"La aparición de mujeres que lideran ministerios, empresas, gremios –como María Antonieta Alva, quien ha sido absurdamente cuestionada– puede ser la semilla para que más mujeres jóvenes participen activamente en política", indica Molina. (Agencia Andina)
"La aparición de mujeres que lideran ministerios, empresas, gremios –como María Antonieta Alva, quien ha sido absurdamente cuestionada– puede ser la semilla para que más mujeres jóvenes participen activamente en política", indica Molina. (Agencia Andina)
Oswaldo Molina

Hoy todavía parece llamarnos la atención cuando una mujer asume un cargo clave en el aparato estatal o en el sector privado. Las dudas de algunos lamentablemente no son noticia.

En un país donde solo tres de cada diez funcionarios o directivos en el Estado y solo 8% de los miembros de los consejos directivos de las empresas que cotizan en bolsa son mujeres, lo que es noticia es que ellas lleguen a esas posiciones.

En los últimos años hemos tomado más conciencia del problema y la tendencia se viene revirtiendo. Sin embargo, hay todavía muchísimo por hacer. Pregúntenle si no a sus madres, hermanas y amigas sobre el camino que a veces deben recorrer y que parece imperceptible para muchos de nosotros.

Pero intentemos ir un paso más allá. A casi 20 años de la instalación de la cuota de género en la legislación electoral peruana, podemos apreciar cómo aún la participación femenina es reducida en los principales cargos.

Así, por ejemplo, en las últimas elecciones municipales y regionales, solo el 8,7% de los candidatos a gobernador regional fueron mujeres, un porcentaje semejante al de los candidatos a alcalde provincial y municipal (solo 9% y 8,8%, respectivamente).

La mayor parte de las mujeres que postulan en estos casos –cumpliendo la cuota– se ubican en cargos de menor relevancia. La pregunta es por qué no postulan.

Y es precisamente aquí donde un conjunto de elementos, aparentemente invisibles para los varones, como los estereotipos y las prescripciones sociales, juegan un rol fundamental.

Frente a esta situación, contar con casos de mujeres exitosas, que se convierten en modelos a seguir para las jóvenes que se identifican con ellas, es un elemento poderoso para derribar creencias y construir nuevas aspiraciones.

Al respecto, las profesoras Esther Duflo (MIT), Rohini Pande (Yale), entre otras, muestran evidencia de cómo en India, un país particularmente machista, las aspiraciones y el desempeño de las niñas pueden cambiar cuando sus comunidades son lideradas por mujeres, gracias al efecto generado por el ejemplo del liderazgo femenino.

Así, en la región de Bengala Occidental se reservó al azar que el consejo de la aldea sea liderado por una concejal.

De esta manera, las investigadoras encuentran que, en aquellas aldeas lideradas por una mujer durante dos períodos, la brecha de género en las aspiraciones de los padres –la diferencia entre lo que esperan los padres que logre un hijo versus una hija– se reduce considerablemente, en comparación con aquellas aldeas que nunca contaron con una lideresa.

Pero no solo eso: la brecha de género tanto de las aspiraciones de los mismos jóvenes como de sus resultados educativos se revierten, lo que demuestra cuán importante puede ser un modelo a seguir.

La aparición de mujeres que lideran ministerios, empresas, gremios –como María Antonieta Alva, quien ha sido absurdamente cuestionada– puede ser la semilla para que más mujeres jóvenes participen activamente en política y en otros ámbitos claves para el país. Las próximas elecciones congresales aparecen justamente como una nueva oportunidad.

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