El futuro del trabajo podría parecer lejano como concepto, pero la realidad es que es algo que está sucediendo ahora mismo, en distintas latitudes del mundo y el Perú no es la excepción. La transformación digital a todo nivel automatiza procesos, redefine labores y obliga a repensar varios oficios y profesiones; mientras que, por otro lado, también conlleva otras formas de organización de trabajo más flexibles y nuevas condiciones laborales.
Mientras esta tendencia se va instalando en el Perú con algunas iniciativas, la pregunta es: ¿qué más estamos haciendo? Este 2019 se han llevado a cabo diversas discusiones e incluso mesas de trabajo entre organismos internacionales, el sector gubernamental, la empresa privada y los ciudadanos. Pero, ¿ha sido suficiente? La realidad dice que no. Antes de pensar en subir esta cuesta, hace falta superar algunos viejos obstáculos.
En principio, debemos enfrentar retos en temas básicos como, por ejemplo, la lucha contra la informalidad. Este es un problema que viene ganando más terreno, si se considera que hoy (según cifras del INEI) alcanza casi el 73% de la población económicamente activa (PEA) en el Perú y que no se logra disminuir hace años.
Otro aspecto pendiente es la actualización de la legislación laboral. Aquí, por fin, podemos dar cuenta de un avance, con la actualización del marco regulatorio presente en el nuevo “Reglamento de Ley de Productividad y Competitividad Laboral”, que de salir a luz marcará un hito para el futuro, cambiando la base conceptual de 1997.
También hay una tarea en cuanto a planificación y data. Hace falta profundizar en los datos demográficos de la población. Conocer sus competencias nos permitirá tener una visión colectiva del mercado y hacia dónde orientar la formación.
Centrándonos en la informalidad como principal eje de acción, necesitamos una decidida actuación del Estado para facilitar que las empresas piensen que pasarse a las filas de la formalidad es una opción sustentable y, por otro lado, necesitamos un gran compromiso de la sociedad para llevar al país a un avance significativo hacia el desarrollo.
En conclusión, el futuro del trabajo –desde una óptica inclusiva– dependerá de las decisiones que se tomen en el presente.