Se llama Ricardo Siri, pero todo el mundo lo conoce por su segundo nombre, Liniers, llamado así en honor a un pariente lejano que fue virrey del Río de la Plata en el siglo XIX. Liniers (Buenos Aires, 1973) es ilustrador, historietista, pintor y muralista. Ha publicado más de 20 libros de historietas —entre la serie “Macanudo”, libros infantiles y cuadernos con sus bocetos— y, después del papa Francisco, es el segundo argentino en estar en la portada de The New Yorker… pero dibujándola cinco veces. El 6 y 7 de diciembre se presentará en el teatro Pirandello al lado de su colega Alberto Montt —colaborador habitual de este suplemento— en el show de stand up “Los ilustres”. Entradas a S/ 110 en Atrápalo.pe.
¿Cómo nació la idea de hacer este espectáculo con Alberto? ¿Qué es lo que debemos esperar de “Los ilustres”?
Alberto y yo somos muy buenos amigos. La idea surgió porque cada vez que nos cruzábamos en alguna feria del libro, siempre terminábamos presentando el libro del otro; y ya en algún punto nos parecía bastante aburrido hablar de nuestros libros, así que empezamos a hablar de otras cosas. Y como la gente se reía de nuestros delirios, se nos ocurrió que podríamos ganar plata haciendo eso. Entonces, un día conversando, salió el tema del stand up ilustrado, así que nos juntamos a probar. Y nos divertimos tanto que decidimos montarlo.
La dinámica es de un ida y vuelta. Mientras uno está haciendo stand up, el otro trata de traducir esa narración al dibujo. Lo divertido es que inventamos el espacio para portarnos mal. A diferencia de las viñetas o los libros, aquí nos podemos meter en terrenos más agrios. Hay que decirlo, nos divierte portarnos mal.
¿De qué se puede hacer humor? ¿Depende del formato desde donde se aborde?
Se puede hacer humor de todo, pero primero debés entender los códigos que maneja la persona que tenés en frente. Hay chistes que podés hacer con tus amigos que no podés hacer con tu suegro o con tu jefe, o que podés hacer en una fiesta de cumpleaños pero no en un funeral. El humor es como el arte, es importante que todos los temas sean interpelados. Es una forma muy interesante de hacernos preguntas, porque en el fondo se trata de iluminar una idea o un concepto que generalmente permanece a oscuras. Todo está sujeto a eso. Yo creo en una sociedad donde la libertad es absoluta. Cualquiera puede cuestionar todo: la religión, la física, la química y las matemáticas. Si aquello resiste el cuestionamiento, entonces seguirá siendo como hasta ahora. En una sociedad libre y con gente decente, las ideas están ahí a disposición de todo el mundo, para que las refutemos y las usemos.
¿Cómo podrías definir el humor que propones en tus libros y viñetas? A primera vista, parece un poco naïf, sin embargo, en una segunda lectura, nos damos cuenta de que va mucho más allá, de que abre la puerta para reflexiones más profundas.
No cultivo un solo humor. No me interesaba hacer una tira que juegue solo con lo tierno, con el absurdo, con la observación... “Macanudo” tiene todos estos registros. La idea es que a vos, como lectora, te tome desprevenida, que leas un día a Enriqueta y al otro día a un político corrupto. Que no veas venir la piña. Es así como se boxea, viste. Ese tipo de sorpresa es la que a mí me hace reaccionar más fuerte y reflexionar.
Hasta el momento has hecho cuatro portadas para el The New Yorker. ¿Piensas trabajar una sobre el tema Trump? ¿Te lo han propuesto?
Tengo cinco, de hecho. La semana pasada salió una para un número especial sobre todas las historietas del New Yorker; va desde noviembre hasta febrero. Mandé bastantes ideas para tapas de Trump, pero un día fui a la redacción y vi una pared repleta de eso, todas geniales. Y me dije “¿Pero qué estoy haciendo? ¡Qué trabajo al pedo me mandé, con la cantidad de genios que están trabajando el mismo asunto!”. Todavía no me piden nada sobre eso, pero desgraciadamente vamos a tener cuatro años para desarrollar el tema, así que ya veremos.
¿Por qué crees que los diarios y revistas siguen publicando tiras cómicas? ¿Cuál crees que es el aporte?
Yo creo que un diario que no publica tiras cómicas es un diario sádico, un diario que revolea piñas y se las pasa a sus propios lectores y, al final, es incapaz de darles un mínimo mimo, una caricia; como decir “Bueno no está todo tan mal, al menos nos queda la risa”. Porque lo que te muestran los diarios, generalmente, es lo gigantesco, y lo gigantesco suele ser espantoso: la guerra en Siria, Trump presidente, la xenofobia en Europa… Es horrible todo lo que te cuenta el diario y, para hacer más complicada la experiencia, eso te lo leés en la mañana, cuando comenzás tu día. Y que no te pongan un grupito de tipos que te saquen una sonrisa o que encuentren la manera de mostrarte que las cosas están un poquito mejor, me parece una actitud sádica.
Fundaste la Editorial Común, donde publicas tanto trabajos tuyos como libros gráficos de otros autores. ¿Cómo nació esa idea?
Ya tenemos como ocho años. La idea nació porque, por un lado, la historieta había experimentado una liberación de las cadenas de las aventuras y los chistes, que era lo único que nos dejaban hacer por mucho tiempo. Si uno quería hacer un cómic sobre el Holocausto, no te dejaban porque era un arte menor. Finalmente eso se terminó, pero muchos de los autores latinoamericanos empezaron a publicar en Europa y no en sus países. Lo cual me parecía una pequeña tragedia, como que los discos de Charly García no estuviesen en la Argentina, sino que los tengas que ir a comprar a Italia, por ejemplo. Entonces me pareció que podíamos aportar un granito de arena, por lo menos, y publicar a estos autores talentosos cuyo trabajo no se conocía aquí, y traer también la obra de muchos otros autores no latinoamericanos para que la gente se enterara de lo que pasaba en otras partes del mundo. Era algo que por lo menos quería intentar, y ahí seguimos, ya hemos publicado a 20 autores. Es un esfuerzo muy grande, porque no es para nada económicamente redituable, pero me da una felicidad enorme ver el trabajo de autores como Power Paola o el mismo Alberto [Montt], y pensar que yo estuve al principio con ellos.
Desde hace un par de meses estás viviendo en Vermont, invitado por el Center of Cartoon Studies. Cuéntanos un poco sobre esto.
Me invitaron a estar acá durante un año para compartir con los chicos de esta universidad; a veces estoy como profesor, otras como colaborador, etc. Así que agarré a mi esposa y a mis hijas, y estamos todos viviendo en medio del bosque, entre ciervos y vacas. Por lo menos me quedaré un par de años aquí, porque me interesa que sea una experiencia de vida para mí y para mi familia, y no una especie de vacaciones largas.