VANESSA ANTÚNEZ
A fines de los 60 la fiesta en La Herradura era interminable, especialmente los sábados de carnavales, cuando El Suizo, el restaurante que organizaba los mejores bailes de la época (y que aún funciona hoy), aumentaba los decibeles para que la clase alta limeña pueda sacudirse un poco al ritmo del mambo y el twist.
Pero El Suizo no era el único punto de encuentro. El Nacional, Bahía y el 21 eran algunos de los restaurantes que por la noche se convertían en discotecas que se mantenían despiertas hasta el amanecer.
“El 21 era una de las mejores discotecas de La Herradura y era también restaurante; en la temporada alta, abríamos a las 9 a.m. y cerrábamos a las 6 a.m.” cuenta Gregorio Espinoza, mejor conocido como ‘El Gran Nico’ y dueño del restaurante 21.
“En ese tiempo se trabajaba más, pero se ganaba mucho más”, dice José Guerra, quien empezó a trabajar en El Nacional hace más de 50 años y es actualmente el responsable del restaurante.
Así como Espinoza y Guerra, varios trabajadores de los restaurantes de La Herradura terminaron manejando el negocio.
LOS SOBREVIVIENTES
Todos los entrevistados coinciden en que la decadencia de La Herradurase intensificó en los 80, principalmente debido al intento del entonces alcalde de Chorrillos, Pablo Gutiérrez, de construir una carretera rumbo a la playa La Chira. Lamentablemente no se hicieron los cálculos precisos y, al dinamitarse parte del morro, la playa fue afectada y el mar se llevó gradualmente la arena de La Herradura.
Sin embargo, ello no logró acabar con los negocios que había en el malecón. En los 70 había unos 16 locales, y la mayoría de ellos ha sobrevivido pese al deterioro de la playa.
Además de El Suizo, El Nacional y el 21, siguen anclados el Costa Azul, el SOS y el Riviera.
Los 80 y los 90 fueron tiempos difíciles. De acuerdo con José Guerra, los principales cambios se dieron en la forma de consumo. “Antes demandaban más lenguado y corvina, pedían tres bandejas por grupo y ofrecíamos una gran variedad de cocteles”, dice Guerra. Pero con los años los hábitos de consumo cambiaron: ya no se pedían los pescados más caros, los grupos grandes comenzaron a ordenar solo una fuente de cebiche “para picar” y los cocteles fueron reemplazados por la cerveza.
Según Gregorio Espinoza y José Guerra, la alta rentabilidad del negocio en los 70, cuando se ganaba más del doble por plato, se redujo considerablemente en los 90.
La temporada de playa también se acortó. José Guerra recuerda que antes los veraneantes llegaban en noviembre o incluso octubre. “Además, había horario de verano y, los viernes, los trabajadores de las entidades públicas trabajaban hasta mediodía y luego venían a la playa”, cuenta.
Aunque la temporada de invierno era aún menos rentable en los 90, los restaurantes no cerraban por esas fechas. Roberto Castillo, propietario de Bahía, dice que era mejor continuar atendiendo para evitar el deterioro de las estructuras debido a la brisa marina.
LOS QUE DESAPARECIERON
Uno de los locales más atractivos de La Herradura a mediados de los 60 fue el Kon Tiki, restaurante ubicado al final del serpentín (si se viene de Barranco) cuyo principal imán era una piscina de agua salada con piso de arena.
Para los 80, ese local fue reabierto, pero como el recordado salsódromo La Máquina del Sabor, local que de algún modo marcó la pauta de La Herradura de esa década.
Cuenta Juan Manuel Del Solar, presidente de la junta de propietarios de Las Gaviotas, que la fiesta se subió de tono y los continuos escándalos hicieron que la municipalidad cerrara el local varias veces. “Ellos cerraban una noche y la discoteca abría al día siguiente, hasta que un día las autoridades pusieron piedras en la puerta y clausuraron el local definitivamente”, dice Del Solar. Ahora, de ese local solo quedan paredes semiderruidas y escombros.
Al otro extremo del Kon Tiki, hacia el sur, al costado del emblemático edificio Las Gaviotas, estaba el restaurante El Cortijo, que ofrecía helados a los niños y “heladas” a los más grandes (porque vendía cervezas en la zona del fondo). Una heladería conocida era La Princesa, a unos metros de El Cortijo, que también desapareció.
Más al sur estaba el exclusivo club Samoa, punto de encuentro de la crema y nata de Lima fundado por el conocido tablista Carlos Dogni, pero que fue decayendo lentamente, junto con la playa. Siguió atendiendo como restaurante y discoteca hasta hace unos años, pero por malos manejos fue clausurado por la municipalidad.
SUEÑOS DE ARENA
En el 2011, la Municipalidad de Lima invirtió más de S/.11 millones para remozar el malecón de la playa y, pese a que el mar se llevó la arena que se mandó a colocar, esta mejora les dio a los empresarios de La Herradura cierta esperanza. Incluso algunos propietarios que habían alquilado sus locales han vuelto a tomar el control de ellos.
Por otro lado, hace unos meses Juan Manuel del Solar alertó sobre el colapso de los cimientos del edificio Las Gaviotas. Luego de varios reclamos, las autoridades colocaron grandes rocas de contención para evitar la emergencia. Sin embargo, no han continuado las mejoras. Y esa vereda por la que caminaban las chicas más lindas de Lima, en jeans y tacos, rumbo al Samoa, sigue en ruinas.