La última vez que Alianza Lima disfrutó a placer de un triunfo en la Copa Libertadores el volante Carlos Ascues era un púber patilargo de futuro promisorio y el ahora laureado Marcelo Gallardo, un técnico bisoño que se hacía de prestigio en el Nacional de Uruguay con un laureado Álvaro Recoba como referente. Aquella vez los íntimos vencieron en Lima 1-0 cortesía de un centro prodigioso de Johnnier Montaño y un frentazo salvaje de José Carlos Fernández. Ocho años después, frente al mismo rival, abrumado por la búsqueda de un estilo inubicable y una fallida adaptación al esquema del chileno Mario Salas, el cuadro íntimo se ha superado a sí mismo en el nocivo hábito al fracaso internacional: ya es el equipo con la peor racha sin victorias en la historia de la Copa Libertadores de América. Nada menos.
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Alianza Lima no es más la fiesta del pueblo. Tampoco es ese milagro que el hincha de a pie añora en silencio en medio de un año colapsado por la pandemia ni de un mes tan ceremonioso como lo es octubre, el mes de los milagros. El giro de timón de ciento ochenta grados que pensó el Fondo Blanquiazul ha terminado siendo de trecientos sesenta.
A la ya acostumbrada compilación de malos resultados a nivel continental se han sumado derrotas contundentes y victorias apáticas en el plano doméstico, un cóctel de letalidad que se fue aderezando con condimentos infalibles para marchitar la paciencia y la confianza del más insufrible de los hinchas: escándalos extradeportivos, ampays e indisciplinas. Y de postre, récords bochornosos para que no quede duda de que han tocado fondo.
Es así como no solo la expectativa deportiva se vino abajo, también la reputación de un plantel cuyos objetivos andaban muy por encima del promedio luego de un título nacional y dos subcampeonatos. En Alianza Lima se desplomó en meses aquel fecundo proyecto deportivo que a lo largo de tres temporadas se construyó con la solidez del papel mojado.
¿Quién tiene la culpa entonces de esta crisis deportiva? La interrogante resulta imprudente entre quienes gobiernan a uno de los dos clubes más representativos del fútbol peruano. La misma pregunta, por supuesto, encuentra eco y se amplifica con agresiva modulación en la voz del hincha. Y es que, obviamente, alguien debe asumir la responsabilidad de un papelón internacional y una calamitosa campaña en la Liga 1.
El salto al vacío de Bengoechea
“Los elogios debilitan, sobre todo cuando son exagerados”, reza una de las frases más célebres de Marcelo Bielsa y quizá sea una de las líneas menos consideradas en temporada de fichaje. En Alianza Lima no aprendieron de la lección dejada por Universitario de Deportes en el 2018 y ficharon de manera grandilocuente a figuras mediáticas que hoy lucen tal nivel de discreción que fastidia.
Y ojo, que al fichar a jugadores con antecedentes de indisciplina como Alexi Gómez, Jean Deza y Carlos Ascues no había que llevar un máster en futurología para advertir del riesgo descomunal que se aceptaba. Apenas un verano bastó para que la realidad dé cuenta de aquello que hasta el más ingenuo aficionado presentía: el dañino ruido por temas extra futbolísticos.
Pablo Bengoechea intuyó el desplome de resultados en marzo, apenas tres meses después de haber renovado su fe por el cuadro íntimo y tras continuos cuestionamientos, decidió dar un paso al costado. “Desde que inició el año hasta el 5 de marzo, no logré convencer al plantel de lo que quería. No quedó claro lo que se tiene que hacer en una institución tan grande”, sostuvo el entrenador uruguayo en su última conferencia de prensa en el cuadro victoriano. Luego, hizo maletas y se marchó. La advertencia era clara, sus palabras eran el tic tac de una bomba de tiempo.
Mario Salas gana solo una vez al mes
Parece broma, pero no. Desde que se reinició el fútbol, Alianza Lima ha logrado apenas una victoria por mes a razón del último trimestre. Esto, con el técnico Mario Salas a la cabeza. La estadística es dura, pero relata muy bien el rendimiento de un plantel que solamente en lo que va de octubre ya acumula 4 derrotas, un empate y una victoria entre Liga 1 y Copa.
Como ante Nacional, la fórmula de juego no se plasma aún de manera efectiva en el equipo de Alianza Lima. El perfil ofensivo se pierde en un nivel de contundencia mínimo. En el más reciente partido de Copa, de los cuatro jugadores en ataque solo resultó un remate directo. El volumen ofensivo no se nota, por el contrario, deja en evidente estado de shock al bloque defensivo ante la poca pericia del mediocampo para tapar los espacios, anticipar y recuperar con éxito. Ni juego directo, ni presión constante, ni precisión para salir jugando. El mensaje todavía no llega. Claro, quizá con sin la exigencia mayor del torneo internacional, el mensaje sea más fácil de aterrizar en la exclusividad de un torneo local de menor jerarquía.
Por ahora, el sueño de verano se ha convertido en pesadilla. Sin embargo, el discurso de Mario Salas es otro. “Mostramos cosas bastante buenas”, aseveró el entrenador tras la reciente derrota 2-0 ante Nacional de Uruguay en Montevideo. Hace un mes, tras perder con Racing apeló a elogiar características del amateurismo: “El compromiso y la voluntad de los jugadores fue extraordinario”, advirtió en ronda de prensa. “No veo una crisis y creemos que todas las cosas requieren tiempo. El tiempo nos tiene que dar la posibilidad de encarrilarnos y lograr los resultados que queremos, esperamos que sea pronto”, añadió el entrenador que volvió al país esperando repetir la exitosa campaña de 2018 que coronaría con un título nacional al mando de Sporting Cristal. Por ahora, está lejos.
¿El problema es el plantel?
Mario Salas asumió la conducción de un plantel construido por su antecesor y destruido por la necesidad y la obligación. Antes de su arribo a Lima le resolvieron contrato a Jean Deza. Luego, ya con el entrenador abordo, se cortó relación contractual con Federico Rodríguez, Adrián Balboa y Luis Aguiar (todos de perfil ofensivo). Además de los tres uruguayos se concretaría la venta de Aldair Fuentes. A contraparte, solo llegaba el delantero chileno Patricio Rubio.
Al discreto nivel que ya presentaban los referentes y habituales titulares se agudizaba la posibilidad de variantes al hacerse más corto el plantel. A ello hay que sumarle la casi pérdida de protagonismo de Alexi Gómez, confinado a la banca, y el poco valor utilitario del fallido fichaje del delantero colombiano Cristian Zúñiga. Ahora, a esta ecuación calamitosa le hacen falta dos situaciones previsibles: la poca continuidad de Alberto Rodríguez por lesión y la casi nula colaboración en el juego de Beto Da Silva, también por factores médicos.
Una de los mejores porteros de la temporada 2019 fue fichado para ser actualmente la tercera opción en el arco. Un esfuerzo innecesario que trae a la memoria el ostentoso fichaje de Pedro Gallese la temporada pasada, teniendo a un Leao Butrón incluso hoy, vigente. Con tantas trabas entonces, ¿es posible constituir un cuadro competitivo para un torneo corto como la Fase 2?
Por ahora, la crisis le ha abierto las puertas a interesantes prospectos como Gonzalo Sánchez, Oslimg Mora, Carlos Montoya y Kevin Ferreyra, pero es evidente que no alcanza.
Faltan referentes que se compren el pleito y den la cara. Jugadores con atribuciones innegables de liderazgo positivo, que respalden a los que aún no han cuajado, que sean ejemplo dentro y fuera de la cancha. Líderes que no se permitan exponer a un futbolista de 18 años frente a la prensa frente a una crisis de resultados.
La mirada del Fondo Blanquiazul
La precaria salud deportiva de Alianza Lima no admite dentro de la entidad un responsable directo. “El profesor Pablo Bengoechea armó el equipo con su gente de confianza, el Fondo todavía no entraba a tallar”, aclaró Fernando Farah, miembro del Fondo Blanquiazul, en Radio Ovación tras la tercera derrota consecutiva del equipo en la Liga 1. Faltaban entonces 48 horas para que Alianza Lima caiga 2-0 ante Nacional en Montevideo y alcance el récord de 23 partidos consecutivo sin ganar en la Copa Libertadores.
“Más allá de una o dos recomendaciones nuestras, no ha habido más que eso. El profesor Bengoechea los pidió, lo evaluaron, pasaron por nosotros, algún caso nos preocupó. Para nosotros el proyecto comenzó en marzo y se va a plasmar a partir del 2021”, añadió Farah como para que no queden dudas.
“Este equipo me hace soñar. Este año esperamos que Alianza sea campeón y pasar a la segunda fase de la Libertadores”, le dijo Diego Gonzáles-Posada, presidente del Fondo Blanquiazul, a El Comercio a mediados de febrero. Siete meses después, en una entrevista a diario Depor reafirmó su confianza en la labor de Mario Salas, aunque ya con mayor mesura.
Por lo pronto, el plantel de Alianza Lima tiene poco tiempo de preparación frente a la Fase 2 que ya empieza este lunes 26 de octubre ante Ayacucho FC. Será la penúltima oportunidad para reencontrarse con el triunfo en octubre. Y que pase al olvido esa frase popular que también da título a uno de los más célebres libros del escritor peruano Oswaldo Reynoso: “En octubre no hay milagros”.
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