"Es sorprendente saber que entre el 2015 y el 2019 la pobreza de aprendizajes en el mundo aumentó de 53% a 57%", precisa el especialista. (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
"Es sorprendente saber que entre el 2015 y el 2019 la pobreza de aprendizajes en el mundo aumentó de 53% a 57%", precisa el especialista. (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
Pablo Lavado

La semana que pasó, la Universidad del Pacífico tuvo el privilegio de albergar la conferencia más grande de economistas de América Latina y el Caribe (Lacea). Ha sido una experiencia muy enriquecedora el poder compartir conocimiento, investigación y buenas prácticas de todos los colegas y amigos de América Latina. En esta oportunidad, se desarrollaron distintos temas como política fiscal, política monetaria, inflación, desarrollo y pobreza, salud, capital humano, entre otros.

Una de las sesiones más interesantes que hemos tenido fue la que describió las pérdidas del aprendizaje como consecuencia del cierre de las escuelas, donde una de las conclusiones fue que el impacto del COVID-19 en los niños sería irreversible y duradero (incrementos en mortalidad, salud mental, desarrollo, habilidades socioemocionales, maltrato y violencia escolar y pérdida de ingresos). Estimados de la pérdida por cierre de jardines y centros escolares representarían para América Latina y el Caribe de aproximadamente 2% del PBI. Asimismo, estimaciones en Uruguay y Chile muestran un impacto negativo en comportamiento, lenguaje y desarrollo infantil, y los más afectados son los niños de menos recursos. De igual manera, en Sao Paulo, Colombia, Jamaica y Barbados, encontraron pérdidas de aprendizajes en niños de educación primaria.

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Otro aspecto que aprendimos fue la importancia de la transición a la educación remota para mitigar el impacto negativo de los cierres de las escuelas. Sin embargo, la desigualdad en la educación digital, así como en el acceso a la conectividad, redujo la efectividad de la educación remota. Asimismo, se observó que aun cuando los niños estaban matriculados, estos no estaban vinculados con la escuela: “Matriculados pero desvinculados”. Y la misma historia se aprecia con los propios profesores. En este sentido, los resultados muestran que la mejor política para mitigar el impacto en la pérdida de aprendizaje fue el retorno a la escuela.

Un indicador que mide el nivel de aprendizaje de los niños en un país es el de pobreza de aprendizajes, definido como el porcentaje de niños de 10 años que no leen ni comprenden un texto adecuado para su edad. Es sorprendente saber que entre el 2015 y el 2019 la pobreza de aprendizajes en el mundo aumentó de 53% a 57%. Después de la pandemia, se estima que la pobreza de aprendizajes aumentó a 70%. En particular, en América Latina, la pobreza de aprendizajes aumentó de 50% a casi 80%, el más alto incremento del mundo. La principal razón de esto es el largo período de cierre de las escuelas. Estas pérdidas en el mundo significan 21 trillones de dólares de ingresos que esta generación dejaría de percibir si no se remedia este impacto.

Además de este incremento, se observan incrementos en desnutrición infantil, deserción escolar, sobre todo en mujeres, embarazo adolescente, e incrementos en depresión y ansiedad. No obstante, otro efecto importante de la pandemia es que no solo se ha incrementado la pobreza de aprendizajes, sino también la desigualdad del aprendizaje. Este es el caso de Brasil, en el que se compararon alumnos antes y después de la pandemia y se observa que el GINI de aprendizaje (medida de desigualdad) aumentó en casi 80%. ¿A quién afectó más? A familias de los hogares más vulnerables (beneficiarios de los programas sociales), mujeres y en zonas rurales. Otro aspecto que llama muchísimo la atención es que la atención que el periodismo dio a las pérdidas de aprendizajes. Se observa que América Latina le dio siete veces menos atención a este tema en comparación con Estados Unidos. Finalmente, es una sorpresa ver que en América Latina se observa que, a mayor pérdida del aprendizaje, hay una mejor percepción de las familias acerca de la calidad de su educación. Aun cuando esto es una simple correlación, llama la atención que, al parecer, las familias no han interiorizado el impacto negativo que ha tenido la pandemia en el aprendizaje de sus hijos.

¿Qué se puede hacer? Primero, monitorear las pérdidas de aprendizajes, así como la recuperación de este. Segundo, el desarrollo socioemocional tiene que estar al centro de las políticas de infancia. Tercero, es importante garantizar el bienestar infantil, alrededor de la salud, nutrición, salud mental y violencia doméstica. Cuarto, utilizar herramientas digitales y tutoría remota. Finalmente, el compromiso político y social es importante para la recuperación de los aprendizajes.

Para la Universidad del Pacífico, fue un honor albergar a la academia de América Latina y el Caribe. Podemos aprender mucho y, lo que es más importante, diseñar políticas públicas eficientes que realmente impacten positivamente en los más vulnerables.

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