En un país donde se conquista por el estómago y la gastronomía es reverenciada como un emblema patrio, resulta inverosímil admitir que la selección peruana sea un plato de segunda mesa. Incluso para Gianluca Lapadula, el hijo putativo de Turín, que bien podría ser considerado entre las alternativas de Ricardo Gareca como un platillo de fondo.
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Partiendo de ahí resultaría más sencillo comprender el conflicto emocional del aficionado de la blanquirroja con Gianluca Lapadula, delantero ítalo-peruano que tras resignarse a no ser convocado más por la selección de Italia, habría iniciado los trámites legales para convertirse en un jugador elegible por la bicolor de Ricardo Gareca. Y con ello, una campaña mediática donde aflorar sus sentimientos de patriotismo que, a estas alturas, son merecidamente cuestionados.
Pero, ¿se justifica acaso el rechazo inmediato hacia un futbolista cuyas decisiones no pueden (ni deben) ser satanizadas por guiarse, básicamente, en el interés personal? No es acaso lógico admitir que su elección se ajuste, justamente, a un criterio estrictamente profesional. Porque, aunque el fútbol sea regido por los sentimientos, finalmente es un negocio. ¿No?
El caso más emblemático de los últimos años en la selección peruana es quizá el de Cristian Benavente. Un futbolista de nacionalidades española y peruana, que terminó eligiendo a la bicolor cuando era considerado una promesa del Real Madrid y no estaba lejos de un tentativo interés del país ibérico.
El sí de Benavente
La historia de Cristian Benavente fue distinta y representa, tal vez, proceso inverso. El mediocampista ofensivo eligió a la selección peruana mientras lucía la camiseta de Real Madrid y recitaba su amor por la blanquirroja con un marcado acento español. Tenía 19 años y era considerado una de las grandes promesas de la Casa Blanca. Mayor prueba de amor en el fútbol, no pudo haber y por ello la recepción afectiva fue inmediata.
Más allá de sus tempranas afinidades, la mamá de Benavente tuvo un papel clave en esta historia. Magalí Bristol, ex voleibolista peruana, fue quien cultivó en su hijo el arraigo por la cultura de nuestro país. Era cuestión de tiempo esperar que el ‘Chaval’ tramité muy temprano su DNI peruano. Jugó por selecciones peruanas desde la Sub 15.
Julio César Uribe teorizó así al intentar explicar esa sintonía entre Benavente y el hincha. “Su personalidad atrae, él tiene una buena transferencia y transmite cordialidad y amabilidad a todas las personas que se le acercan”, dijo el ‘Diamante’ a Depor en una entrevista de 2016.
Sin embargo, pese a esa conexión casi natural con el aficionado y la alta aceptación hacia sus posibilidades de liderar al cuadro patrio, Cristian Benavente no ha logrado estar a la altura de tamaña expectativa. No ha marcado goles trascendentales ni ha sabido ser el intérprete de alguna que otra jornada épica camino a Rusia 2018. Perdió terreno de manera absoluta frente a la jerarquía de Christian Cueva y hoy, incluso, existe resistencia a la posibilidad de que encuentre alguna nueva oportunidad en la selección de Gareca.
Benavente tuvo todo el crédito antes de siquiera tocar la pelota. Y cuando lo hizo, defraudó. Pese a ello, por muchos años fue el campeón sentimental de la gente.
Con el cariño no se juega
La novela que protagoniza Gianluca Lapadula con la selección peruana está cerca de cumplir 6 años. Desde aquel febrero del 2015 en que Ricardo Gareca viajó hasta Italia para conocer personalmente al goleador del Pescara y ofrecerle la posibilidad de ser tomado en cuenta para la selección peruana, ha corrido mucha agua bajo el puente. Sin embargo, entre ambas partes el éxito ha sido inversamente proporcional. Mientras el cuadro patrio obtuvo una soñada clasificación a una Copa del Mundo y un histórico subtítulo de Copa América; el atacante con descendencia peruana ve distante ya su pico de rendimiento (y plenitud comercial) tras un fugaz paso por la azzurri y una discreta etapa por el AC Milan.
Eso sí, con 30 años y siendo actor de reparto en un equipo de media tabla de la Serie A italiana, estaría un peldaño arriba del resto de alternativas del entrenador bicolor para cubrir el puesto dejado por Paolo Guerrero.
“Según Lapadula, Maroon 5 es el Grupo 5”, rezaba uno de los interminables memes que generó un posteo en Instagram de Gianluca Lapadula hace unos días. El hoy atacante del Benevento de la Serie A había publicado una imagen de un tatuaje suyo con referencias de sus orígenes incaicos, sin embargo la representación fue considerada inexacta, al extremo de convertirse en trending topic por las burlas.
Los anticuerpos no son gratuitos. En un primer momento, Lapadula rechazó el ofrecimiento a jugar por la selección peruana cuando su carrera profesional se encontraba en la cúspide y su expectativa se centraba en una convocatoria del entrenador Gian Piero Ventura a la selección de Italia. “Tomé la decisión de esperar hasta junio para poder concentrarme en el campeonato de Serie B (Segunda División de Italia). Después estoy seguro de tener la serenidad justa para poder decidir”, declararía Lapadula tras una amena cena a las velas con el ‘Tigre’.
Aquél verano del 2015 Lapadula había cobrado protagonismo mediático en Europa debido a su racha goleadora en el Pescara y su apellido figuraba entre algunos clubes destacados de la Premier League, la Liga española y el Calcio. El objetivo del ‘Tigre’ era la Copa América Centenario 2016, sin embargo, en noviembre de ese año, el máximo goleador de la Serie B daba cuenta de su alegría al ser convocado por primera vez a la selección de Italia.
Desde entonces un sinnúmero de episodios han mantenido vivo ese cordón umbilical entre el futuro de Lapadula y la selección peruana. Su historia incluso, terminaría por caricaturizarse (para bien o para mal) en una defensa a ultranza del periodista deportivo Silvia Valencia y una frase de niveles cantinflescos: “Respeten a Lapadula”.
La distancia que los separa
Por estos días la novela parece iniciar una nueva temporada, aunque el escepticismo en la selección peruana sigue siendo amplio. “No está fuera de evaluación, pero mientras Lapadula no decida ser peruano, no podrá ser elegible. Obviamente, sería un chico importante para ser tomado en cuenta”, afirmó en agosto pasado Juan Carlos Oblitas, director deportivo de la Federación Peruana de Fútbol, sobre Lapadula.
Técnicamente, para que la novela llegue a su epílogo el futbolista necesita tener el DNI en mano y cumplir con ciertos protocolos que exige la FIFA como la solicitud del cambio de asociación. Hasta que eso no pase, el tema seguirá siendo controversial por la capacidad de polarizar opiniones que despierta el caso Lapadula.
Eso sí, del amor al odio hay un gol de distancia. Y Lapadula, sea por amor por conveniencia, podría convertirse en una variante importantísima en la limitada lista de opciones para tomarle la posta a Paolo Guerrero. Y de eso es bastante consciente Gareca.
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