Existe un mundo de fantasía tan enraizado en el imaginario colectivo de la mayoría de parlamentarios que han terminado por creérselo. En este planeta inventado, el Perú es un país formal en el que todos tienen empleo adecuado, los contratos firmados se reescriben dependiendo del humor de una de las partes, la Constitución es un libro de sugerencias y la riqueza surge por generación espontánea.
Solo así se puede entender que los congresistas promuevan iniciativas con menos sustento técnico que un libro de chistes. Esta no es una exageración. Con tres sentencias en contra y una cuarta demanda en proceso en el Tribunal Constitucional, es obvio que a los representantes de ese poder del Estado más les importa figurar en la campaña electoral que legislar.
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Tres ejemplos recientes demuestran lo anterior. El primero ocurrió el miércoles pasado en la Comisión de Trabajo con la aprobación del proyecto de ley para que todos los trabajadores puedan disponer libremente del 100% de su Compensación por Tiempo de Servicios. La iniciativa del congresista Johan Flores, de Podemos Perú, no hace distinción entre trabajadores o motivos. Según el proyecto de ley, todo aquel que quiera y tenga un saldo disponible en su cuenta, podrá retirar la totalidad de sus fondos por la emergencia sanitaria.
En el grupo de trabajo donde fue evaluada la propuesta, a nadie levantó una ceja ese detalle. Tampoco se preguntaron para qué sirve la CTS. Mucho menos quisieron revisar las medidas vigentes (como permitir retiros parciales para trabajadores en suspensión perfecta). Parece que, en el mundo ficticio de los congresistas, los trabajos se encuentran hasta bajo las piedras y las personas no necesitan guardar recursos en caso pierdan el suyo.
El segundo ejemplo es un proyecto de ley presentado por integrantes del Frepap para que cualquier trabajador tenga derechos laborales (como descanso vacacional e indemnización y reposición por tiempo de servicios) incluso si trabajan menos de cuatro horas diarias. Como si el Perú no tuviese un problema de subempleo y la informalidad no fuese una de las más altas del mundo, a estos parlamentarios se les ocurrió que encareciendo la contratación formal se podría promover el mercado laboral.
El tercer ejemplo también vino de la bancada del pescadito. La semana pasada, ese grupo parlamentario presentó un proyecto de ley para que esté prohibido reducir sueldos mientras dure el estado de emergencia. Y esto porque, en sus ojos, las empresas obligadas a parar durante la cuarentena no habrían visto sus ingresos mermados ni los empleadores que recurren a esta figura estarían buscando cuidar los trabajos antes que tener que despedir a las personas.
¿Qué toca ahora? ¿Un proyecto de ley para obligar a la economía a crecer a doble dígito cada año? No sorprendería tanto. Con un Poder Legislativo casi tan informal como el mercado laboral, no es raro que las propuestas se presenten sin entender siquiera los temas sobre los que se busca legislar.
Y es que, más que cumplir con su función legislativa, lo que vienen promoviendo los congresistas hasta ahora es una ficción legislativa. El problema es que, si esta sigue así, no hay manera de que la historia tenga un final feliz.
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