Si Perú hubiese clasificado a Qatar 2022, André Valera luciría un ‘Tigre’ en el antebrazo. Se lo había prometido a sí mismo. Se trataba, evidentemente, de un homenaje al hacedor del milagro: Ricardo Gareca Nardi.
Pero el milagro consecutivo fracasó. Flaqueamos en el partido más decisivo de los últimos cuatro años y nos sumimos en el silencio más aterrador. Aún tratamos de recuperarnos de aquellos escombros.
Transcurrieron las semanas y, con ello, creció la incertidumbre sobre la continuidad de Gareca. Luego pasó lo que todos ya sabemos: se le paseó, viajaron a Argentina un par de emisarios discutidos, se le hizo una oferta para que pateara el tablero y lo lograron.
Cuando André, que estudia periodismo y ya ha entrevistado a algunos futbolistas de la Liga local, se enteró de que el ‘Flaco’ Gareca daría una conferencia de prensa para despedirse de la gente, se propuso una locura: buscarlo en ese mar de gente, hacerle la guardia, perseguirlo y conseguir su firma para tatuársela.
También lo logró.
El 19 de julio, hace apenas un mes aunque pareciera una eternidad, Gareca habló por última vez como entrenador de la selección peruana en el hotel Hilton, en Miraflores. La multitud, como era previsible, acudió. El Gareca peruano, el Lapadula de los Andes y demás personajes del folklore nacional. André Valera no llevó ningún disfraz. Solo el ímpetu de sus veinte años, un pequeño cartel y un lapicero en el bolsillo.
Lo prometido es deuda. Fui, lo busqué y lo conseguí. Ricardo Alberto Gareca Nardi me firmó el brazo y me lo tatué. https://t.co/F6giHz3JKi pic.twitter.com/rbdOgJIWXS
— André Valera (@andrevalera02) July 20, 2022
El mensaje era directo: ¡Gareca, tu firma y me la tatúo! Pero, aunque curioso, era uno más entre tantos. “Yo sentía que tenía que hacerme caso porque lo mío era extraordinario”, dice Valera. No pudo entrar al Hilton. No hubo cómo. Así que puso a prueba su paciencia y esperó, y esperó.
Un par de horas después, plantado en la cochera del hotel, el ‘Flaco’ salió en un Mazda negro, rumbo a su casa. En medio del caos, dice haber sido el único que fue tras él. Lo correteó hasta donde pudo y después, extenuado, se subió a un taxi. Jadeante, le dijo al chofer la frase que vio tantas veces en las películas: ¡siga a ese auto!
Hasta ese momento, el muchacho quería tatuarse en una de sus piernas. Pero cuando el carro -del entrenador que nos llevó a una final de Copa América luego de 44 años- se frenó ante un semáforo, André Valera supo que su oportunidad había llegado. Se bajó del taxi, se acercó con su cartel y se entregó a la voluntad del destino.
Sucedió en diez segundos, según dice. El ‘Tigre’ bajó su luna, él se remangó el polo, y le dio el lapicero. Gareca no lo pensó tanto, y le rayó el antebrazo izquierdo. Se despidió con la mano y arrancó. André no alcanzó a decirle nada. Según su relato, comenzó a gritar de emoción. Había cumplido su sueño.
Se trata de su décimo tatuaje. En la pierna derecha, enroscándole los tobillos, luce una parte de Contigo Perú: “Emocionado doy gracias al cielo / Por darme la vida contigo Perú”. Sobre sus costillas figuran dos de las fechas más significativas para él: 15.11.17, cuando vencimos a Australia y retornamos a las Copas del Mundo; y el 18.12. 13, la última vez que la ‘U’ campeonó.
Su familia no se puso muy contenta que digamos al verle el garabato en el antebrazo. Se enteraron por las noticias. Le llamaron la atención. Uno de sus hermanos mayores incluso le repitió: “Gareca es un humano común y silvestre”, como si eso fuera a cambiar las cosas.
¿Qué le hubieras dicho si hubieses tenido chance?, le pregunto. “Gracias por hacer feliz al Perú”, responde. André Valera, el hincha que se tatuó el último autógrafo que dio Gareca como técnico de la selección, puede ir tranquilo por la vida: se regaló un instante para siempre.