"Encontré que hubo jefes que por muchos años se aprovecharon del corazón de mi papá". (Foto: GEC)
"Encontré que hubo jefes que por muchos años se aprovecharon del corazón de mi papá". (Foto: GEC)
/ NUCLEO-FOTOGRAFIA > ANTHONY NINO DE GUZMAN
Paola Villar S.

Cisesac tiene treinta años de vida, casi la edad de Alejandra Calderón (32). La empresa de su familia se fundó en Chimbote y pasó de tener 250 empleados en el 2010 a 657 en la actualidad. Fue justamente en el 2010 que Calderón asumió la gerencia general, una responsabilidad “muy grande” que le dejaron sus padres tras ser llamados a servir en una misión religiosa. La ejecutiva nos cuenta cómo asumió esta labor, y los cambios que debió realizar y que implicaron diferencias de pensamiento con su familia.

—¿Fue su objetivo asumir la gerencia general de la empresa de su familia?

Después de graduada, yo no quería trabajar en la empresa familiar. Y la razón era que yo quería demostrar que podía hacerlo sola en otro lado. Que no me dijeran: “Eres la hija de tal y por eso estás donde estás”. Era la razón por la cual no quería trabajar con mi papá. Y yo le pedía que me dejara intentar con mi empresa, que era una juguería. Las cosas en esa empresa no resultaron y llegó esta responsabilidad, que era un reto importante y una necesidad en ese momento para mi familia.

—¿Qué cambios realizó al ingresar a la empresa?

Cuando yo empecé en mi gestión, recursos humanos era la ‘planillera’. Se tenían 250 empleados y no podías no tener un área de RR.HH. Yo la formé y la hice crecer. Sin embargo, con el crecimiento de empleados era más complejo el trabajo de esta área, que estaba centralizada en Chimbote [ciudad natal de la familia de Calderón]. Le pedí al directorio tener esa operación administrativa en Lima y fue así como la impulsamos.

—Cuenta que hubo un caso de estafa interna en la empresa, que ya se venía dando antes de su ingreso.

Encontré que hubo jefes que por muchos años se aprovecharon del corazón de mi papá y de sus valores religiosos. Le estaban robando y él lo sabía. Él quería darles una oportunidad, pero yo inicié una cruzada y le dejé claro que si mi puesto era ser la gerenta general de la empresa, las decisiones de negocio debía tomarlas de forma sabia. [Mi papá] tuvo que entender que cuando un trabajador comete faltas graves en la empresa, su jefe no puede solo decir: “El amor puro de Cristo” y perdonar esos actos.

—¿Ustedes, como proveedores de Telefónica, han recibido información sobre la supuesta venta de la empresa?

Nosotros apuntamos a tener más negocios con ellos, siempre midiendo en qué nivel es rentable. Como proveedores nos preocupamos por la información que había sobre que la empresa se iba del país y Telefónica nos aclaró que se estaban separando de la operación de Europa. Mientras tengamos rentabilidad e indicadores, seguimos con ellos, pero ante cualquier asunto tenemos dos empresas hace un par de años que tienen que empezar a producir lo suficiente en adelante: una constructora, que ya tiene contratos con Megaplaza y el Regatas; y una dedicada al rubro de capacitaciones y coaching.

—¿Cómo recibió la noticia de ser un Premio LEC?

Como una oportunidad de aprendizaje. Esto me parece un gran honor.

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