Una taza de avena y un par de bizcochos eran suficientes para entrar en calor. La manecilla del reloj de la salita marcaba las cinco de la mañana y doña Peta, con el estoicismo de quienes tienen el día resuelto a base de una fortaleza propia de madre, levantaba a José Paolo de la cama, primero con un cálido beso y luego, con el rigor que implica criar a un Guerrero. Le ganaban al amanecer y partían junto a Julio Rivera rumbo a la playa Agua Dulce. Ahí, el ahora goleador histórico de la selección peruana y nuevo jugador de Alianza Lima, se pasaba la mañana amagando a las frías olas detrás de su tío José Gonzales Ganosa, Caíco, que antes de convertirse en una leyenda blanquiazul, fue el mejor arquero de su generación y casi un padre para el Depredador.
Caíco adoraba a José Paolo. Lo quería como a un hijo y lo llevaba a todas partes donde le era posible, especialmente a los estadios de fútbol. La primera camiseta de la selección peruana de Paolo se la obsequió su tío Caíco, como narra con exquisita simpleza el periodista de este Diario Miguel Villegas, cuando en una tarde del 17 de febrero de 1985, Paolo, entonces con menos de dos años de vida, posó vestido con los colores de la Blanquirroja en el preámbulo de lo que sería la victoria de la selección por 3-0 sobre Bolivia. Aquella escena quedó registrada como la primera foto del delantero vestido con la camiseta de todos.
“Paolo era un hijo para él, lo quería mucho, lo llevaba a todas partes, mi hermano Caico siempre está iluminando a mi hijo desde el cielo”, repite doña Petronila cada vez que la pregunta llega para inquietarla por el rebrote de recuerdos que implican en su memoria. Gracias a su tío, Paolo fue mascota de la selección peruana y fue también gracias a Caico, que Depredador empezó a entrar a la cancha de Matute previo a los partidos para posar como mascota y amuleto de suerte para el cuadro blanquiazul.
De todas las imágenes, hay una que navega en redes sociales y conspira para creer que fue el tío Caíco Gonzales es el principal responsable de que por las venas de Paolo Guerrero corra sangre blanquiazul. Sí, es cierto, en su familia todos son del Equipo del Pueblo y no había forma de que el pequeño de cabello rizado sienta apego por otros colores, pero fue Caíco quien, literalmente, lo condujo de la mano entre tantos partidos, tantos juegos e incontables entrenamientos, hacia el sentimiento máximo de pertenencia que un club de fútbol puede inspirar en un ser humano.
En la foto aparece José Caíco Gonzales Ganoza de pie y de su mano, intenta mantenerse de pie un todavía pequeño Paolo, bien vestido con el uniforme de Alianza Lima y delante una pelota más grande que su cabeza. Paolo no recuerda nada, era demasiado pequeño, tiene que remitirse a las pocas fotografías de ese entonces para emocionarse mientras que Doña Peta le cuenta con detalles de retratista cada una de las anécdotas y momentos junto a su tío.
José Gonzales atajó 14 temporadas en Alianza Lima. Disputó 475 encuentros con el cuadro blanquiazul, convirtiéndose, en el futbolista íntimo con más clásicos jugados en la historia (55). Fue tricampeón (1975, 1977 y 1978) y líder natural en la generación de potrillos a mediados de los 80. También fue campeón de la Copa América 1975, como suplente del titular Ottorino Sartor. Además, disputó el Mundial España 1982.
“Él (Caíco) fue el primero que le puso la camiseta de Alianza y lo sacó de mascota. De ahí, él (Paolo Guerrero) le tiene mucho cariño al Alianza. Desde que su tío Caíco le puso la camiseta de Alianza, él no se la sacaba. Tuvimos que comprarle otro juego. Uno le lavaba, uno le ponía, porque él quería estar así, bien vestido”, recuerda doña Peta en un reportaje televisivo, mientras sus ojos se van tornando vidriosos y la cámara la deja en evidencia.
“Cuando yo llevaba a Paolo al estadio, mi hermano lo veía y decía ¡uy, vino mi cábala!, entonces se lo llevaba, lo cargaba y le hacía posar con el equipo, Paolo iba feliz”, cuenta una orgullosa mamá en una entrevista de hace 10 meses que está colgada en el canal de Youtube del periodista Juan Carlos Esteves. Cuando Caíco falleció en el trágico accidente del Fokker en 1987, Paolo estaba por cumplir los tres años.
El 10 de julio pasado, Guerrero lo recordó con un emotivo mensaje en redes sociales: “Feliz cumpleaños, tío. Hoy estarías cumpliendo 70 años, un abrazo al cielo, te queremos mucho”. Sus celebraciones de gol, desde que debutó profesionalmente con el Hamburgo alemán, también han estado dedicadas al cielo.
“Me hubiese gustado conocer a mi tío de grande, disfrutar todos estos momentos, era como mi segundo papá, él me llevaba a todos lados, porque no tuvo hijos varones, tuvo tres mujeres, en todos lados decía es mi hijo, es mi hijo”, confiesa Paolo en una entrevista en Brasil con Cuto Guadalupe. No lo dice, pero le da los créditos a su tío por su aliancismo y su fútbol.
Muchos años después, desde el cielo, el gran Caíco verá a su sobrino favorito vistiendo la misma camiseta con la que él se hizo leyenda. Y por fin, Paolo Guerrero habrá cumplido su promesa de defender los colores de Alianza Lima antes del retiro. La histórica foto del tío y sobrino, sin saberlo, fue el hilo conductor de una historia con final feliz.
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