Tengo años viendo fútbol y escribiendo. Tengo años haciéndolo en el suplemento. Trato de aportar y sumar. Pero no creo que callándome en esta etapa lo haga. Tampoco avalando un ciclo mal concebido desde su raíz y diciendo que está bien solo porque, antes que su selección adulta, el futbol peruano tiene otros males de fondo. Nadie sostiene que el ciclo Bengoechea sea el único problema. Pero sí que es un problema.
Ningún proceso es igual al otro, hay matices. No es lo mismo defender la etapa de Oblitas entre 96-99 que los insuficientes 5 meses de Ternero en el 2005. Tampoco es igual o asemejable el ciclo olímpico de Markarián que estos experimentales 15 meses de Bengoechea. Un entrenador, además de un currículo a la altura del cargo, requiere de plazos más serios para desarrollar su idea. Y más en una selección nacional.
El ciclo Bengoechea es criticable más allá del uruguayo que fue y firmó lo que le propusieron. Es censurable porque evidencia la total ausencia de norte en la FPF. Es decir, no solo hay falta de fuerza para hacerle cumplir las resoluciones a los clubes y un directorio sin representatividad real, sino una difusa visión de lo que verdaderamente es un proyecto de continuidad. Si querían que Bengoechea suceda a Markarián, pues lo nombraban apenas Sergio se fue. Pero no. Lo hicieron tarde, 4 meses después y luego de coquetear con Bielsa por escandaloso populismo. Para peor le dieron 15 meses de prueba y condicionaron la permanencia de Pablo a “una buena Copa América”, lo que tácitamente obliga al técnico a preferir un rendimiento ya testeado –Vargas- que una apuesta joven pero de riesgo –Deza-. Ni siquiera podría hablarse de una continuidad entre Markarián y él. Cuando Sergio se sintió eliminado en 2013, puso ante Argentina y Bolivia un equipo con varias renovaciones como Benavente que adelantaban su idea de recambio a futuro. Pablo, por lo que dijo en CMD, jugaría la Copa hasta con Lobaton si pudiera.
Mi percepción es que, al margen de que efectivamente los problemas del fútbol peruano son estructurales y ni siquiera reducibles a Burga, hay una contradicción de objetivos: mientras la selección necesita usar estos meses para sondear jugadores de recambio, el técnico –que se juega el puesto en la Copa América- está utilizando el tiempo para que no lo goleen aferrándose a ciertos veteranos de ciclo cumplido.
Coincido con Daniel Peredo en que Perú debió elegir para la Copa América al mismo técnico de las Eliminatorias. E insisto: hablar de tener al mejor técnico posible no significa creer en un Superman que cambiará todo; significa apenas decir que, mientras se exige la necesaria formalización del fútbol peruano, es posible traer un entrenador que nos ayude a competir un poco más. Si venimos de Markarián, pues traigamos a uno que lo supere.
Que el fútbol peruano esté en terapia intensiva en su organización interna, no da licencia para no mirar al seleccionador que tenemos ni los vínculos a los cuales está sometido. En el primer mundo del fútbol se reirían de que el ex ayudante del jefe firme por 15 meses y sea nombrado técnico de una selección. En Perú, sin embargo, no solo hay colegas de último diploma que defienden esos contratos, sino que dicen o creen que eso es fútbol formal.