(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Juan José  Marthans

La dinámica de nuestro este año y el próximo va a estar sujeta a la naturaleza e impacto del nuevo confinamiento y, claro, a la velocidad de distribución, alcance y efectividad de las vacunas. En ese contexto se impone hacer un breve ejercicio sobre su posible impacto en nuestra capacidad de y resiliencia demostrada.

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Previo al actual confinamiento, existía consenso internacional de que el Perú disponía de la mayor expectativa de crecimiento en la región para el período 2021-2022. Además, era claro que hacia inicios del próximo año recuperaríamos el nivel de actividad de diciembre del 2019 y que saldríamos de esta pesadilla, pese a las limitaciones estructurales y deficiencias en la instrumentación de política económica por todos conocidas.

En dicho marco, nuestro BCR proyectó un crecimiento del PBI de 11,5% para este año y 4% para el próximo. En concreto, alrededor de 7% promedio anual para estos dos años. Ayer, la entidad monetaria anunció que estos números se revisarían.

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Es claro que el actual confinamiento dispone de un menor alcance sectorial y viene permitiendo el accionar de alrededor del 90% del PBI. Actividades fundamentales como minería, construcción y parte del transporte siguen operando. Adicionalmente, la vacuna está generando una recomposición favorable de las expectativas en el Perú y el mundo.

Conviene preguntarse, entonces, sí la ampliación del confinamiento cambiará sustancialmente las expectativas de crecimiento.

Al parecer, no. Empleando un modelo de simulación que incorpora el factor estacionalidad y asumiendo que el confinamiento focalizado se prolongue hasta por 45 días, nuestro crecimiento este año bordearía el 9% y para el 2022 alcanzaría hasta el 6%. Es decir, se mantendría el mismo 7% promedio anual.

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Note que el crecimiento proyectado de este año se reduciría algo por el confinamiento mismo y el del próximo se ampliaría, ya que la vacunación será completa y su impacto en la reactivación será mayor al esperado. Lo que habrá es un “desplazamiento” del crecimiento del PBI entre el 2021 y 2022.

Adicionalmente, no debemos perder de vista tres elementos que mostrarán nuevamente la resiliencia de nuestra economía. El primero, ni siquiera en el caso de un confinamiento de 45 días, nuestro crecimiento del segundo trimestre estará por debajo del 30%. Segundo, antes de mediados de año ya deberíamos reanudar un proceso progresivo de incorporación del frente servicios y comercio al real crecimiento económico. Tercero, a inicios del 2022 recuperaríamos el nivel de producción del 2019, antes que lo pueda lograr el promedio de América Latina.

La probabilidad de cumplimiento de estas proyecciones dependerá, como es obvio, de que el próximo proceso electoral arroje un resultado que no afecte los fundamentos del modelo económico, de que se ejecute un programa agresivo de impulso a la infraestructura e inversión privada y de que el frente internacional no muestre un desbalance inesperado en el camino a su recuperación.

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Lo que no es tan obvio es que debemos aprender a tener una visión de largo plazo como condición necesaria para enfrentar con más éxito los retos del corto plazo. La resiliencia del Perú está demostrada hasta en el contexto del nuevo confinamiento, pero se puede agotar.

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