Mientras Charles Chaplin se negaba al cine sonoro dos años después de “Tiempos modernos” en 1938, su ‘clon’ brasileño pidió la palabra en un Mundial de Fútbol. Y se la negaron. Se llamaba Elba de Padua ‘Tim’. Sus mejores amigos del balompié le decían el ‘Peón’ por ser incansable y por su capacidad multiusos en la cancha. En la Copa del Mundo en Francia, quien dirigió a Perú en España 82 pudo haber logrado el primer título con Brasil, pero su técnico le dijo que no. Tim tenía el ‘look’ del divertido Charlotte, pero esa exclusión lo dejó sin sonrisas por mucho tiempo.
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Con su gorro de Baretta y sus bigotes de Chaplin, Tim pasó los años treinta como uno de los mejores volantes de un Brasil que caminaba todavía sin el impulso de la tradición. Aparecía Leonidas como el primer ídolo de ébano y como el primer y único jugador en anotar un gol descalzo en la historia de los mundiales (a Polonia en ese torneo de Francia 38).
Brasil era el único representante sudamericano y el favorito por lo mostrado en los primeros partidos. Elba de Padua Lima solo jugó en el partido de desempate ante la antigua Checoslovaquia. Estaba listo para definir el pase a la gran final ante la campeona vigente, Italia. Todos le apostaban al fútbol artístico de los brasileños. ¿Entonces por qué no fueron campeones del mundo?
SAL Y PIMENTA
Ocurrió el 16 de junio de 1938. Brasil enfrentaba a Italia por las semifinales del Mundial. El técnico de la selección brasileña, Ademar Pimenta, no puso en el equipo ni al sorprendente Leonidas ni a Tim. “Los quiero tener descansados para la final”, dijo Pimenta antes del partido.
La prensa de su país lo acusó de soberbio, pero la leyenda urbana tuvo otra versión: a Tim y al ‘Diamante negro’ los sentaron porque tenían la mala costumbre de escaparse de la concentración. Brasil tuvo que esperar 20 años para coronarse por primera vez con la copa Jules Rimet. Los sobrevivientes a esos tiempos aún creen que con el “Peón” y Leonidas habrían dado la vuelta olímpica en París. Tim tuvo que esperar 44 años para volver a un Mundial, esa vez como técnico de la selección peruana.
Elba de Padua Lima no hablaba, sino daba señales de humo. Nunca dejó de fumar. A pesar de eso, los pulmones le alcanzaron para conseguir un tricampeonato carioca con el Fluminense y un tercer puesto en la Copa América de 1942 (donde derrotó a Perú por 2-1).
PERÚ, ESPAÑA 82
Como técnico, Tim era un abanderado del fútbol espectáculo. Ganó campeonatos cariocas con el Vasco da Gama y con el Flamengo y en 1968 logró el título Metropolitano con el San Lorenzo de Almagro argentino.
Como alguna vez lo escribió el periodista Pedro Ortiz, la mejor paradoja de su propuesta futbolística fue su aparición en el comercial televisivo de un histórico sazonador. Tim aparecía al final repitiendo el eslogan de la marca: “El toque del sabor”. Eso era.
“Me iré a la tumba sin saber por qué Cueto no acertó un pase en España”, dijo Tim antes de morir, dos años después de disputar el Mundial en el banco peruano. Al menos tuvo su revancha con otra camiseta. Cuando enfrentó a Italia como técnico en 1982, se juró no perder. Fue un 1-1. Lo logró. Ya no estaba Pimenta. Estaba él.
“A Tim lo tumbó un gran problema personal, que si a un joven le pasa lo acaba”, le respondió Eduardo Malásquez la semana pasada al periodista Fernando Dávila del diario “Trome”. A lo que hace referencia el ‘Flaco’ es un asunto familiar que estalló precisamente cuando Elba de Padua Lima estaba en España con la selección peruana. Fue un tema delicado, que le hizo romper vínculos con seres muy queridos y que llegó a oídos de todo el plantel bicolor.
Algunos jugadores que fueron parte de ese plantel definen a Tim como “distraído y falto de autoridad”. Fue allí donde creció la figura del asistente técnico Ramón Mifflin, aunque no alcanzó para que el equipo saque la victoria (o empate) ante Polonia en ese último partido por la fase de grupos de aquella Copa del Mundo de 1982. Elba de Padua no pudo vivir su segundo Mundial, ahora como técnico, con los cinco sentidos bien puestos. Tal como le ocurrió en 1938.
Vargas Lima, su padre, era amante de la historia y de la geografía. Por eso bautizó al recordado Tim con el nombre de la isla italiana donde fue exiliado Napoleón Bonaparte (Elba). Hay nombres que condenan o que sirven de absurda profecía. Tim solo fue un espectador vestido de corto en los tiempos que Brasil construyó su imperio en el fútbol. Sus mejores tiempos como técnico los pasó en Argentina y en Perú. El entrenador que nos llevó al Mundial España 82, al igual que Napoleón, también fue un auténtico exiliado.
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