En horas cruciales para su futuro, donde se asegura que su próximo equipo será el Cagliari, el goleador más querible de la selección peruana nos atiende por videollamada desde Italia para hablar, con devoción, sobre su hijo literario: Lapadula: mi historia, mis goles, mi sangre (Aguilar, 2022), que ya se encuentra disponible en librerías y, desde luego, en la FIL 2022.
—¿Por qué escribes el libro, Gianluca? ¿De dónde surge la necesidad o la urgencia?
No era una urgencia. Cuando surgió la posibilidad de hacer un libro, la idea me gustó mucho. Lo hablé con mi familia, con mi empresario, mis amigos. Me gustó porque es una historia que merece ser contada, sobre todo por lo que me ha pasado con el Perú, por todo el cariño que me han dado. Yo intenté, sigo intentando devolver ese cariño. Siento que al contar mi historia me uno más al país.
—El capítulo dedicado a tus padres, al modo azaroso en que se conocieron es conmovedor. ¿Cómo definirías esa parte de la historia?
Te digo algo que no está en el libro. Cuando yo tenía trece, catorce años fui a trabajar a la misma tienda donde trabajaba mi padre cuando conoció a mi mamá. Te lo juro. En esa tienda mi padre le regaló un chocolate a mi madre. Ella se acuerda de ese día como si fuera ayer.
—Hay una palabra que resume la historia de tu familia paterna-materna: migración. ¿Estás de acuerdo?
Exactamente. Desde los quince años yo vivo cambiando de ciudad. Es algo que está entre nosotros y yo lo valoro mucho, porque me ha permitido conocer más lugares, más personas, vivir experiencias muy fuertes. Podemos decir que sí, que la familia Lapadula es el resultado de toda una migración.
—¿Y cómo ves ahora al Gianluca que durante once años recorrió casi todo Italia, jugando en clubes de todas las divisiones posibles, tratando de abrirse camino?
Yo puedo ir a cualquier lugar de Italia y te aseguro que ahí conozco a alguien. Tengo muchos amigos en todo el país por lo mucho que he vivido. Me gusta encontrármelos de vez en cuando. Yo aprendí mucho sobre Italia recorriéndola, adaptándome a cada equipo, a cada hinchada, a las costumbres de los pueblos del Norte y del Sur. Tengo un poco de cada lugar por el que pasé.
—Sé que todavía tienes cuerda para jugar un buen rato más, pero ¿dirías que tu paso por el Milan ha sido el pico de tu carrera a nivel de clubes?
Es cierto que el Milan es uno de los mejores clubes del mundo, no tengo ninguna duda de eso, y jugar ahí me ayudó a llegar a la selección peruana. Pero yo no me pongo ningún límite. ¿Sabes por qué? Porque antes que mi trabajo, el fútbol es mi pasión, mi vida, así que tengo seguridad y confianza en que si uno trabaja puede llegar a cualquier meta. Tengo mucha fe en el trabajo.
—¿Y tienes claro cuál ha sido el peor momento vivido como futbolista? ¿Quizá cuando por una seguidilla de lesiones y paras consideraste retirarte y dedicarte a otra cosa?
Ese momento fue el peor. Tuve muchas lesiones, me quedé sin jugar cuatro meses y perdí la confianza en mí mismo. Quería dejar de jugar, toqué fondo. Pienso que cuando uno es joven a veces no entiende totalmente lo que vive y cree que no puede luchar contra las adversidades. Pero es cuestión de empezar otra vez, de buscar salidas, de pensar en tu salud antes que en el éxito. Yo tuve paciencia y recuperé la salud. Ahora me siento como un chibolo de 18 años. (Ríe).
—Pienso que en cierto sentido tu libro es una respuesta a todos aquellos que dudaban de la autenticidad de tu relación con el Perú. ¿Es así?
No creo, aunque es verdad que mi relación con el Perú empieza desde que nací, en mi primer segundo de vida yo ya tenía sangre peruana. Eso nadie lo puede negar. Con el pasar de los años me fui acercando a la selección por mi cuenta gracias a lo que veía de Farfán, Pizarro o Guerrero, pero yo ya era peruano gracias a mi madre. Ella fue mi guía con su alegría cotidiana. Arrancaba a trabajar a las siete de la mañana, no paraba hasta las ocho de la noche, pero seguía alegre. Y cuando fui a Perú por primera vez me di cuenta de que yo ya tenía una relación antigua con el país. Puedo decirte que la selección, más allá del fútbol, me ha permitido tener un mayor conocimiento sobre mi origen. Y gracias a eso ahora me siento parte del Perú de verdad.
—Esta pregunta es clave para probar tu nacionalidad: la mejor causa va rellena con…
¡Atún! Siempre. Aunque te digo que probé una causa con salmón en Cusco, una locura.
—¿Ya te has decidido entre la cocina peruana y la italiana?
Es muy difícil responder. Son dos cocinas muy competitivas, muy variadas. Mira, después de que volví de Perú toda la gente a la que le he pedido opinión me dice que le gusta más la comida peruana. ¿Sabes qué pasa? La gastronomía italiana tiene muchos menos platos. En el Perú hay un montón de platos. ¡Hace poco comí cuy!
—¿Y no te desagradó el aspecto del plato?
No, es que lo comí bien cortado, en palitos. No podría comerlo de la otra manera (Ríe).
—En tu último paso por Lima, ¿qué sentiste al volver a la quinta de Barranco donde creció tu madre bajo el cuidado de tu abuela, al lado de trece hermanos?
Ahí entendí por qué ella tuvo tantas ganas de salir del Perú. Lo entendí mucho mejor. Mi mamá estaba presente cuando hicimos la visita y lloró cuando vio su antigua casa. Fue un momento muy importante para todos.
—Cuando Gareca te invitó a integrar la selección por primera vez, tú rechazaste esa invitación. ¿Podrías contarnos por qué?
Me acuerdo que el profe vino en Italia el día de mi cumpleaños, el 7 de febrero. Fuimos a comer juntos. Y te digo la verdad, más que la selección me gustó el profe. Me gustó mucho. Tenía una manera de hablar y exponer sus ideas que me gustó mucho. Fue a partir de ese encuentro que mi esposa y yo empezamos a tomar clases de español. Pero yendo a la pregunta, cuando me pidieron jugar la Copa América yo tenía pendientes los play-off con mi equipo, el Milan, y ahí podía pasar cualquier cosa. Creo que hoy tomaría la misma decisión. Cuando finalmente decidí ir a la selección fue porque ya sabía muchas más cosas del equipo y de Perú.
—No te arrepientes entonces…
No. Creo que salió bien así, Renato. Me habría gustado conocer Perú antes, cuando era niño, me habría encantado, pero estoy contento por cómo salieron las cosas.
—En el libro mencionas a varios de los técnicos que te formaron, entre ellos Vincenzo Montella o el ‘Pippo’ Inzaghi. También le dedicas unas líneas a Gareca. ¿Ha sido el Tigre el entrenador más importante o determinante de tu carrera?
Si tengo que decir lo que pienso del profe, te digo: lo conocí como un padre, lo viví como un entrenador, pero sobre todo fue un amigo. Me enseñó muchísimo, me ayudó a levantar mi nivel, tengo mucho por qué agradecerle.
—¿Qué piensas de su salida de la selección?
Pienso que no puede faltar ni él ni su comando técnico. Sufro mucho con todo lo que está sucediendo. Y todo el país lo sufre también.
—La forma en la que se ha ido, ¿te produce tristeza o rabia?
Las dos. Siempre he dicho que en la selección somos una familia y él es parte integrante de esa familia. Él no puede faltar. Además de tristeza también tengo miedo, porque no sé qué ocurrirá sin él y sin el comando técnico. No hemos clasificado al Mundial, pero llegamos hasta el final, y lo hicimos juntos. De verdad, yo creo mucho en él, en su trabajo, ojalá pueda revertirse la situación.
—Sin Gareca y sin Oblitas, ¿seguirás en la selección, Gianluca?
Mira, esta es una pregunta muy fuerte. Lo que puedo decirte es que, mientras la selección necesite de mí, siempre tendré la disponibilidad. La ausencia del profe me da mucha tristeza, no solo porque es una persona con una gran calidad humana, sino porque me gustaría seguir con la misma estructura, sin poner en riesgo todo lo que se ha construido en estos años. Sin embargo, a pesar de mis deseos, mi compromiso con la selección se mantiene.
—Cambiemos de tema. En el libro cuentas que, al recibirte en la selección, los jugadores te hicieron cantar una canción, pero no dices cuál fue.
(Ríe). Por suerte yo elegí la canción. Era un tema de Frank Sinatra, «Fly me to the moon», una de mis favoritas.
—En un capítulo mencionas a un grupo de jugadores dando a entender que son los más influyentes en tu trabajo: Cueva, Carrillo, Yotún. ¿Son ellos tus mejores amigos de la selección?
No es que sean “los mejores”. Yo me llevo muy bien con todos. He jugado mucho con ellos y tengo una gran confianza en el campo, quizá eso hace que la relación sea diferente, pero también me llevo muy bien con ‘Canchita’ Gonzáles, Calcaterra, López. Tengo que decir que la Foquita (Farfán) y Paolo (Guerrero) me ayudaron muchísimo. Igual que Claudio (Pizarro). Todos ellos me ayudaron mucho.
—Una vez te escuché decir que no tenías cábalas, pero en el libro mencionas que antes de cada partido tomas un puñado de tierra de la cancha y escuchas el soundtrack de la película Gladiador. ¿En qué quedamos? ¿Eres cabulero o no?
(Ríe). Cuando yo jugaba en la Juventus vi esa película y me gustó mucho, pero tenía ocho o nueve años. Me gustó esa y también Corazón Valiente, incluso me hice un tatuaje de William Wallace, pero no, no tengo cábalas.
—Gianluca, ¿qué crees que significas tú para los hinchas peruanos? ¿Qué crees que simbolizas? ¿Por qué crees que te quieren tanto?
Al comienzo no lo podía entender, pero creo que la gente me recibe con cariño por la forma en que actúo en la cancha. La cancha habla. Y creo que la gente nota mi actitud, mi manera de jugar más allá de los goles. Pero sobre todo creo que a la gente mucho ver a su selección tan unida. La verdad, todavía me cuesta entenderlo. El cariño de la gente también es una responsabilidad.
—¿Llegaste a creer que era cierto aquello del “efecto Lapadula”?
La primera vez que llegué a Perú creo que le pegaron a un presidente o a un alcalde. Cuando vi esa imagen, me asusté. Todavía no puedo entender bien lo que pasa con la política peruana, por lo que he leído sé que hay muchos problemas, pero no me meto en la política porque no me compete, no la conozco. Yo solo deseo lo mejor para el Perú y los peruanos. ¡Tienen un país de la puta madre!
—¿Considerarías la posibilidad de vivir en el Perú en algún momento? ¿Lo has conversado con Alessia, tu esposa, o con tus hijas?
Claro que lo hemos hablado. Es una idea atractiva. Ahora mismo sería algo difícil cambiar de país y de vida con las niñas, pero nunca se sabe lo que puede ocurrir.
—¿Es muy difícil ser padre de tres hijas?
Es otro deporte. Un deporte de aventura. Y no te olvides del perro, nuestro labrador, que es como un hermano para ellas. Es mucho más importante que yo. (Risas).
—¿Te gustaría o no que alguna de tus hijas sea futbolista?
Lo que más me importa es que mis hijas puedan estudiar y ser felices. Si quieren jugar al fútbol, que jueguen.
—Luego de lo ocurrido en Doha, ¿te ves te ves jugando un Mundial con Perú? ¿Tienes esa ilusión aún o ya la has descartado?
Para mí ir al próximo mundial ya es un objetivo en curso. En este momento yo trabajo por ese objetivo. Como bien, descanso, me cuido.
—Al final del libro hay unas reflexiones que resumen tu aprendizaje profesional. Quien las lee, siente que está leyendo las palabras de un futuro director técnico. Después de haber sido arquero, defensa lateral, extremo por derecha y delantero, ¿te gustaría ser entrenador?
Claro, me encantaría quedarme en el fútbol y seguir haciendo algo que me que me hace sentir vivo. Jugar al fútbol me da vida. Ser técnico es algo muy diferente, pero sí, me encantaría.
Tanda de penales
—¿Fly me to the moon de Sinatra o Il Cielo in una stanza de Gino Paoli?
No puedo elegir, me muero por las dos.
—Completa la frase: cuando despierto mis ojos y veo…
…que sigo viviendo contigo Perú.
—¿Duele más el tabique nasal desviado, la fractura de vértebras de la cadera o la inflamación permanente del tobillo?
Lo que más duele es no haber ido al Mundial.
—¿Y al cuerpo qué le duele más?
También me rompí la mano y los dientes, pero lo más pesado fue romperme la nariz en Colombia. Me acuerdo que le pregunté a Gallese cómo me veía y me dijo: “tranquilo, estás muy bien”. (Risas).
—¿El estadio Delle Alpi en Turín o El Nacional de Lima?
El Nacional.
—¿En la casa de tu madre, la casa de los Vargas, qué se gritaba más: ¿Arriba Alianza o Y dale U?
¡Arriba Perú!
—Tu mala palabra peruana favorita.
De puta madre.
—¿Quién te la enseñó? ¿Cueva?
¡Todos!
—¿Con qué personaje de la cultura peruana te gustaría tener una conversación?
Con Pachacútec.
—¿Qué le preguntarías?
¡Cómo hiciste Machu Picchu!