Ricardo Gareca llegó a la selección peruana en marzo del 2015. (Foto: GEC)
Ricardo Gareca llegó a la selección peruana en marzo del 2015. (Foto: GEC)
/ FRANCISCO NEYRA
Daniel Peredo

, me gustó la , quedé gratamente sorprendido.

- No entiendo por qué sorprendido, si tenemos buenos futbolistas.

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Luego del 1-1 con México, Juan Carlos Oblitas esperó en el vestuario. No salió al campo por un resfrío y porque no quería dejar la sensación de que él, siendo parte, tuvo que ver con el homenaje por el título del 75. El director estaba satisfecho. El técnico tranquilo.

“Estoy sentado acá porque confío en el jugador peruano”, confesó Ricardo Gareca sin necesidad de preguntas la tarde de su presentación en la Videna. Y desde ese 2 de marzo, o tal vez desde antes, más allá de la táctica y los temas vinculados al juego, preparó su proyecto para fortalecer la autoestima del plantel; para que el futbolista de la selección vuelva a creer en sus condiciones. No alcanzaba con que el entrenador confiara, era fundamental que el jugador también.

Sus declaraciones siempre fueron dirigidas al convencimiento de los seleccionados. No habló para la prensa o los aficionados. Había que comprometer al equipo; los demás, si se dan los resultados, nos vamos a trepar al coche. Gareca recuperó la confianza del futbolista con coherencia, gestión, conducción y liderazgo. Nunca una palabra de más. Nunca una raya más del ‘Tigre’. En sus conferencias en Chile, el mismo rostro, la misma postura y el mismo mensaje en los tres resultados. “Creo en el futbolista peruano y lo más importante ahora es seguir creciendo”.

Columna publicada en el Suplemento Deporte Total de El Comercio, 25 de junio del 2015

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