Aún agotado por dos semanas intensas de negociaciones climáticas en París, Manuel Pulgar-Vidal luce con algo menos de peso pero sonriente.
Es consciente de que su cualidad negociadora y su espíritu persistente fueron de utilidad para el cierre de la COP 21. Esto gracias a que la organización francesa pidió al Perú un trabajo de copresidencia. El premio final fue la aprobación mundial de un acuerdo que frenará el proceso de calentamiento global.
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Ya con la certeza de una última versión del documento del acuerdo global, el presidente de la COP 21, el ministro francés Laurent Fabius, agradeció su labor y la respuesta fue una ovación del auditorio. ¿Cómo recibió ese reconocimiento?
En efecto, la plenaria aplaudió espontánea y largamente. Fue un momento emocionante no solo en lo personal, obviamente lo es, sino también porque representa una muestra de orgullo para el Perú. Esto último porque, como dijo Christiana Figueres (secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático), es la primera vez en la historia de estas negociaciones que una presidencia es ejercida por dos años seguidos. El ministro Fabius nos pidió ser casi copresidencia y personalmente me nombró enviado especial de relaciones con las entidades observadoras (ONG, pueblos indígenas, etc.).
Lo usual es que el Perú se hubiera replegado, luego de dejar la presidencia de la COP.
Francia estimó, y el Perú también, que lo mejor era un trabajo cooperativo durante todo el 2015. Fue un trabajo de mucha nobleza, confianza y consideración entre dos personas [Laurent Fabius y Pulgar-Vidal] y dos países.
¿A qué cree que se debió esa confianza hacia usted y el Perú?
A la capacidad de los equipos, al trabajo hecho y a la transparencia con la que se ha trabajado. ¿Por qué es importante una presidencia en la COP? Las presidencias deben ser capaces de acercar a 195 países en un marco de neutralidad y generación de confianza. Yo creo que mutuamente nos dimos cuenta de que las dos presidencias éramos capaces de transmitir ese mensaje.
A eso se suma el obstinado optimismo que había demostrado como presidente de la COP 20.
Hoy se confirman algunas cosas en la COP de París: el optimismo era real. Si se cuestionaba lo conseguido en la COP 20, ahora quedó confirmado que fue lo correcto.
¿Cómo se vivió la dinámica de la negociación?
Fuimos preparados para mucha carga de trabajo. La negociación suele utilizar las noches, lo que fue más intenso en los últimos días. Por ejemplo, el último miércoles el día empezó a las 10 de la mañana y acabó a las 7 de la mañana del día siguiente. Entre la medianoche y las 7 de la mañana de ese jueves tuve que facilitar tres temas, que eran ambición, diferenciación y finanzas.
¿En qué consistió ese trabajo?
Hacer que las partes se reúnan en mesas muy grandes, modo indaba, (término zulú que significa reunión de sabiduría) para ir articulando las distintas posiciones e ir acercando los consensos durante la madrugada.
¿A qué hora se dormía?
Entre dos o tres horas durante los últimos tres días. Eran noches muy cortas. Yo dormía en la oficina una hora y media con el beneplácito de mis compañeros.
¿Cuántos kilos habrá bajado?
No sé, pero no importa porque ya viene el verano [risas]. A veces no se entiende lo que es una negociación climática.
¿Debe ser complicadísimo que 195 países se pongan de acuerdo?
Creo que hay distintos niveles de negociación. Está el nivel de negociación propia, la negociación a otro nivel cuando llegan los ministros y también hay la diplomacia telefónica cuando los presidentes se llaman por teléfono para buscar cómo mejorar el texto.
¿En qué momentos fue necesario lo último?
Eso nunca se sabrá porque las llamadas entre presidentes son confidenciales, pero estoy seguro de que hubo bastante diplomacia telefónica.
¿Funcionó que en la inauguración y no al final se congregara a los presidentes?
Eso fue muy positivo, porque llegaron a dar respaldo al proceso con lo cual ellos podían demandar que se pongan de acuerdo y se cierre. Dicen que nunca en la vida se han reunido 150 mandatarios juntos, ni siquiera en la Asamblea de las Naciones Unidas. Eso es historia pura.
¿Hubo muchas diferencias entre esta COP y la que organizamos en Lima?
Hubo muchas cosas parecidas. Estuvo la misma compañía que armó la infraestructura en Lima, con lo cual las carpas eran muy parecidas. Lo segundo es que hicimos Voces por el Clima y en Francia se hizo Generación Clima. También reprodujeron, como en el Perú, un pabellón indígena. En el Perú se hizo por primera vez el día de la acción climática, en París fueron seis días. Lo otro es que hubo una competencia gastronómica. Los franceses reconocieron que habíamos tenido la gastronomía de primera y por eso pusieron sus mejores restaurantes.
¿No es usual poner la alta cocina en las COP?
Lo usual es tener lugares de comida rápida pero también se ocuparon de ofrecer una gastronomía más fina y sofisticada. Por todo ello, se sentía el mismo espíritu que en Lima.
¿Los actos terroristas no empañaron la negociación?
No, todo lo contrario. Al lograr el acuerdo no solo se alcanzó algo histórico por el clima, también se confirmó que es posible el multilateralismo. De esta forma, se rechazó el terrorismo.
¿Cuál es la experiencia que le deja todo esto?
Estos procesos globales te dan la capacidad de entender la complejidad mundial, las distintas realidades. Yo últimamente digo que no hay dos mundos: países desarrollados y no desarrollados. Creo que son cinco mundos. Uno desarrollado expresado por EE.UU. y Europa; otro compuesto por los Brics –aunque Brasil no anda bien– que está encaminado al desarrollo; están otros países en desarrollo, donde está el Perú, con renta media y con temas por resolver; también está el grupo de países pobres, muchos en el África; y, por último, los países muy vulnerables al calentamiento del planeta, como son los insulares. Entonces, uno tiene que entender en el debate climático que estos cinco mundos están presentes y que se deben poner de acuerdo.
¿Qué cualidades le sirvieron para apoyar este complejo proceso de negociación? ¿La buena memoria?
Sí, tengo una buena memoria [risas]. También capacidad esquemática y un mensaje simple. Cuando uno desarrolla esa capacidad genera mucha confianza. En una negociación climática eso resulta fundamental.
¿Seguirá vinculado en el proceso de implementación del acuerdo? Ya se aproxima el cambio de gobierno.
No lo sé, pero de hecho seguiré trabajando en el tema ambiental, muy interesado en el debate climático.