El ingreso al país de un nuevo jugador chino, la estatal Southern Power Grid International (CSGI), virtual comprador de Enel Distribución y sus activos de energía en el norte de Lima (US$2.900 millones), ha reavivado los temores sobre el acrecentamiento del ‘poder’ de China en el Perú.
Y es que aún está fresca en la memoria la adquisición de Luz del Sur (US$3.600 millones), concesionario eléctrico para el sur de la Metrópoli, por parte de otra estatal china: Yagntze Power.
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De acuerdo a la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), la integración de ambas concesiones eléctricas bajo la férula de CSGI y Yangtzé conducirá a una “concentración del 100% del mercado de distribución eléctrica de Lima en manos de la República Popular China”.
En contraste, Guillermo Shinno, ex viceministro de Minas, considera que la participación de CSGI en el mercado eléctrico peruano será provechosa si la empresa despliega la filosofía de sus ‘hermanas’, las empresas chinas más antiguas, que “ya han aprendido cual es la idiosincrasia local peruana”.
La palabra final la tiene, sin embargo, el Indecopi, quien se encargará de decidir si autoriza el ingreso de CSGI y bajo qué condiciones para “asegurar que la competencia fluya adecuadamente”, anota Pierino Stucchi, ex gerente legal del organismo público.
¿Si tal ocurre, qué debemos esperar de CSGI y sus pares de China? ¿Cuál es, ante todo, el alcance de la potencia asiática en el Perú?
LABORATORIO DE INVERSIONES
El Centro de Estudios sobre China y Asia-Pacífico (Cechap) de la Universidad del Pacífico (UP) ha identificado y validado la existencia de 153 empresas chinas activas en el Perú, las cuales operan en once sectores económicos en las 25 regiones del país, revela Cynthia Sanborn, profesora de ciencia política e investigadora de Cechap.
Se trata, principalmente, de inversiones en minería, energía y tecnología, y de actividades desarrolladas en el sector construcción (obras públicas), donde se encuentra el mayor número de empresas chinas mapeadas por la UP.
Nada mal para un país, China, que hasta hace 30 años sólo tenía dos operaciones allende sus fronteras: la mina de hierro Marcona (Shougang) y el lote VI-VII (Sapet) en Talara.
Pocas personas conocen, en efecto, que nuestro país fue el ‘laboratorio’ donde China desarrolló su primera incursión empresarial ultramarina para ensayar, mediante una serie de pruebas y errores, lo que luego sería su asombrosa expansión internacional.
Esta primera incursión global del coloso asiático tuvo lugar en la desértica Marcona, en 1992, época en la cual el Perú era considerado un paria por la comunidad internacional debido a la desastrosa situación económica heredada por el primer gobierno de Alan García.
“Precisamente, cuando el gobierno de Alberto Fujimori estaba buscando ganar la confianza internacional, se encontró con el interés de China, que buscaba en ese entonces invertir y practicar en proyectos donde no hubiera alta competencia”, recuerda Sanborn.
Resultado de ello fue la privatización y venta de Marcona (entonces propiedad de la estatal peruana Hierro Perú) a Shougang, empresa que asumió el cometido de reflotar la producción de hierro de la unidad minera.
Lo que siguió es bastante conocido: la minera china reflotó Marcona pero desplegando una deficiente actuación en términos sociales, ambientales y sindicales, que generó una mala reputación para las empresas chinas en el país.
Álvaro Barrenechea, vicepresidente de la Cámara Peruano China (Capechi), advierte, sin embargo, que esta conducta de Shougang ha mejorado sustancialmente con el paso de los años.
CURVA DE APRENDIZAJE
“Shougang ha evolucionado. No es la misma empresa de un inicio. Y eso sucede porque la pendiente de la curva de experiencia china es mucho más pronunciada que la de otros países”, apunta Barrenechea.
Prueba de ello, refrenda Shinno, es el cuidado con el que China preparó su siguiente incursión en el sector minero peruano con ocasión de la compra del proyecto de cobre Toromocho (2007) por Chinalco, empresa de máxima prioridad del gobierno central chino.
“Las empresas chinas han ido aprendiendo a lo largo del tiempo, y las nuevas que han venido se han ido adaptando a las condiciones del Estado peruano y realizado esfuerzos por comprender la idiosincracia de las comunidades”, sostiene el exfuncionario.
Es en este marco que las mineras chinas adquirieron una serie de grandes proyectos mineros como Rio Blanco (2007), Galeno (2008), Pampa de Pongo (2009), Don Javier y Las Bambas (2014), el más costoso de la historia minera peruana con US$10 mil millones.
Lamentablemente para los intereses chinos, solo Toromocho y Las Bambas llegaron a ver la luz, debido a una multiplicad de conflictos sociales que han dejado en el tintero un stock de US$10.659 millones en proyectos greenfield y brownfield.
Caso particular es el de la ampliación de Las Bambas, proyecto de US$2.000 millones que se viene demorando año tras año debido a los continuos bloqueos de carreteras en el Corredor Minero del Sur.
Para Shinno, esta situación habría motivado que las empresas chinas miren al sector minero con menos atractivo que antes, impeliéndolas a buscar oportunidades en otros sectores.
Tal sería una de las razones, coincide Sanborn, del giro de los capitales chinos hacia los sectores de energía e infraestructura avanzada, lo cual empata, dicho sea de paso, con las tendencias imperantes en América Latina.
Se encuadran, en este contexto, el desarrollo de la central hidroeléctrica San Gabán III (US$682 millones), la compra de Chaglla (US$1.400 millones) y la adquisición de Luz del Sur.
Y también la incursión de las empresas chinas en el sector construcción, particularmente, en el segmento de obras públicas con el Estado peruano para la construcción de carreteras, puentes y hospitales, donde las empresas chinas “compiten con las de otros países, como España, Canadá, México y Perú”, precisa Sanborn.
Pero hay mucho más a la vista.
SECTORES EMERGENTES
Un puntal de la presencia china en el Perú ha sido su inversión en hidrocarburos, particularmente en los lotes VI- VII y X (Piura), que este año y el siguiente pasarán a manos de Petro-Perú por decisión gubernamental.
En opinión de Víctor Silva, secretario general del sindicato de trabajadores de Sapet, se trata de una errónea decisión del Gobierno, por cuanto la estatal peruana no podrá igualar los beneficios económicos que ofrece la petrolera china ni tampoco su capacidad para invertir en perforación de pozos de forma continua.
Empero, si un ciclo se cierra para China en el sector petrolero peruano, otras puertas se abren. Es el caso de su incursión en sectores emergentes como el automotor (con DFSK y BYD), de telefonía (Huawei y Xiaomi), pesca (China Fishery), finanzas (Bank of China e ICBC) y logístico (puerto de Chancay).
De acuerdo a Barnechea, esta multiplicidad de iniciativas en diferentes frentes se ciñe a las tendencias del mercado y no tiene nada que ver “con una intención de copar uno o varios sectores económicos en lo absoluto”.
Por el contrario, Augusto Baertl, ex director independiente de Minera Chinalco, sostiene que los movimientos de China en Perú y otros países obedecen a la geopolítica, pues “es muy claro que el Estado chino tiene una influencia muy importante en todas sus empresas”.
Al final, apunta Sanborn, refiriéndose específicamente al caso de la energía, no hay muchos postores que se arriesguen con el Perú y las empresas chinas sí lo hacen.