EFE.- "De aquí salen al día más de 500 millones de dólares en billetes recién creados", afirma con una amplia sonrisa Donovan Elliot, operador de una de las imprentas de la Oficina de Grabado e Impresión (BEP) de Estados Unidos.
"Cuidado, en ese carro, ahí van 50.000 dólares en billetes de uno", advierte Elliot a Efe desde una de las salas de impresión de la moneda más importante del mundo: el dólar.
La Reserva Federal (Fed), el banco central estadounidense, es el que decide cuánto dinero se crea, pero es en la Oficina de Grabado e Impresión donde esta tarea se desarrolla con diligencia y sin un solo momento de interrupción.
Elliot, como el resto de sus 800 trabajadores, trabaja rodeado de dinero. Planchas de billetes de uno, dos, cinco, diez, veinte, cincuenta y cien dólares. Miles de millones de dólares en todas las denominaciones.
Las 24 horas del día, siete días a la semana, con turnos sucesivos y un continuado suceder de operarios. De fondo, el constante ruido de los tornos que no cesan de imprimir. "Aunque parezca mentira, a la semana te has acostumbrado. Hay tanto dinero por todas partes que te olvidas", subraya Lydia Washington, de la oficina de prensa de la institución, durante el recorrido de Efe por su interior.
En la Oficina de Grabado e Impresión de Washington también trabajan historiadores, como Franklin Knoll, quien se encarga del departamento de archivos e investigación y para el que la fabricación de billetes es "una compleja mezcla de artesanía y arte con un gran componente tecnológico".
Knoll explica a Efe que las primeras planchas de dólares federales fueron creadas en Nueva York en 1862, en plena Guerra Civil, por una empresa privada y luego enviadas a un sótano del actual edificio del Departamento del Tesoro, en la capital estadounidense, para que "se le pusieran los sellos oficiales, se cortaran y separaran cada uno de ellos".
Antes de esa fecha, los billetes eran emitidos "bajo demanda" y respaldados por los diferentes bancos privados que existían en el país, lo que generaba complicaciones y problemas debido a la diversidad y variedad.
En la década de 1920, se realizó una primera revisión del diseño, y se crearon billetes más pequeños, que son la base de los actuales, y más adelante se modernizó el proceso con nuevas máquinas más rápidas y eficaces.
A lo largo de los años se han llevado a cabo varios rediseños de los billetes de más alta denominación, especialmente por cuestiones de seguridad y para combatir la falsificación. "Obviamente, falsificar un billete de un dólar no es muy rentable, así que hay menos presión sobre estas denominaciones", subrayó Knoll.
ESTÁNDARES DE SEGURIDAD
Todos los billetes deben ser revisados por el Servicio Secreto de Estados Unidos, que es quien da finalmente la luz verde una vez se cumplen los estándares de seguridad.
Otro de los elementos que complican aún más labor de los impresores de dólares, es que el dólar, como moneda de reserva internacional, es usado ampliamente fuera de las fronteras estadounidenses.
De acuerdo con las últimas estimaciones, se calcula que entre la mitad y dos tercios del valor total de la moneda estadounidense en circulación se encuentra fuera de EE.UU. Sea donde sea que vayan a parar, no obstante, el acta de nacimiento se produce aquí, en la BEP.
VIDA ÚTIL
Pese la impresionante cantidad de billetes que se realizan, el riesgo de la inflación no sobrevuela el edificio ya que más del 90% de los que se emiten cada año son usados para reemplazar los que se retiran de circulación por sus malas condiciones tras un prolongado uso.
No todas las denominaciones, sin embargo, tienen la misma vida útil. El billete de un dólar, uno de los más populares, tiene una vida media de 5,8 años, comparado con el de 20 dólares que se mantiene en circulación una media de 7,9 años; y el más duradero es el de mayor valor, el de 100 dólares, que está operativo una media de 15 años.