Ignacio Aramburú

El Perú es un país que para seguir progresando requiere de diversas reformas estructurales. Para llevarlas a cabo se necesita un aparato de decisión de políticas que sea maduro, con visión de largo plazo, asesoría técnica y con la valentía para tomar decisiones acertadas y muchas veces poco populares.

Esta semana la Comisión de Economía del Congreso iba a discutir la necesaria reforma de los sistemas de pensiones. Sin embargo, se dejó de lado la discusión de reforma y se terminó aprobando un séptimo retiro “extraordinario” de fondos de pensiones.

Este nuevo retiro, que ahora debe ser evaluado por el Pleno, significaría la salida de S/34 mil millones, adicionales a los casi S/90 mil millones de retiros anteriores. Durante las largas discusiones para evaluar reformas y retiros, se consultó a diversos entes técnicos incluyendo al BCR, el MEF, la SBS, expertos internacionales, etc. Ninguno de estos entes de prestigio consideró que un nuevo retiro era una buena idea.

Y es que las razones por las que estos retiros recurrentes son dañinos son muy discutidas, pero poco escuchadas. La más evidente es el alto número de peruanos que podrían haber tenido un ahorro para su jubilación y que después de este último retiro terminarán con cuentas en cero. El argumento para aprobar otro retiro es que hay un porcentaje de la población que hoy necesita liquidez para sobrevivir, y si bien esto es cierto, lo aprobado no limita el retiro a aquellos en dificultades económicas, a los más necesitados o a aquellos sin empleo durante 12 meses o más. El retiro es para todos, y dada la configuración de aquellos que hoy tienen fondos en el sistema, beneficia en su mayoría a quienes no necesitan disponer del dinero hoy, y que probablemente se encuentran empleados. Los mismos que en 15, 20 o 40 años sí van a necesitar un fondo para retirarse.

Por otro lado, los retiros anteriores no fueron una buena propuesta para los afiliados que decidieron disponer de su dinero, ya que lo destinaron al consumo, erosionando no solo su ahorro personal, si no la posibilidad de obtener rentabilidad futura. Por ejemplo, si yo no retiraba S/18.400 a mediados del 2022 cuando estaba vigente el último retiro, año y medio después, habría ganado más de S/3.300 adicionales en rentabilidad en el fondo 1 o 3, y más de S/2.600 en el fondo 2. Con este monto en mi fondo, sin la necesidad de aportar más, en 10 años a la rentabilidad promedio del sistema, tendría casi S/50 mil. Con aportes recurrentes, mi fondo sería mucho más grande.

Es evidente que los sistemas de pensiones en el Perú necesitan mejoras, tanto el privado como el público, y no priorizar la muy necesitada reforma en el sistema para impulsar retiros que erosionan el ahorro acumulado, no es la ruta correcta. Debemos enfocarnos en aprobar reformas que le den sostenibilidad al sistema a largo plazo y que tengan como principal objetivo pagar mejores pensiones para más peruanos. Todas las decisiones de retiros nos alejan de este objetivo. Nos toca hoy llevar la discusión hacia qué mejoras podemos implementar para aprovechar la solidez de lo ya construido y mejorarlo para el futuro.

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