Alejandro  Pérez-Reyes

El 2024 se termina y quedan pocas dudas de que este año será, en términos económicos, considerablemente mejor al anterior (creceremos alrededor del 3%). Nada particularmente difícil, después de un pobrísimo 2023 (la economía se contrajo 0,84%).

Pero si bien no debemos menospreciar la recuperación de nuestro crecimiento, tampoco podemos quedarnos satisfechos. Todavía estamos lejos de las cifras (por encima del 4%) que entre el 2004 y el 2019 nos permitieron reducir la pobreza en 39%. Y nada mejor que el comienzo de un nuevo año para desear, con esperanza, pero sin perder el realismo, que se generen las condiciones para recuperar las fortalezas perdidas, en especial cuando queda poco para las elecciones.

El principal deseo es que aumente la inversión privada. El tercer trimestre del 2024 nos da espacio para el optimismo, con un crecimiento de 4% interanual de este indicador, su máximo en 3 años, pero el objetivo debe ser mantener o aumentar esta tendencia. Y para esto es necesario que nuestras autoridades electas se preocupen por dar estabilidad política y jurídica al país en el 2025 y eviten la tentación de, a propósito del año preelectoral, promover y aplicar normas antitécnicas.

En esa línea, también es válido desear que las candidaturas que vayan apareciendo dirijan el debate a la solución de los problemas más urgentes que enfrenta el país. Necesitamos, en ese sentido, escuchar sobre reducción de la informalidad, con medidas para combatir la maraña burocrática que la fomenta y los costos asociados a la formalización. También sobre la lucha contra la inseguridad ciudadana, que mantiene a los peruanos con miedo de salir a las calles y perjudica el crecimiento de los pequeños negocios, blanco de extorsiones. Asimismo, es vital que hablemos seriamente sobre la mejora de la infraestructura educativa del país para que no sea noticia de cada marzo que más de la mitad de los colegios del país están al borde del colapso.

Sin embargo, no solo se trata de desear que nuestras autoridades actuales y las aspirantes a serlo se preocupen por hacer las cosas bien. También debemos desear que el sector privado se interese cada vez más en participar de las discusiones que atañen al país. Y sí, es un tema que he tocado en más de una oportunidad desde este espacio, pero es importante que estemos conscientes de que el curso de nuestros negocios, con el impacto positivo que estos tienen, no está desconectado del día a día político del Perú y, en especial, del resultado que arrojen los próximos comicios. Y las malas decisiones del pasado deberían subrayar este hecho.

Toca canalizar a través de los gremios, los ‘think tanks’ y nuestros voceros nuestra visión para el desarrollo del país, reconociendo el valor de nuestra experiencia y conocimientos.

El 2025 será tan bueno como nosotros hagamos que sea. Necesitamos el compromiso de todos para enfocar nuestra atención en los problemas que hay que solucionar y para entender que nuestra participación en las discusiones cuenta y mucho.

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