más perfeccionada cirugía. Los grandes beneficiarios de estos conocimientos fueron sus alumnos de la cátedra de Terapéutica, sus colegas y pacientes. Su deceso produjo una gran conmoción en los círculos académicos y periodísticos de nuestro país. Su cuerpo fue embalsamado por un grupo de médicos arequipeños y embarcado en Mollendo a bordo del vapor Isis, que llegó al Callao el 11 de agosto del ya mencionado 1891. En Lima se le tributaron múltiples homenajes póstumos y su sepelio, en el Cementerio General, motivó una sincera e intensa manifestación de pesar. José Casimiro Ulloa fue uno de los hombres más notables del Perú en el siglo XIX. Su clara inteligencia, su rectitud, su honestidad sin mácula, estuvieron siempre al servicio de su patria. Cada vida que se salva diariamente en el Hospital de Emergencias, que lleva su nombre, es un homenaje a su memoria.
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