Durante buena parte de mi carrera como periodista económico, me dediqué a cubrir las incidencias de la industria minera. Esa época me ayudó a entender la complejidad de este sector, los desafíos que enfrenta para granjearse una mayor legitimidad ante la población, pero también la innegable dinámica que le imprime a la economía peruana y el efecto locomotora que tiene sobre otros negocios. Si hay una industria en la que podemos ser –y, de hecho, somos– líderes globales, esa indudablemente es la minera, y a mucha honra.
En otro momento de mi formación profesional, tuve la suerte de estudiar en Inglaterra en un entorno plagado de científicos. Siempre pensé que era una persona de letras, pero allí descubrí mi fascinación amateur por la ciencia y, en particular, por el método científico como alternativa insuperable para la generación de conocimiento y por la vibrante costumbre de debate alturado que tienen los ingleses. Cuando volví al Perú comprendí lo paupérrima que es la situación de la ciencia en el país, deplorable por donde se la mire. Hasta hoy me atormenta ese pensamiento.
De un tiempo a esta parte, escucho en el país un debate absurdo que pretende enfrentar a la minería con la ciencia, como si hubiera que optar entre ellas. Mucha gente que valora la minería reacciona incomprensiblemente a la defensiva ante el argumento de que el Perú necesita diversificar y agregarle más valor a su producción. En sentido opuesto, otras personas creen, insensatamente, que aquello supone desaparecer los mal llamados sectores “primario-exportadores” para enfocarnos, más bien, en otros.
Hasta donde recuerdo, aquí no hacemos uso de magia para descubrir dónde están los minerales, cómo extraerlos y cómo procesarlos. La ciencia está en la médula de la industria minera. Pero, al mismo tiempo, podría destruir el negocio de los mineros si descubre sustitutos a los minerales que ellos extraen. Eso significa, por un lado, que no podemos desaprovechar nuestra minería mientras esperamos que ese riesgo se configure y, por otro, que no debemos dejar que ello nos tome por sorpresa. El rol que hoy cumple la minería será sustituido indefectiblemente en algún punto por otro sector que dependerá aun más de la ciencia. Y repito: nosotros somos líderes en minería, pero no lo somos en ciencia. Nuestro presente, qué duda cabe, es el de un país orgullosamente minero. ¿Y nuestro futuro?
Por eso me complace que Concytec haya presentado su Estrategia Nacional para el Desarrollo de la Ciencia, Tecnología e Innovación. Es momento de discutirla.