Hacia el 2005, cerca de la mitad de los hogares peruanos carecían de conectividad de alcantarillado, por lo que el gobierno inició muchos de esos proyectos en la siguiente década. En ese período (2005-2015), solo la mitad de los proyectos iniciados se completaron.
Hacia el 2005, cerca de la mitad de los hogares peruanos carecían de conectividad de alcantarillado, por lo que el gobierno inició muchos de esos proyectos en la siguiente década. En ese período (2005-2015), solo la mitad de los proyectos iniciados se completaron.
Oswaldo Molina

En estos días se viene discutiendo sobre el pobre nivel de ejecución de la inversión pública durante el 2019, que bordea alrededor del 65% del presupuesto asignado. Para nadie es un secreto que este es un motor fundamental de nuestray que su bajo nivel de ejecución explica parte del lento crecimiento que observamos. Sin embargo, esta es todavía una mirada macro del problema. ¿Qué significa para el bienestar de la población que una obra no se ejecute o, peor aún, que no se concluya? Esto es particularmente importante en un país que está acostumbrado a las ceremonias para “poner la primera piedra” de las obras, pero que no le presta suficiente atención al cierre de los proyectos.

Y es que entendámonos, dejar proyectos de infraestructura inconclusos no solo es un despropósito económico, sino que tiene consecuencias negativas directas sobre los ciudadanos. Para comprender este impacto, Antonella Bancalari, investigadora peruana del ‘think tank’ inglés IFS, evaluó los efectos de obras de alcantarillado –especialmente en su etapa de construcción– en 1.400 distritos del Perú entre el 2005 y el 2015 sobre la salud infantil. Solo para entender la relevancia de estas obras, debemos recordar que hacia el 2005, cerca de la mitad de los hogares peruanos carecían de conectividad de alcantarillado, por lo que el gobierno inició muchos de esos proyectos en la siguiente década. En ese período (2005-2015), solo la mitad de los proyectos iniciados se completaron. Lo que es aún peor, los proyectos iniciados que fueron abandonados, en promedio, ya habían tenido un desembolso del 40% del valor del contrato. Durante ese mismo período, además, el 13% del gasto en sistemas de alcantarillado se destinó a proyectos que nunca fueron concluidos; es decir, elefantes blancos.

La lentitud en la ejecución de estas obras fue pasmosa, incluso en los casos exitosos. Se esperaba que estos proyectos de alcantarillado tomasen un año en completarse; sin embargo, los proyectos más “eficientes” de entre aquellos estudiados se concluyeron recién en dos años (10%) y más de la mitad tomaron más de cinco años en culminarse. Los resultados encontrados por la investigadora en la salud infantil son alarmantes: un aumento de 6% en la mortalidad de menores de 5 años en los distritos que experimentaron estas obras inconclusas de alcantarillado. El resultado está relacionado con las enfermedades transmitidas por el agua y los peligros de las obras de construcción, que se vieron exacerbadas por demoras o abandono.

Si bien desde esa fecha ha habido mejoras en el monitoreo de las obras estatales, todavía queda mucho por hacer para mejorar la capacidad de ejecución del Estado. Hoy estamos discutiendo solo sobre el nivel de ejecución, sin siquiera abordar cuestiones como la calidad de esta inversión. Los elefantes blancos abandonados, tal y como hemos visto, tienen efectos negativos sobre el bienestar de la población más vulnerable. Mejorar esta situación es un camino urgente que, como país, debemos recorrer.

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