Para Ricardo Gareca, su padre futbolístico, es “un 10 como lo que ya no hay”, de antaño, capaz de inventar una jugada en medio de la nada. Para los de la generación pasada, los afortunados de ver a Perú en dos mundiales y levantar la Copa América del 75, es lo más parecido a Hugo Sotil. Su celular recibió la llamada de dos genios, uno más grande que el otro: primero Diego Armando Maradona cuando lo quiso llevar a Gimnasia y ahora último Juan Román Riquelme que le habló de su deseo de darle la ‘10′ de Boca Juniors. Christian Cueva (Huamachuco, La Libertad, 1991), el genio incomprendido que mantiene intacto nuestro sueño de ir a Qatar 2022. Autor de cinco goles en las Eliminatorias, todos sirvieron para ganar un partido. Es decir, de los 17 puntos que tiene la selección peruana en la tabla, quince fueron, en parte, gracias a él.
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Titular indiscutible para el ‘Tigre’, Christian siempre se supo crack. Y eso, a veces, es peor que una lesión para un futbolista. Letal con espacios en campo rival, peligroso fuera de las canchas. Sin querer, Cueva forjó una relación tóxica con el hincha peruano: lo aman, lo necesitan, pero no le perdonan ni un solo error. El penal fallado en Rusia ante Dinamarca lo tumbó a la lona, un golpe de nocaut que lo tuvo “groggy” por año y medio deambulando en el fútbol ruso, brasileño, mexicano y turco sin encontrarse a sí mismo. Hasta que conoció a José Carlos Neyra Olivera, su salvador.
“Christian la estaba pasando mal en Turquía, tuvo problemas con su técnico en el Malatyaspor. Primero me llamó su representante y me dice que Christian quiere hablar conmigo, que en 15 minutos se iba a desocupar. Pasaron tres horas y nada. Pensé que era una broma. ¡Qué me iba a imaginar que Cueva me quería ubicar habiendo tantos profesionales en el mundo!”, empieza contando José, el coach deportivo que no solo prepara grandes futbolistas, también los recupera. Y eso hizo con Cueva.
“Hicimos una videollamada y desde el primer momento hubo una química tremenda. Él no la estaba pasando bien, emocionalmente estaba mal. Lo primero que me dijo fue: yo quiero que empieces a trabajar conmigo, quiero volver a mi nivel y creo que tú eres la persona indicada para mejorar mi rendimiento. Él había seguido en las redes sociales mi trabajo, buscó referencias de mí en jugadores que entrené como Aldair Rodríguez, Luis Trujillo, Diago Portugal. Estaba tan convencido desde el primer día”, agrega.
Eran los últimos días de 2020 y Christian decidió darse una segunda oportunidad. Tomó el primer vuelo de Turquía a Perú y ni bien pisó suelo trujillano llamó a José. “Ya estoy acá, quiero que vengas”, le dijo. “Sí, ahora veo cómo llevo todos mis materiales desde Lima”, respondió el ‘profe’. “Saca el carro que tengo allá y vente”, replicó el futbolista. “Ni siquiera me preguntó si tenía brevete. Fue como si nos conociéramos hace mucho tiempo”, recuerda ahora.
Cueva firmó por el Al Fateh de Arabia Saudí. Al otro lado del globo terráqueo, el volante parece haber encontrado su lugar en el mundo. Es querido allá, y él paga con creces la confianza. En su primera media temporada liguera -disputó 15 encuentros- marcó ocho goles, el mejor registro de toda su carrera. Ahora lleva tres tantos más. En la selección también mejoró: anotó un gol en cada una de las cuatro victorias que sacó la Bicolor tras la Copa América. Cuatro triunfos que nos dieron vida en las Eliminatorias. Está recuperando su mejor versión y, en gran parte, es gracias a José Neyra. Pero, ¿quién es el entrenador que se cruzó en su camino?
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José Neyra, un formador de la vida
Chimbotano de nacimiento, José Carlos Neyra pateó un balón al mismo tiempo que aprendía a leer o escribir. Su sueño siempre fue ser futbolista profesional, aunque no lo logró. El fútbol, la vida y Dios, le tenían preparado otra tarea: ser él quien moldee futbolistas. “Jugué a nivel amateur, pero tuve a mi hijo muy joven, a los 17 años. Tuve que trabajar en todo, pero siempre me veía en el fútbol, así que estudié para ser entrenador de menores y me especialicé en educación física. Ahí es donde encuentro mi pasión, no solamente por enseñar. Yo me podía quedar un par de horas después de los entrenamientos hablando con los jóvenes, de fútbol y de la vida”.
-Uno de los cambios que más se notó en Cueva ha sido su fortalecimiento espiritual. Pero, ¿usted cómo llega a aceptar a Dios en su vida?
Fue desde muy pequeño. Mis padres se separaron hace 36 años y yo oraba mucho por tenerlos juntos nuevamente. Un adolescente no puede entender ese tipo de situaciones. Yo me crié con mi abuela, que era peluquera, y la situación en casa no era buena así que tenía que trabajar desde chico. Todo eso hizo que mi fe crezca día a día. Han pasado 36 años de la separación de mis padres y gracias a Dios los he podido juntar. No tienen una relación pero viven conmigo. Dios siempre quiere que nosotros no perdamos la fe. Por eso toco el tema espiritual en mis redes sociales. De alguna manera quiero transmitir eso.
-Esa fe también se vio reflejada cuando decidió venir a Lima a abrir su centro de alto rendimiento en plena pandemia
Sí. Pasa que a mi en provincia me iba bien porque ya tenía muchos años trabajando, formando jóvenes. La labor que yo había hecho la gente lo reconocía. Cuando inicia la pandemia, empiezo a hacer entrenamientos virtuales. Durante 90 días lo hacía de forma gratuita. Yo mismo me mostraba en las redes sociales. Sabía que era la única manera de difundir mi trabajo. Muchas veces terminaba exhausto, agotadísimo. De pronto los videos empezaron a multiplicarse y me escribía gente a Lima preguntándome si abriría una sede en la capital. No esperé mucho y me vine. Lo primero que hice fue buscar un espacio donde trabajar. Empecé por Chabuca Granda, pero no se podía. Al final terminé al frente de la playa Agua Dulce. La gente empezó a sentirse bien con los entrenamientos y es ahí donde tomo la decisión de venirme definitivamente a Lima. Reúno a mi familia en Chimbote, les digo: yo me voy a trabajar y cuando me estabilice los llevo. La respuesta de mi esposa fue: vamos contigo. Eso me llenó de energía para salir adelante.
-Los inicios nunca son fáciles, ¿cómo la pasaste?
Fue difícil. Una semana estuvimos en un hotel durmiendo. Pero en cada entrenamiento trataba de darme íntegro y ahora hemos mejorado muchísimo. Uno de mis proyectos es abrir otra sede. Tuve la oportunidad de trabajar en el fútbol profesional en el 2022, una propuesta muy buena, pero esta vez lo deseché para seguir al lado de Christian y terminar mi compromiso con él, que nos quedan cuatro partidos de Eliminatorias para ir al Mundial.
-¿Cómo nace la idea de intentar cambiar la sociedad usando al fútbol como herramienta?
Creo que Dios tenía todo encaminado. Tuve una infancia como muchos, difícil. En Chimbote he formado muchos deportistas, trabajé con jóvenes con problemas de pandillaje, drogadicción, que vienen de un entorno complicado y gracias al deporte los pude recuperar. También llegué a participar en la Copa Perú casi diez años con una escuela que yo mismo formé, con chicos que los tuve desde niños. Recuerdo que, en medio de la precariedad, los llevaba a mi casa a los 18 que iban a jugar y los hacía concentrar. Me conseguía de donde sea colchones para que estén conmigo y no se pierdan. Mi esposa y mis hijos siempre me apoyaron.
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José Neyra revive sus inicios y no puede evitar dar un suspiro. El camino ha sido largo, pero aún queda mucho por recorrer. Sobre todo acompañando a Christian Cueva en estos últimos cuatro partidos que quedan por Eliminatorias. Su trabajo ha sido valorado incluso por el comando técnico de la selección peruana. En su último viaje a Arabia, antes de la última fecha FIFA, en la que el volante marcó en las victorias ante Bolivia y Venezuela, Néstor Bonillo, preparador físico de la Blanquirroja, le acercó estadísticas del ‘8′ para que sepa en qué aspectos reforzar el trabajo. “Los primeros días de enero vuelvo a Arabia y seguramente me reuniré con el profesor Bonillo”.
José, en un trabajo en conjunto con la familia de Christian, ha logrado devolvernos al Cueva que necesitamos. Como dice él, Dios hizo que se cruzaran con un propósito. “Recuerdo mucho el primer video que subí con él y la gente empezó a criticarlo. Su familia se vio muy afectada, ellos son los que más sufren. Pero ahí sellamos todo el compromiso de apoyarlo, de no darle la espalda como lo hicieron muchos. Yo admiro a sus padres, a su esposa e hijas. Siempre están ahí, nunca lo dejaron solo. Él, claro, también es muy fuerte, tenía ganas de superar esa etapa difícil, puso de su parte, pero, te repito, la parte espiritual lo salvó. Yo le decía: ‘Dios espera un poco más de nosotros’. Esa frase le quedó marcado. Ese acercamiento que tuvo con Dios lo ayudó muchísimo. Si tú revisas, sus redes sociales está relacionada siempre al lado espiritual, a su familia”, nos explicó el coach hace unos meses.
Christian Cueva parece estar bien emocionalmente. Y eso la selección peruana lo celebra. El ‘8′ que hace de ‘10′ en el campo no puede faltar. Sigue siendo el crack de la era Gareca. Él lo supo desde siempre. La diferencia es que ahora sí es consciente de eso y lo asume con total responsabilidad.
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