Hay grandes futbolistas extranjeros que se ganaron a pulso escribir su nombre en el salón de la fama del fútbol peruano. En la década del noventa, por ejemplo, el argentino Luis Alberto Bonnet dejó un recuerdo imborrable en nuestro país rompiendo redes rivales. El temible artillero festejó 139 goles con la camiseta de Sporting Cristal. También con la celeste, el brasileño Julinho hizo lo propio con su endiablada gambeta, hasta lo nacionalizaron peruano y jugó por la selección. En el 2006, el chileno Fernando Martel de apenas 1,71 metros de estatura derrochaba litros de calidad y sudor ante el aplauso generalizado de los aficionados de Alianza Lima.
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El brasileño Eduardo Esidio, por su parte, no solo perforó las redes 37 veces con la ‘U’ en el pecho en el 2000, también lo hizo con el corazón de los fanáticos cremas al pasarse a la vereda de enfrente. Mayer Candelo regaló sus pases exquisitos y Martín Vilallonga sus cabezazos inatajables en Ate. Y así, son varios los futbolistas que, aunque hoy ya estén alejados de las canchas, el hincha abrazará en su recuerdo para toda la vida. Son tantos que faltaría tiempo y espacio para mencionar a todos. Sin embargo, hay otros jugadores que vinieron de afuera y también hicieron historia, pero no precisamente por acciones admirables ni tampoco por sus goles. Este fue el caso del uruguayo Mario Leguizamón.
El volante llegó a comienzos del 2007 a la San Martín. En aquel momento era catalogado como uno de sus uruguayos que mejor proyección tenía en su momento, pero que solo pudo mostrar chispazos de buen fútbol en Peñarol. Había jugado por la selección uruguaya en las categorías Sub 17 y Sub 20. No era poca cosa. En Santa Anita, con la número ‘10’ en la espalda, se encargó de entregar buenas actuaciones con la camiseta santa. Trotón para el desplazamiento, pero muy rápido de mente y dotado técnicamente, así era Leguizamón. No tardó mucho para ser considerado uno de los mejores extranjeros de aquella temporada. Sin embargo, fue protagonista de un hecho repudiable que opacó su buen momento futbolístico y quizá también su carrera. En YouTube nadie entra para buscar sus goles, sino por un nefasto insulto.
El ‘Vago’, como lo apodaban en ese entonces, fue expulsado por Silvia Reyes en el partido del Descentralizado entre la San Martín y el Alianza Atlético. Molesto por la sanción recibida, se fue por el túnel dejando una frase repudiable y contundente. Indicó que “las mujeres no deben dirigir en el fútbol masculino” y manifestó un comentario grosero sobre la vida sexual de la árbitra. “Está mal cog... No le dieron un buen polvo en la mañana. No sé por qué me expulsó y cómo pueden poner a una jueza a arbitrar”, señaló el jugador, cuyas declaraciones fueron criticadas desde que se difundieron a nivel nacional.
Días después, el charrúa pidió disculpas, con una actitud que fue catalogada de “soberbia” por la prensa, pero Reyes no las aceptó y aseguró que solo esperaba un castigo ejemplar para el centrocampista: “Acá el problema es el machismo, porque soy mujer me critican. Como si fuera la primera vez que dirijo”, dijo Reyes, que ya ha había dirigido en dos campeonatos sudamericanos, en Chile y Brasil.
“Si él dice que soltó un insulto al aire es un cínico. Yo no voy a aceptar sus disculpas, porque es muy fácil pedirlas luego de lanzar un improperio. Ya muy pronto se sabrá qué le toca porque esto no se va a quedar así”, remarcó la jueza. Ante esta situación la directiva del cuadro de Santa Anita mostró su respaldo a Reyes y decidió suspender al jugador separándolo del equipo por un mes sin recibir su sueldo. Esto provocó que el volante haga las maletas y se vaya al fútbol ecuatoriano para jugar por Emelec ya bautizado en nuestro medio como ‘Lisurita’.
Sin hacer una gran diferencia en este último cuadro y tampoco en los que jugó después (Deportivo Táchira de Venezuela y Durazno FC de su país), pegó la vuelta al Perú en el 2010 para defender la camiseta del José Gálvez. Luego pasó por Guaraní, César Vallejo, Rampla Juniors y Cienciano. Pero el gran momento de tomarse una revancha con el balompié nacional le llegó en el 2013.
La ‘U’ buscaba ser campeón nacional después de 13 años y para esto contrató los servicios del técnico argentino Ángel David Comizzo y una serie de refuerzos, en donde destacaban los uruguayos Diego Guastavino, Sebastián Fernández y Leguizamón. No obstante, este último fichaje fue más un capricho de la directiva que un pedido expreso del ‘Indio’. Esto al final terminó repercutiendo en la triste historia que vivió el ex-San Martín con los merengues.
El volante no llegó a disputar ni un solo minuto con la camiseta crema y fue congelado por el técnico argentino. "A Comizzo le gustan los equipos dinámicos, verticales, de mucho vértigo por las bandas y ahí yo no encajaba para él. Comizzo y yo somos profesionales, somos personas grandes y por eso me despedí de él. Yo tuve una conversación con él, nos dijimos las cosas en la cara, como debe ser, y me dijo que no me quería, me hizo saber que no estaba en sus planes, que él no me pidió y que nunca iba a tener chances de jugar en su equipo”, dijo, años después, el volante.
Al ser consultado por su paso por Ate, siempre se mostró muy apenado por lo que sucedió."Los hinchas siempre me brindaron su cariño, veía en las redes sociales ese apoyo, los pedidos para que juegue. Es lo único que puedo decirles. Eso nunca lo voy a olvidar". Los hinchas cremas se quedaron con ganas de ver jugar a quien estaba destinado a ser el próximo ‘10’ de Universitario. De hecho, fue justamente esa dorsal la que iba a lucir Leguizamón si le hubiera tocaba jugar.
¿QUIÉN ERA LEGUIZAMÓN?
Leguizamón inició su carrera como futbolista en Peñarol compartiendo camerino con Walter Pandiani, Cristian ‘Cebolla’ Rodríguez y el ‘Ruso’ Diego Pérez, equipo con el que disputó la Copa Libertadores 2004 y la Copa Sudamericana 2004. Justamente, fue con el famoso ‘Cebolla’ con quien mantiene una relación de amistad de años. Como se recuerda, este último brilló en clubes como el Atlético Madrid y fue una de las figuras de aquella selección uruguaya que fue cuarta en el Mundial de Sudáfrica 2010.
“Con él nos une una gran relación. Yo lo buscaba a su casa para ir a entrenar cuando ambos estábamos en la selección. Nos conocemos desde chicos”, señaló Leguizamón, quien se retiró en el 2017 jugando por Atlético Progreso, en una entrevista que dio para el programa uruguayo “Hacha y Tiza”.
El charrúa, en su momento, pudo ser rival de su amigo el ‘Cebolla’ en el clásico de la ciudad de Madrid. Al menos así lo expresó en una entrevista del 2016. “Cuando tenía 18 años, Real Madrid me quiso comprar y no se pudo dar, después tuve para irme al fútbol de Alemania y no se concretó. El América de México también estuvo interesado y no pude ir. Luego las ilusiones se perdieron totalmente”, contó.
Además, en dicho espacio periodístico en mención, reveló una afición que tenía desde época de jugador y a la que ahora le dedica más tiempo. “Tocaba el tambor a veces en las concentraciones pero lo hacía esporádicamente. Me gusta mucho la cumbia y ahora tocó el tambor los fines de semanas entre amigos”, confesó el uruguayo, quien, seis años después, sigue siendo recordado por el aficionado peruano. Aunque claro, no de la forma ideal.
Leguizamón fue un jugador más que interesante dentro en la cancha y eso está fuera de discusión, pero fuera de esta su carácter lo traicionó. Las malas actuaciones en el campo de juego se pueden borrar con goles y fútbol, sin embargo, a veces a las palabras jamás se las lleva el viento.
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