Uno de los pendientes del sector agrícola es esperar el resultado de las primeras cosechas del 2023. Para Milton Von Hesse, director de Videnza Consultores y exministro de Agricultura y Riego, el éxito del sector agricultor está en manos de la paz social.
—El 2022 no fue un buen año para la agricultura debido a, entre otros factores, los altos precios de los fertilizantes durante la primera parte del año. Habiendo ya una recuperación en los precios, ¿cómo ve este escenario actualmente?
Complementaría tu pregunta con que no fue solamente un mal año por el elevado precio de los fertilizantes, sino también porque hubo una sequía muy fuerte que, sobre todo, afectó la sierra centro y la sierra sur. De hecho, hemos tenido meses como octubre y noviembre, que han sido los más secos en décadas. Sobre los altos precios de los fertilizantes, recordemos que históricamente la tonelada de urea costaba entre US$200 y US$300, y llegó a estar muy cerca a los US$1.000 por tonelada. Eso afectó mucho a los a los agricultores, principalmente a los de la costa. Ahí estaban los arroceros, los ‘maiceros’ -importantes porque abastecen a la cadena avícola-, y también los ‘paperos’ de la costa. Entre esos tres cultivos tenías casi un millón de hectáreas. Pero, en la ceja de selva tenías también a los cafetaleros, sobre todo a los pequeños, que también son consumidores de urea. A todos ellos [el precio del fertilizante] los afectó fuertemente. Más o menos el 40% de la demanda de fertilizantes en el Perú corresponde a urea. Los productores de estos tres productos tuvieron que disminuir su consumo de fertilizantes porque los precios fueron carísimos, o sustituir el consumo de fertilizantes por otros cuya efectividad recién se va a ver, o no fertilizar en absoluto porque no les alcanzaba el dinero.
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—O reducir el número de hectáreas plantadas.
Claro. O reduces tu número de hectáreas o le hechas menos fertilizante a cada planta.
—Y eres menos productivo.
Y eres menos productivo. O, sustituyes por otros fertilizantes.
—¿Existe un estimado de pérdidas?
Lo que ha habido son las encuestas de siembra del Ministerio de Agricultura. Tomando todos los cultivos observados, la superficie sembrada respecto del 2021 aumentó en el 2022. Pero, en algunos cultivos, específicamente en el arroz, disminuyó un poco. No significativamente, pero alrededor del 7%. Entonces, lo que hay que ver es si por los factores que conversamos hace un rato, la productividad por hectárea -que la vamos a saber en el momento de la cosecha, se ha afectado muy fuertemente o marginalmente.
—Esa cosecha se dará a finales del primer trimestre del 2023, ¿correcto?
Así es.
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—¿La sequía que se dio en octubre y noviembre, continúa?
Ya había empezado como en mayo [la sequía]. Los reportes del Senamhi para las lluvias dicen que a partir de diciembre 2022 se empezaron a normalizar y lo que se pronostica para enero, febrero y marzo, son meses más húmedos que en el pasado. La falta de agua a futuro no debería ser un problema. Lo que se va a tener que analizar con más detalle es hasta qué punto el retraso de siembras, sobre todo en la sierra centro y en la sierra sur, va a afectar la producción. Los primeros reportes dicen que el cultivo más afectado por la sequía ha sido la quinua, básicamente, de consumo interno. Y, en segundo lugar, la papa de la sierra. No es la sustituta perfecta, pero tienes la papa de la sierra. No obstante, con la sequía, la siembra de la papa de la sierra también se está retrasando. Vamos a ver cuánto se pierde en productividad. Eventualmente se estima que el arroz, sobre todo el de Arequipa, tendría también un nivel de impacto por la sequía que hemos tenido en los meses pasados.
—Si consideramos los dos problemas, la urea y la sequía, ¿los cultivos más afectados serían los mencionados? ¿En ese orden?
Sí, en ese orden. Para, arroz. Ahora, el caso del arroz no me preocupa mucho porque con la debida anticipación, puedes importar. El arroz es un ‘commodity’ y no se tendría un problema por el lado de abastecimiento de mercados si es que se viera muy afectada su producción. Lo que sí se va a mantener es la presión de precios altos en los mercados. Mucho consumidores esperaban que la inflación alta alimenticia del 2022 disminuyera el 2023. Pero, lo más probable con este escenario es que no falte el producto en el mercado, sino que se mantenga con precios elevados. Todos los productos que tengan que ver con el encarecimiento de la urea y la sequía pasarán por lo mismo.
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—Lo que tenemos ahora, además de estos dos problemas, son las protestas en el sur del país. ¿Cómo se ve afectado el sector agrario de esa zona del país?
Ahí los impactos son diferenciados. Los impactos más grandes fueron, por ejemplo, en diciembre, cuando se paró la carretera Panamericana Sur en Ica en un momento en el que las exportaciones diarias del país -los embarques diarios- estaban en el orden de US$25 a US$35 millones por día. Paras la fruta algunos días y se genera una gran pérdida para algunos productos focalizados. Sobre todo los pequeños [productores], no tienen la capacidad de retener su camión sin frío. Todavía falta cuantificar exactamente cuánto han sido las pérdidas de esos días de paralizaciones, pero habrán sido del orden de los US$20 millones por día.
El otro impacto importante es en Arequipa. Los vándalos que incendiaron la planta de Gloria, no estaban afectando a Gloria, porque la empresa tiene su seguro y le reponen el activo. Tampoco afectaron a los consumidores de Lima, porque leche va a haber. Si no hay leche fresca, se aumenta la importación de leche en polvo, la combinas y la vendes. El problema es que los pequeñitos lecheros del sur se han visto afectados porque ahora ya no tienen a quién venderle la leche y la están tirando al río o la chacra. Tampoco pueden regalarla en la ciudad porque tendrían que asumir el flete desde la chacra hasta la ciudad.
—Y en el sector agrario, ¿hay alguna afectación por las protestas actualmente?
No mucho porque ya la siembra pasó y en este minuto las plantas están creciendo. La temporada de cosecha llega al fin del verano. También por eso han podido convocar a agricultores.
—¿Es correcta la nueva estrategia del Ministerio de Agricultura respecto a enfocarse en el Fertiabono ante las licitaciones fallidas?
El Fertiabono es una buena medida si asumes que el agricultor ya se capitalizó y ha tenido que meter mano a sus escasísimos ahorros para poder fertilizar lo que ha podido. Ese sentido, darle un bono de plata en efectivo puede ayudar al hogar rural más que dar un mayor acceso a la urea cuando ya dos tercios de los agricultores fertilizaron [sus cultivos]. Es una medida interesante para compensar al agricultor deprimido siempre y cuando el padrón de beneficiarios haya sido el correcto, pues recordemos también que Contraloría había detectado niños muertos, etcétera. Pero si quisieras este año insistir en el subsidio a la urea, un modo más directo y focalizado podrían ser vouchers con el valor equivalente a “x” sacos de urea en función a las características de los agricultores. Es decir, que ellos usen esos papelitos para ir a su distribuidor local, compren la urea y luego el distribuidor canjearía esos papelitos por plata.
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—Se gestiona también una donación por parte del gobierno de Marruecos.
Sí, pero habría que ver cuál es la magnitud de esa donación. Más o menos son casi medio millón de toneladas de urea las que se consumen por año en el Perú.
—¿Algo positivo, pero insuficiente?
Claro, probablemente no lleguen ni al 5% o 6% del consumo anual. Entonces, sería un paliativo para un cultivo en alguna zona que sea la más crítica.
—¿De qué depende que el 2023 sea un buen año para la agricultura?
Depende principalmente de la paz social. La agricultura moderna venía muy bien, pero me preocupan las inversiones que estaban en cartera, sobre todo en la costa. No solamente en el típico sur iqueño, sino áreas como Lambayeque o Piura. Toda esta inestabilidad social claramente detiene a los inversionistas.
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—¿Actualmente hay inversiones paralizadas en estas zonas?
Sí. Hace poco hablaba con un inversionista que tiene un proyecto en el sur, pero que en este minuto no tiene apuro y ha decidido parar. Ahora, es cierto que los disturbios duran semanas y los ciclos productivos en la agroexportación duran entre cinco años y 15 años. Dependiendo el cultivo, tienes margen, pero siempre te afecta. Sí me consta que con la llegada del poder de Pedro Castillo, al día siguiente se detuvieron algunos proyectos de inversión que estaban mapeados en el sector.
—¿Será entonces el 2023 un año parecido al 2022?
Por el lado del acceso a fertilizantes debería tender a mejorar. Ojo, ahora no estamos en los niveles previos a la crisis de los fertilizantes, pero sí estamos bastante más bajos a los casi US$1.000 la tonelada. Si en algún momento se termina de solucionar el tema de la guerra entre Rusia y Ucrania, y también China empieza a ser un poco más activa en el mercado internacional, podría mejorarse el acceso a la urea y así retrocedería en precios.
Por el lado de los pronósticos climáticos, parece ser que este año va a ser un poco más húmedo de lo normal. Por ahí no habría tampoco un problema. El problema principal viene por el lado de la paz social. Es algo en lo que todos los peruanos deberíamos concentrarnos: tratar de tender puentes entre todos nosotros de forma que no solamente el ambiente de la agricultura sea mejor, sino el de todo el aparato productivo en general, y de toda la economía.