Aún afónico por el primer grito de victoria luego del flash electoral, Jorge Muñoz, flamante alcalde de Lima, responde en caliente las primeras preguntas de la prensa. “Seré el alcalde de los Juegos Panamericanos y del bicentenario”, dice Muñoz sin trastabillar con la duda. Era el mensaje que un país deportivo había esperado por muchos años. Era la declaración de pertenencia que nos habíamos resignado a no escuchar.
Faltan diez meses para que Lima sea la sede de la competencia más importante de la región. Sin liderazgos a la vista, los preparativos para llegar a tiempo a la inauguración de los Juegos caminan entre el apuro y el desorden. Desde que ganamos la sede, en enero del 2013, no han aparecido autoridades ediles que asuman la organización de los Panamericanos como un tema excluyente de la agenda municipal. Ni Susana Villarán ni Luis Castañeda abrazaron los Juegos. Tampoco expresaron abierto rechazo a esta enorme responsabilidad. Como el vals, más que odio hubo solo indiferencia.
Hasta que Jorge Muñoz, como para tomar distancia con el mutismo que lo antecede, pidió la palabra y anunció que será parte visible y protagónica de estos Juegos. Más allá de la constitución del Comité Organizador de los Juegos (Copal), quedó claro que tendremos un alcalde al que le importa empujar este carro, que ha quedado varado muchas veces en estos últimos cinco años.
Para el próximo año, si no se agrava la crisis dirigencial en la Federación Peruana de Fútbol, tendremos tres eventos emblemáticos que nos convertirán en el epicentro deportivo de la región: el rally Dakar, el Mundial Sub 17 y estos Panamericanos, que dejaron la orfandad para tener a un alcalde que ha prometido velar por su salud. Y no solo eso, Muñoz horas después de su oficial elección volvió a conversar con los reporteros y agregó a los Juegos Parapanamericanos –competencia para atletas con alguna discapacidad física– en su discurso oficial. “Tenemos que estar preparados y confirmar que las instalaciones están acondicionadas para este tipo de competencias”, explicó el alcalde electo desmarcándose de cualquier señal de improvisación.
Por supuesto que importa que las autoridades se pronuncien cuando el país tiene desafíos como escenario deportivo. Así como Jorge Muñoz con los Panamericanos, también abrimos los micrófonos para escuchar al presidente Martín Vizcarra, y otras autoridades, acerca del Mundial Sub 17 y el Dakar. ¿Los queremos organizar? ¿Entendemos la importancia de una política de Estado que vincule al deporte? ¿Lo haremos alguna vez?
Más allá del abierto distanciamiento entre el Congreso y la FPF, los tiempos se acortan para que las garantías de Perú, como organizador del Mundial Sub 17, sean entregadas a la FIFA. Aquí no se admite tibieza, es el todo o nada. Pasan los días y el desinterés asusta. Las autoridades –léase líderes políticos– solo se pronuncian sobre el deporte para el aplauso fácil de la gente. Sigan el ejemplo de Jorge Muñoz, quien entendió la importancia de este evento. Tuvieron que pasar tres alcaldes para entender que organizar los Panamericanos no es un juego.