Alejandro  Pérez-Reyes

Para que el Perú sea un país plenamente desarrollado, debemos todavía superar muchos retos. Desde el sector en el que me desempeño, esta aspiración se traduce en una tarea urgente: incluir financieramente a más peruanos.

Para ponernos en contexto, hoy tenemos al 42% del país en un nivel bajo de inclusión financiera. Y regiones como Puno (67%), Cajamarca (53%) y Junín (51%) están en un nivel crítico.

Hay que ser claros: el desarrollo de un país está estrechamente ligado a cuán saludable es la relación de sus ciudadanos con el sistema financiero. El acceso al crédito, a herramientas de ahorro y a métodos de pago y de transferencia de dinero eficientes y seguros es fundamental para la calidad de vida de las personas y para el crecimiento económico del país. Por lo que esta meta no solo concierne a los bancos, sino a todos.

Lo bueno es que sí hemos dado algunos pasos en el sentido correcto. Los hallazgos presentados por Credicorp, a través de la publicación del Índice de Inclusión Financiera (IIF) y del estudio de Macrorregiones, ofrecen una perspectiva alentadora sobre el progreso en el campo que nos ocupa. Si bien Lima Metropolitana sigue liderando el ranking, resulta especialmente destacable el potencial de crecimiento observado en ciertas regiones como Arequipa, Lambayeque, Piura, entre otras.

Es importante subrayar que la inclusión financiera no solo se trata de abrir cuentas bancarias, sino también de empoderar a las personas para que tomen decisiones informadas sobre sus finanzas y para que utilicen los servicios financieros para sacarles el máximo provecho. En este sentido, por ejemplo, los datos muestran un aumento en la percepción de utilidad de los medios de pago digitales, lo que expresa la importancia de la digitalización en este terreno. En esa misma línea, el crecimiento en la adopción de billeteras móviles y aplicativos digitales para pagos es un claro ejemplo de cómo la tecnología está democratizando (por su conveniencia y ubicuidad) el acceso a los servicios financieros, en especial entre aquellos que anteriormente estaban excluidos del sistema formal.

El estudio antes mencionado no solo proporciona información valiosa para la toma de decisiones, sino que también contribuye a generar conciencia sobre la importancia de este tema en la agenda pública. Además, permite tener un punto de partida para construir soluciones de manera colaborativa. Y es en ese sentido que aún queda trabajo por hacer. La brecha de inclusión financiera sigue siendo significativa en varias regiones, por ende, es necesario que las entidades financieras y el sector público continúen trabajando para garantizar que más peruanos accedan a estos servicios de forma adecuada y segura, sin caer en las trampas (muchas veces criminales) del mercado informal.

Con un país todavía muy centralizado, es clave que sigamos desarrollando productos y servicios con visión regional para contribuir a la inclusión financiera, siendo conscientes de los desafíos que esas localidades presentan. Con esa visión, y a través de la innovación, se podrá avanzar a un mayor ritmo, con miras a hacer realidad el sueño de un país más desarrollado.

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