Ser concluyente luego de dos partidos es muy atractivo, pero poco serio. Estos duelos de la selección peruana ante México, en California, y El Salvador, en Washington, son el bosquejo de una idea. Hasta cierto punto, una declaración de intenciones. El inicio de un largo ensayo-error a contrarreloj.
¿Qué importaba? Importaba el estado de ánimo del equipo y el país tras estos dos partidos, la predisposición para nuevas exigencias y la aparición de alguno que otro nombre.
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Reynoso regresará a Lima con el alivio de saber que Bryan Reyna no desentona. No ante un rival como El Salvador, por lo menos. Lo que menos nos sobra son extremos encaradores y conchudos que rehúyen del pase al costado. Ese pase que solo produce estadísticas engañosas.
Ayer, Bryan Reyna tomó riesgos. Amagó, distribuyó y desestabilizó. Intentó, con aciertos y errores. Su premio llegó a los 81 minutos cuando cogió un rebote ingresando al área y tuvo el desenfado de lanzar una finta para quedar en una posición privilegiada y definir con la derecha: fuerte y abajo.
Un apanado en vivo y en directo coronó un estreno que le ha hecho un espacio en la próxima convocatoria.
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Lo que no fue no será
¿A quién tendría que encomendarse Raúl Ruidíaz para que su historia con la selección peruana deje de ser un cúmulo de intentos fallidos? Ya ni siquiera es un asunto futbolístico: la fatalidad lo ha elegido y no piensa soltarlo.
¿Cuántos jugadores se lesionan antes de los 10 minutos, en un partido ideal para recuperar confianza y reconstruir un prestigio devaluado?
Le pasó: un salvadoreño le cayó encima en el área. ¡Penal absoluto! Pero el árbitro costarricense no lo cobró. El lamento de la ‘Pulga’ en el césped chamuscado del Audi Field y su cojera hacia la banca de suplentes fue conmovedor.
En sus últimos cinco duelos con la Blanquirroja, Ruidíaz solo ha podido jugar puchitos. En el 2021, cuatro minutos ante Uruguay, 15 ante Venezuela y 17 ante Brasil. El último sábado, ante México, fueron 21 minutos.
Así es muy difícil. Incluso con un entrenador que lo ha elogiado incansablemente y que se ha propuesto hacerlo brillar, como no pudo ningún otro seleccionador.
¿Tendrá más oportunidades? Desde luego. Que no se oponga el infortunio.
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Lapadula al rescate
En una clara demostración de que tiene el fusil preparado y que, a diferencia de Ruidíaz su romance con la selección está predestinado, Gianluca Lapadula fue determinante en la victoria.
A los 19 minutos fue a buscar un centro de Valera con tanto ahínco que provocó el autogol de Zavaleta; a los 40 minutos, convirtió con sangre fría un penal que le cometieron a ‘Canchita’ Gonzales, y a los 84′ generó el penal que logró un deseo postergado: la reconciliación de Christian Cueva desde los doce pasos.
Larín, el lateral izquierdo de los salvadoreños, anotó el empate transitorio a los 34 minutos, que a la postre acabó siendo el descuento.
Asuntos por ajustar: balones aéreos en defensa, salida segura desde el fondo, conexión entre defensa y ataque, y gestación.
El primer triunfo de la era Reynoso no es el 4-1 en sí mismo, sino su efecto: tranquilidad para trabajar. Credibilidad para fallar.