La rotura del ligamento cruzado anterior es una de las lesiones más temidas por los futbolistas. “Seis meses sin jugar” es la frase que tintinea de inmediato, aunque como señaló ayer el doctor Julio Segura, en RPP, “pueden ser seis meses, pero también siete, ocho o nueve”.
Por eso la lesión de Paolo Guerrero duele tanto. El ‘9′ del Inter había tenido un arranque espectacular en el Brasileirao (tres goles en tres fechas) y era de los pocos seleccionados que parecían llegar afilados a las eliminatorias, que pese a la pandemia deben iniciarse en octubre próximo.
Ricardo Gareca deberá cambiar de planes y, como ocurrió antes de Rusia 2018, no solo buscarle un reemplazante, sino replantear la manera de jugar del equipo. La influencia de Paolo en el juego es tan determinante como su liderazgo entre sus compañeros. Cubrir su ausencia no será fácil. Y quienes creen que será un problema menor por la presencia de Jefferson Farfán olvidan que el ex Lokomotiv también suma 36 calendarios. Además, ‘Jeffry’ no tiene club y las lesiones no le han dado tranquilidad en los últimos tiempos.
La edad tampoco se puede soslayar. Para cuando vuelva a los campos de juego, Guerrero tendrá 37 años y si bien ya tiene experiencia en paras prolongadas, el paso del tiempo hace más complejo para cualquier deportista recuperar el alto nivel competitivo.
Pero la ausencia de Paolo Guerrero se hace más dolorosa por otro motivo: en momentos como estos, de desconcierto y tristeza generalizada, era una de las pocas razones que invitaba a una sonrisa, que nos hacía sentirnos orgullosos. Por eso su dolor nos conmueve a todos. Nos va a hacer mucha falta.