La mañana del 9 de diciembre de 1824, dos ejércitos extenuados se miraban las caras en la pampa de Ayacucho y el cerro Condorcunca. Después de más de cuatro años de proclamas, escaramuzas, emboscadas, enfrentamientos, muerte y dolor, el largo camino de la libertad parecía llegar a su fin. Esos últimos meses habían sido intensos no solo por las agotadoras caminatas por quebradas y helados pasos cordilleranos que afectaban a las tropas de ambas escuadras, sino también porque las provisiones se iban acabando.
¿Pero quiénes eran los soldados mayoritarios en ambos bandos? El historiador ayacuchano Nelson Pereyra, en un ensayo del libro “Ayacucho, 1824″ (Fondo de Cultura Económica), afirma que en el Ejército Unido Libertador había un promedio de 40% de combatientes peruanos y el resto procedía de las actuales naciones de Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Inglaterra, Irlanda, Francia y Ucrania; y en el bando realista, aparte de los oficiales, más del 90% de la tropa era peruana y del Alto Perú. “Los sectores campesinos apoyaron a ambos ejércitos —dice— y hubo poblaciones rurales enteras que proporcionaron alimentos, recursos, mulas para el transporte de armas, sirvieron de guías y realizaron emboscadas”.
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Uno de estos personajes que ha traspasado el anonimato es Marcelino Carreño, un cusqueño encargado de organizar y promover guerrillas, y que fue incorporado al Ejército Libertador desde los tiempos de San Martín. Elevado a la categoría de jefe, la noche del 8 de diciembre de 1824, en una acción de avanzada, Carreño había llegado hasta las faldas del Condorcunca, donde comenzaban a apostarse los realistas. El destino quiso que los confundiera con patriotas y se expusiera demasiado. Cuando se dio cuenta de su error era demasiado tarde. Los leales al rey le dieron caza y lo remataron a tiros. Su cuerpo inerte fue el preludio de la matanza que sucedería horas después.
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Soldados cautivos
“Se tienen algunos nombres de personas que reclamaron pensiones por su participación en Ayacucho, pero más allá de esas listas de soldados, saber cuál era su origen, de dónde venían, eso es más difícil de establecer”, dice la historiadora Natalia Sobrevilla, editora del libro “Ayacucho, 1824″. “Lo que sí se sabe es que muchos de quienes combatieron por el rey habían peleado antes en el bando patriota, pero, tras haber sido capturados por los realistas, se veían eventualmente obligados a pelear por ellos”, señala.
Al respecto, Pereyra detalla que las tropas del virrey La Serna solían avanzar en columnas flanqueadas, en sus extremos, por oficiales españoles para evitar que los combatientes indígenas fugaran. “Si a esto sumamos —añade— que la campaña había sido extenuante, con caminatas de 40 o 50 kilómetros por día, no es de extrañar que muchos de estos combatientes estuvieran esperando cualquier ocasión para desertar de manera masiva”.
Participación popular
Del lado patriota, también se habían sucedido levas en el norte (Tumbes, La Libertad, Lambayeque, Cajamarca, Amazonas, San Martín), en los meses previos a la batalla, para suplir las bajas, sobre todo extranjeras, por enfermedad. La mayoría de peruanos se ubicaba en la división comandada por José de la Mar, la cual soportó la embestida realista al inicio de la batalla. “Esa participación fue clave —dice Pereyra— porque impidió que se desarme al Ejército Patriota por su flanco izquierdo, lo que hubiera permitido a los españoles atacar frontalmente”.
En el Ejército Libertador había también un nutrido contingente local. “Fue fundamental la participación de la población ayacuchana y de la sierra central, de los morochucos, los montoneros y las rabonas, que fueron el soporte logístico a la labor que realizaban los soldados patriotas. En la batalla se derramó mucha sangre peruana que tiene un significado simbólico para la construcción de la peruanidad”, dice el historiador Wilfredo Kapsoli, quien acaba de publicar el libro “Elogio a los libertadores” (Fondo Editorial Universidad de Huamanga), donde destaca la acción de las masas populares en la independencia, desde criollos, indígenas, esclavos y mujeres.
La Batalla de Ayacucho duró menos de seis horas, y muchos de los que se enfrentaron pertenecían a los mismos pueblos e incluso eran familiares directos. Los más conocidos fueron los hermanos Castilla: Ramón (quien llegó a ser cuatro veces presidente) en el lado patriota y Leandro en el realista. O los valencianos Tur: Antonio en el ejército del virrey y Vicente en el libertador. Ambos se abrazaron antes de la batalla. Finalmente, el triunfo patriota cambiaría el destino de estas vidas, así como de toda América del Sur.
Video: Rodrigo Travezán (generado con inteligencia artificial en base a imágenes y recreaciones en línea).