El traumático rescate de Chipre ha dejado flotando la típica pregunta de estos tres años de crisis de la Zona Euro: ¿quién le sigue?
Con unos 7.000 millones de euros de préstamos incobrables, equivalentes a una quinta parte de su Producto Bruto Interno (PBI), Eslovenia es el candidato más obvio.
El Gobierno de centroizquierda de la primera ministra Alenka Bratusek, que asumió el poder el 20 de marzo, desmintió categóricamente que su país fuera a necesitar un rescate.
El problema es que los rescates de Grecia e Irlanda en 2010, de Portugal en 2011, del sector bancario español el año pasado y de Chipre en las últimas semanas comenzaron con desmentidas similares.
Y Eslovenia no está sola. Malta y Luxemburgo tienen sectores financieros más grandes en relación al PBI que el de Chipre. | En una clara advertencia a ambos, el presidente del Eurogrupo –que reúne a los ministros de Finanzas de la Zona Euro–, Jeroen Dijsselboem, afirmó que todos los países que tienen un sector financiero sobredimensionado deben poner sus cuentas en orden porque la respuesta no será que vendremos a rescatarlos.
UN EURO QUE TIEMBLA En 2010 se creó un acrónimo para los países del euro con problemas fiscales y bancarios: PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España). Italia convirtió a esta sigla en PIIGS. Con Chipre, la cuestión amenaza convertirse en una indigerible ensalada de letras.
El aglutinamiento de países en una sigla responde a una doble lógica. Por un lado, los problemas son similares (excesivo endeudamiento fiscal, fragilidad bancaria). Por el otro, la interdependencia económica-financiera de sus miembros hace que cada crisis tenga un potencial efecto dominó.
Una medida del fracaso de la llamada Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) para lidiar con la crisis es que ha ido negociando rescates nación por nación, sin poder evitar el contagio.
En 2010, Grecia despertó dudas sobre la salud financiera de Irlanda y Portugal, y estos tres juntos generaron fuertes temores por España, que terminó colocando a Italia en la cuerda floja.
Chipre es un nuevo acto del drama. Arrastrada por los préstamos incobrables que hizo a Grecia, esta isla de poco más de un millón de habitantes empieza a cosechar sus propias víctimas.
ACTOR ATERRORIZADO Con apenas dos millones de personas, vecina de Italia, Austria, Croacia y Hungría, Eslovenia se parece a un actor aterrorizado de salir a escena en un momento de alta tensión dramática.
En un informe de fines de marzo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) dijo que precisa unos 3.000 millones de euros este año para el presupuesto, el pago de la deuda y la reforma de los bancos.
En respuesta, el Gobierno indicó que no emitirá deuda para financiarse en los mercados de capital.
Podemos esperar a que los mercados se tranquilicen y que los inversores se sientan cómodos con nuestro accionar, aseguró el ministro de economía Uros Curfer.
Por el momento, los prestamistas están nerviosos. En la última semana de marzo, durante el estallido chipriota, la tasa de interés para los bonos soberanos eslovenos con vencimiento en 2021 pasó de 5,45% a 6%.
La estrategia del gobierno esloveno tiene dos problemas. No hay garantías de que las tasas no se sigan disparando y su fecha de vencimiento está a la vuelta de la esquina.
El cálculo es que en junio el gobierno deberá salir, sí o sí, a financiarse en los mercados.
¿QUIÉN PAGA? En última instancia, el nerviosismo de los mercados se centra en una pregunta: en caso de debacle, ¿quién se hace cargo del desaguisado?
En agosto del año pasado, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, logró calmar a los mercados respecto de España, Italia y una posible desintegración de la Zona Euro, al declarar que haría todo lo necesario para salvar al euro.
Los inversores, que actúan con la misma racionalidad o incluso menos que cualquier otro ser humano, renovaron su apuesta por el euro confiados en que la potencia del BCE eliminaba todo riesgo de cesación de pagos.
La crisis chipriota ha cambiado las cosas. Las declaraciones del presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselboem, dejaron en claro que –cuanto menos– había diferentes opiniones en el seno de la eurozona sobre qué hacer en casos de debacle.
Dijsselboem le comentó al diario británico Financial Times que los acreedores pasarían de ahora en más a sufrir fuertes recortes de sus activos en casos de rescate.
En otras palabras, el Estado –quienes lo financian: los contribuyentes- no se haría cargo de rescatar las inversiones realizadas por los privados, que en muchos casos, como en Chipre, podían llegar a perder todo lo invertido. El titular del Financial Times era elocuente: El Eurogrupo desplaza el riesgo del contribuyente al inversor.
UNIÓN BANCARIA O INUNDACIÓN Según el editor asociado del periódico, Wolfgang Münchau, este cambio tiene serias consecuencias para el resto de la Zona Euro.
Si uno analiza el caso de España y ve que con la excepción de sus dos primeros bancos –el BBVA y el Santander– el resto del sistema está en bancarota, la lógica de lo que dijo Dijsselboem y la falta de crecimiento económico es que tendremos una reestructuración de la deuda bancaria española con recortes de sus tenedores de deuda y los depositantes, afirma Münchau.
Vaticinios de este tenor pueden ahuyentar a los inversores que prefieren esperar hasta que aclare antes que apostar su dinero, actitud que a su vez encarece el crédito y tiene el potencial de generar una profecía autocumplida.
Münchau se encuentra entre los analistas que favorece una unión bancaria de la eurozona para estabilizar el sector financiero y frenar el temor a una corrida que termine en corralitos (o restricciones al retiro de depósitos) en varios países europeos, similares al que sufre Chipre.
El financista británico Gavyn Davies, ex empleado del banco de inversiones Goldman Sachs y hoy director de la financiera Active Private Equity, tiene la misma opinión.
Aunque la crisis de Chipre es un caso especial, le ha recordado a los mercados que las negociaciones para una unión bancaria plena, que es la base de una solución a la actual crisis del euro, sigue paralizada, comenta Davies.
La unión bancaria requeriría que los 17 Estados miembros de la eurozona se transformen en garantes de la estabilidad del sistema financiero, algo que Alemania no parece muy dispuesta a contemplar antes de sus elecciones en septiembre.
Habrá que ver si la crisis en Chipre y sus posible onda expansiva cambia las cosas.