Habíamos caminado mucho para llegar hasta aquí. Habíamos avanzado tanto que era imposible pegar la vuelta. Desde ese puente, que comunicaba la avenida principal de Saransk con el estadio Mordovia Arena, solo podía transitar una alegría sísmica. Los hinchas peruanos habían hecho su propia revolución rusa con banderolas e instrumentos musicales. Hace dos años, Perú debutó en el Mundial de Rusia 2018. Hace dos años, una barra bicolor comenzó a ganarse la Copa del Mundo del aliento. El sol tropical y las nubes que parecían pintadas con acuarelas, nos hicieron sentir esa tarde que estábamos tocando el cielo.
Así ocurre cuando tu vida no se cuenta en años, sino en todos los Mundiales que viste. Ahora Perú iba a estar en el álbum de figuras, ahora -como decía una arenga de tribuna- estábamos por fin de vuelta. La hinchada peruana se acercó como una ola incontenible al Mordovia Arena, éramos un tsunami repleto de amor por una camiseta. Pero esta historia había comenzado a escribirse seis meses antes.
“Un día después de la clasificación al Mundial nos reunimos en una casa para comenzar a hacer el plan de aliento en Rusia. Queríamos hacer la diferencia, aún no sabíamos que existía ese premio de la FIFA. Solo queríamos hacer historia como hinchada. Pero todo lo planificamos con tiempo. Organizamos la logística, la economía, contactamos a un peruana que estudiaba Matemática en Moscú y tuvimos muchos meses antes una hoja de ruta”, me responde Jesús Bustamante, director de la Blanquirroja. Incluso se planificó ayuda para aquellos integrantes de la barra que no contaban con recursos para esa larga travesía. Querían ser muchos y al final fueron miles.
Saransk está a doce horas de Moscú en tren. La mayoría de peruanos partió en los viajes nocturnos para dormir en las camas del tren y, de esta forma, ahorrar el costo de una noche adicional de hotel. La ruta fue tranquila, sin sobresaltos, solo con algunas iniciativas de ensayar cantos para acompañar a la bicolor. Los fanáticos daneses, con más templanza, solo trataban de emparejarse con tanta euforia acumulada.
No solo La Blanquirroja llevó el calor de tribuna a Rusia, también estuvieron otros grupos como La Franja y Sentimiento Blanquirrojo. Los tres con sus iniciativas y sus planes de fiesta bicolor. Pocos veces estos tres grupos coincidieron tanto como en esa previa en Saransk. “De hecho que esa previa fue la mejor, la más completa y emotiva que organizamos. Solo la podríamos comparar con todo lo que generamos en Buenos Aires. Pero esa caminata en Saransk fue el pico de todo lo que organizamos”, continúa Bustamante, quien fue uno de los miembros de la Blanquirroja que viajó a Londres para recibir el premio FIFA The Best a la mejor hinchada del mundo en diciembre del 2018.
El diario Sport Express de Rusia publicó, en esos días de junio del 2018, un informe donde la barra peruana aparece entre las grandes sorpresas que había traído ese Mundial. “Una euforia solo comparable con el bullicio argentino o el carnaval brasileño”, decía el texto. Ya para ese entonces se comentaban las cifras de entre cincuenta mil y sesenta mil compatriotas en las diferentes sedes de este torneo. Se escribían, de esta manera, los primeros capítulos mundialistas de un amor eterno e inolvidable.
-Un acto de fe-
Cinco horas del partido ante Dinamarca comenzó el banderazo blanquirroja. Uno de los puntos de encuentro fue la catedral San Teodoro Ushakov de Saransk, lugar majestuoso e inmejorable para renovar la fe de ver a Perú en un Mundial. Desde ese templo ortodoxo fueron casi tres kilómetros de paso lento, festivo y seguro.
Edwar Apaza es otro de los directores de la Blanquirroja que viajó a recibir el premio The Best. “Cuando nos reunimos en mayo, en el teatro Mario Vargas Llosa, vimos un PPT donde decía ‘¿cómo ser la mejor hinchada del mundo?’", no imaginamos lo que iba a pasar meses después. Podríamos decir que fue una feliz premonición", me dice Apaza a través de un audio de Whatsapp. Nos comunicamos a la distancia y recordamos un tiempo en el que estuvimos todos juntos.
“Fue un reto logístico cuando vimos que la convocatoria era tan grande. El hito más impactante para los peruanos durante el Mundial, fue imponente. Aparte había un puente grande entre la calle y el estadio. Nos dio la sensación que estábamos llegando a algo importante”, recuerda Edwar, quien al igual que Emilio ha acumulado colecciones de millas siguiendo a la selección desde la fundación de la Blanquirroja en el 2008.
Cumplir ese sueño mundialista que teníamos desde tiempos escolares fue mucho más que una simple alegría. Fue una reconciliación. Saransk es una ciudad silenciosa y ordenada donde el silencio era parte de una escenografía de plena quietud. A doce horas de Moscú en tren, parece que en estas tierras nunca pasará nada. Hasta que llegaron miles peruanos con un carnaval que parecía ser para toda la vida.
“No podíamos creer todo lo que estábamos viviendo. Yo acompañé al equipo desde las Eliminatorias y, a pesar de la derrota, siento que volvimos a lo grande para competir en las ligas mayores”, me dice Valeria Quiroga, hija de otro protagonista en esta saga de recuerdos. Ramón Quiroga no solo ha sido dos veces mundialista, sino que como comentarista de TV formó parte de las inmortales narraciones del gran Daniel Peredo. Valeria viajó hasta a Rusia, se reencontró con su padre y ese 16 de junio del 2018 también sintieron que “era hoy Ramón”.
La banda avanzó en orden, mientras más cerca estaba el estadio se elevaba el volumen del coro. A los hinchas peruanos se les había repartido cancioneros. La orquesta funcionaba como un reloj. Pero cuando entramos en el puente, fue inevitable recordar la cantidad de intentos fallidos para estar en un Mundial. Fue difícil no ceder ante esa avalancha emocional de tanto tiempo esperar por este momento. Los que tocaban instrumentos lo hacían con más fuerza, las voces cayeron en una feliz afonía. Nos abrazábamos caminando. Nos pusimos a llorar.
“Para mí lo más emotivo fue cuando pusieron el Contigo Perú en el estadio. Nadie lo esperó y por eso cantamos llorando. Nadie se imaginaba poder escuchar al Zambo Cavero en un estadio de Rusia”, me responde Julio Escalante, periodista y dramaturgo. Para él, cada vaso -con el logo mundialista- coleccionado en los partidos que Perú jugó son como trofeos de esa batalla donde ganó nuestra singular manera de ser felices.
El estadio Mordovia Arena de Saransk esa tarde del 16 de junio fue rebautizado como el estadio Nacional de Saransk. A 13 mil kilómetros, con casi 40 grados de temperatura, nuestra sangre hirvió como si estuviéramos en el coloso de José Díaz. Fuimos locales otra vez ¿dos años después alguien lo duda? Los peruanos en Rusia fuimos una procesión de devotos que celebraba nuestra vida en un Mundial. Que pudimos estar allí, que pudimos contarlo. Que la vida nos alcanzó para hacerlo.