Con la pandemia, las clases en el Perú pasaron a ser dictadas en su totalidad de manera virtual. Es así que hoy varios tenemos a un conocido, amigo o familiar que está siguiendo estudios universitarios o cursos de posgrado bajo esta modalidad.
Entre esos casos, están Guillermo Ávila y Milagros Muñoz, quienes se matricularon en cursos de especialización en la Universidad de Lima y en la Universidad del Pacífico, respectivamente. Ambos señalan que sí habrían podido llevar los cursos de manera presencial, en caso no hubiera llegado el COVID-19, pero reconocen que les es más práctica la modalidad virtual.
Ávila dice que si el curso lo hubiera llevado de manera presencial, habría tenido que salir del trabajo media hora antes para llegar a tiempo a clases.
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“La experiencia en general es positiva, pero habría que trabajar el tema de la percepción de las empresas sobre esta modalidad. Hoy muchos consideran que llevar la modalidad online no tiene la misma validez que la presencial y eso no es cierto. Por ese lado, sí lo pensaría dos veces, pero la coyuntura ayuda a disuadir esta percepción porque hoy es la única forma en la que podemos seguir capacitándonos”, explica Ávila .
En esa línea, Sandro Ragonesi, director ejecutivo de la escuela de posgrado de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), señala que sí han registrado un crecimiento en la demanda de los cursos cortos en los últimos meses.
Para Álvaro Henzler, presidente ejecutivo de Mosaico Lab Creativo, el COVID-19 ha profundizado la tendencia por capacitarse con cursos de corto tiempo, bajo costo, y la opción para escoger una diversidad de temas. Esto, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, cuando el profesional aspiraba a realizar una maestría, tras culminar los estudios de pregrado.
Con esta tendencia, Henzler menciona que algunas startups, como Crehana, ya están compitiendo con las universidades.
“Los competidores de las universidades que ofrecen programas de posgrado no son otras universidades, sino las startups, como Crehana. Esta plataforma, por ejemplo, ofrece píldoras de microcomportamientos o microhabilidades”, explica Henzler.
Al respecto, Juan Manuel Ostoja, presidente de la Federación de Instituciones Privadas de Educación Superior (Fipes) y CEO de la Universidad San Ignacio de Loyola (USIL), señala que las universidades deben desarrollar propuestas de educación continua, orientadas a los nuevos retos de trabajo.
Debido a la transformación digital y la urgente reconversión laboral que requerirán muchos profesionales tras la actual crisis econónomica, Ostoja considera que en los próximos meses o años el mercado va a requerir cursos cortos, muy especializados y que otorguen algún tipo de certificación.
“Hay industrias que van a terminar muy golpeadas por la pandemia y con ello, van a haber muchos profesionales que van a tener que reconvertirse laboralmente. Ellos, más allá de las maestrías, van a necesitar más certificaciones y cursos de desarrollo de ciertas competencias para poder adaptarse a los cambios del mundo laboral”, indica Ostoja.
A partir de esta necesidad, la USIL ha lanzado una plataforma digital, donde ofrece desde cursos y especializaciones orientados a la educación continua hasta estudios de posgrado. “Estos cursos son en plataformas totalmente virtuales y con las últimas tecnologías que se utilizan en el resto del mundo”, agrega Ostoja.
CALIDAD DE LA EDUCACIÓN VIRTUAL
María de Lourdes Vidal ha tenido la oportunidad de estudiar dos maestrías. Una de manera presencial y otra, semipresencial. Ella no encuentra diferencias importantes en la calidad de ambas modalidades. Si tuviera que elegir entre una u otra basada en su experiencia, diría que la modalidad virtual demanda un mayor esfuerzo, ya que se suelen dejar más trabajos, más lecturas y el alumno debe esforzarse más para aprender.
En línea con ello, Henzler menciona que la tendencia es que cambie la forma como se dictaba una clase de posgrado.
“Los posgrados, por lo general, están pensados para profesores que son grandes gurús, que hablan durante una o dos horas seguidas. Eso se va a tornar hacia la figura de un profesor que no es necesariamente un gurú, sino que es más un facilitador o curador de contenidos y de metodología de aprendizaje”, afirma Henzler
Para garantizar la calidad de los programas que otorgan grado de la UPC (diplomados, maestrías y MBA), Ragonesi indica que los alumnos tienen una evaluación de ingreso sobre la base de sus competencias, luego a la mitad y al final. Eso, además, de contar con certificaciones internacionales y de la Sunedu para las maestrías y MBA. En cuanto a los programas menores, indica “que pasan por un estricto proceso interno”.
RETOS
Uno de los retos para que la educación virtual sea de calidad, Marilú Martens, exministra de Educación, indica que se debe cambiar la idea que algunos tienen respecto a lo que implica pasar de una educación presencial a virtual. “Estas modalidades son diferentes, partiendo desde el diseño de las clases y programas”, detalla Martens.
Como parte de esa transición a lo virtual, surge otro reto que implica desarrollar estrategias de seguimiento a los estudiantes, según Martens. “Es una modalidad con alta deserción y la mayoría no desarrolla estrategias para ello”, señala.
Además, existen otras limitaciones, como en el número de profesores que tienen las competencias necesarias para dictar en entornos virtuales y como en la calidad de los recursos virtuales que se usan.
LEGISLACIÓN
Antes de la llegada del COVID-19, los estudios de maestría y doctorado no podían ser dictados en su totalidad de manera virtual. Así lo establecía la Ley Universitaria. Bajo esas reglas de juego, la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu) otorgó licencia institucional a 25 universidades que contaban con programas bajo la modalidad semipresencial.
De un total de 827 programas semipresenciales, 253 eran maestrías y 25, doctorados, según una nota de prensa de Sunedu.
En agosto se modificó la norma, contemplando la posibilidad de que se realicen maestrías y doctorados de manera presencial, semipresencial y a distancia.
No obstante, Ostoja indica que para ofrecer carreras o cursos a distancia, los cuales ya eran dictados de manera presencial, igual deberán obtener la aprobación de la Sunedu.
“No sabemos cuánto tardará la aprobación de estos programas virtuales. Pero en experiencias pasadas, el trámite de nuevos programas o incluso, de cambios de modalidad por parte de Sunedu, han tardado más de un año. No nos podemos dar ese lujo, de seguir retrasando la digitalización de la educación superior en el Perú”, revela el presidente de Fipes.
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