David Tuesta

El Perú viene siendo escenario de protestas violentas en varias partes del país, durante largas semanas. Si bien las voces más altisonantes han justificado esta reacción por múltiples razones cortoplacistas y oportunistas (no estar de acuerdo en que Dina Boluarte haya asumido la presidencia; responsabilizar al gobierno de las muertes en la manifestaciones; adelanto de elecciones generales; Asamblea Constituyente; entre otras), es cierto también que muchos peruanos, particularmente en las regiones fuera de Lima, se han sumado a las protestas para alzar su voz ante la ausencia de solución a sus problemas ciudadanos.

Lo que estos, sin embargo, aún no terminan de entender es que uno de los grandes responsables de todas sus frustraciones ha sido el pésimo proceso de descentralización del país, que sólo repartió responsabilidades y autonomía presupuestal, pero que no fue aparejada de instrumentos para fortalecer las gestiones de sus autoridades locales y regionales.

Estas debilidades que explican gran parte de la situación en que se encuentran varias regiones del país puede aproximarse a partir del , elaborado por el Consejo Privado de Competitividad (CPC). Este indicador mide la gestión en base a 17 variables en los ámbitos de Conectividad (cobertura de agua, continuidad de la provisión de agua, su calidad bactereológica, cobertura de desagüe, infraestructura vial departamental y vecinal pavimentada y no pavimentada), Salud (cobertura de vacunas, casos de anemia, personal médico), Educación (locales públicos con acceso a internet, tres servicios básicos y estado de las instalaciones) e Instituciones (capacidad recaudatoria, atrasos en las inversiones regionales, atrasos en las inversiones locales, criminalidad, homicidios).

Los datos que se han calculado desde el 2016 son deprimentes y justifican, sin duda, el grado de decepción ante la penosa situación que les toca vivir en su día a día. Así, se observa, que existen 16 regiones con gestiones ineficientes, perteneciendo 8 de ellas al Grupo 3, que congrega a aquellas en estado más crítico. Estos son los casos de Pasco, Puno, Huancavelica, Amazonas, Loreto, Madre de Dios, Ayacucho y Ucayali. Cusco y Apurímac, si bien se encuentran en un grupo superior de regiones, sólo se diferencian por muy pocas décimas de las mencionadas previamente. Casualmente, en gran parte de ellas se ha estado concentrando gran parte de la convulsión social.

Veamos como ejemplo detallado el caso de Puno, que registraba al 9 de febrero el 61% del total de vías nacionales bloqueadas, de acuerdo con información de la Sutran. Siguiendo al IRGP, esta ocupa el puesto 19 del total de 25 regiones, con un puntaje de 0,37, siendo 1 el ideal. Observando las cifras al detalle notamos que la cobertura de agua llega sólo al 68% y la de desagüe a 47%, cuando el estándar en la mayoría de regiones para ambos indicadores está en el orden del 80% y 70%, respectivamente. En el plano de la salud, esta región registra, por ejemplo, el lamentable dato de la mayor prevalencia de anemia en menores de 6 a 35 meses de edad a nivel nacional: 70.4%. No hay región del Perú que se acerque ni por asomo a este triste resultado. Puno también tiene el peor ratio de locales escolares públicos con todas sus aulas en buen estado: sólo el 16%.

Uno diría por un momento, que el problema de los malos resultados de Puno se debe a que no tienen presupuesto, lo que abonaría en el discurso manipulador de un sector de políticos oportunistas que señalan que “Lima se lo queda todo”. Veamos. Puno tiene el décimo presupuesto más importante del Perú para realizar obras, el mismo que ascendió en el 2022 a S/. 1.754 millones. A manera de darle perspectiva al número, este, en términos per cápita representa S/. 1239 soles por habitante, que es tres veces el de la región Lima. Siendo, por tanto, un presupuesto de gran envergadura, el problema está en que han dejado sin ejecutar la sorprendente cuantía de S/. 545 millones, es decir, el 31% de este presupuesto. De haberse utilizado este dinero, se habría podido eliminar por completo el problema de la anemia en la región además de cerrar gran parte de sus brechas sociales. ¿Cómo no indignarse ante ello?

No quiero extender demasiado el artículo explicando lo que sucede en cada región del país (para ello tienen el que invito a leer), pero sí quiero terminar dejando anotado el desperdicio de recursos que se observan en varias de las regiones hoy bajo convulsión social y cuyos índices de gestión son deplorables. Lamentablemente, la prolongada ausencia de soluciones por parte de nuestros gobernantes va dejando vía libre a la construcción de falsas narrativas que llenan ese espacio con “esperanzas constituyentes” que no son otra cosa que una peligrosa trampa al subdesarrollo.

David Tuesta es exministro de Economía y presidente del Consejo Privado de Competitividad.

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