El domingo 23 de agosto de 1981 Perú venció 2-1 a Uruguay en el Centenario, con goles del Tanque Guillermo La Rosa y el Diamante Julio César Uribe. Así, a partir de esa hazaña, la selección confirmó que la clasificación a España 82 era posible. Incluso, el sueño: fue una actuación heroica, con música de sinfónica, y la crítica se lo devolvió con adjetivos que auguraban un enorme mundial. Ahora, 41 años después, la selección se vuelve a jugar la vida en el Centenario el 24 de marzo. ¿Es verdad que Uribe silbaba una salsa sensual en el vestuario del mítico estadio, como si fuera a prepararse para salir con Clara, su novia, y no a esquivar patadas de los charrúas? ¿Es cierto que aquella camiseta modelo adidas y cuello en V cuesta hoy, en el mercado de los coleccionistas, varios miles de dólares? ¿Cómo era Tim, el entrenador de aquel equipo casi perfecto, y cómo sus charlas técnicas, mensajes que hipnotizaban? ¿Fue el Patrón Velásquez realmente el mejor futbolista de esa Eliminatoria? ¿Era imposible ganarle a la selección uruguaya en su cancha, reciente campeón del Mundialito 1980?
Algunas respuestas están aquí, en este especial multimedia preparado con fotos del Archivo Histórico El Comercio, el trabajo de Armando Scargglioni y con testimonios de Jaime Duarte, Julio César Uribe, José Velásquez y el periodista Mario Fernández, presente aquella tarde en el Centenario como enviado especial de El Comercio.
Y acá puedes ver las fotos que nunca viste de aquella tarde en Montevideo en que fuimos héroes.
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Combinaba metáforas con carajos, todo mezclado en portuñol, y el físico lo ayudaba: detrás de sus setentaitantos, su mostacho blanco y su boina, Elba de Padua Lima Tim había conformado, hasta este partido de agosto 1981 contra Uruguay en el Centenario, un equipo que jugaba a lo que él creía. Sus charlas eran, entonces, mensajes a la patria, prédicas, catequesis que hipnotizaban. Ya luego, con la eliminación de mundial encima, esa paz se volvería artillería contra sus seleccionados, pero es otra historia. En la foto, entrenamiento previo al partido que acabó 2-1, Barbadillo, Cueto, La Rosa, Velásquez y Oblitas escuchan a Tim como si fuera el sacerdote que da la charla antes de sus matrimonios. La boca abierta de Patrulla es todo: así debe ser ver un dios.
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La elegancia de Perú en 1981 tenía que ver con los zapatos de charol con que jugaba Uribe, el hombre que silbaba —”era una canción que me gustaba, estaba muy tranquilo, sabía de mis condiciones pero sobre todo, sabía de la calidad de mis compañeros”, recuerda el Diamante—, pero también con el african look de Velásquez, el Patrón, el hombre que reinventó la función de mediocampista, 300 años antes de que naciera Pogba. Él comanda el equipo peruano en el entrenamiento de rutina en el Centenario, 24 horas antes del partido ante Uruguay, no por gusto. A su lado, el Tanque La Rosa. El último de la fila, vigilante, Héctor Chumpitaz. Hay en sus rostros el rictus de quien intuye que no ha viajado de shopping.
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Un solo cambio hizo el cuerpo técnico de la selección ante Uruguay: el 16 Jorge Olaechea por el 9 Guillermo La Rosa, a los 66′. El estado físico del plantel era de privilegio —el equipo bordeaba los 30 años promedio, la plenitud— y la confianza desde el banco era suprema. Y allí, en los cambios y la estrategia, esta dupla jugaba en pared: Ramón Mifflin y Tim. La historia no ha sido justa aún con el Cabezón, amigo de Pelé y Maradona, sabio generador de pases y paredes en el viejo Nacional, cuando no existía YouTube. Esta imagen trata de hacerlo: detrás de ese Perú mágico, también estaba Ramón.
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