El mundo actual, al que sobrevivimos día a día, está unido por un clic. Efecto de la revolución 2.0, le dicen. Pero nunca hemos sentido el dolor tan cerca como hoy mientras nos horrorizamos con los videos de cientos de afganos huyendo desesperadamente de su país, su tierra, su hogar, ante el despliegue de los talibanes que tomaron el control de Afganistán tras 20 años de guerra. Y a la par, las historias de violencia contra las mujeres comienzan a tomar más fuerza. En tiempos de lucha constante por la igualdad de géneros, miles de afganas temen por vida. Peor aún las que encontraron en el fútbol una herramienta para alcanzar sus derechos, empoderarse.
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“Se están escondiendo. La mayoría salió de sus casas para ir con sus familiares y esconderse porque sus vecinos saben que son jugadoras. Están sentadas, tienen miedo”, contó, en medio de lágrimas, a la agencia AP la exfutbolista afgana, Khalida Popal, quien integró la primera selección de fútbol femenino en 2007.
“Están sacando mujeres y niñas de sus casas”, advirtió Popal, que en 2011 tuvo que huir de Afganistán ante las constantes amenazas de muerte por ser el símbolo de los derechos de las mujeres afganas. “Después de 20 años, muestra que todo lo que se ha hecho en el país, con todos los internacionales viniendo al país, sucedió solo en la superficie. Se siente como si hubiera sido un espectáculo y el espectáculo terminó. Todos se fueron a casa y en el campo nos dejaron solas”, agregó.
El historial de los talibanes en materia de derechos de la mujer es perturbador. Inclusive hay un listado de 29 restricciones y maltratos que sufren las mujeres bajo el régimen del grupo fundamentalista islámico entre las que se les prohíbe usar cosméticos, estudiar, reír en voz alta, montar bicicleta, practicar deportes o entrar en cualquier centro o club deportivo.
La expulsión del poder de los talibanes, en 2001, generó oportunidades para las mujeres afganas en los negocios, el deporte y la educación. Las primeras mujeres olímpicas de Afganistán compitieron en los Juegos Olímpicos de Verano de 2004 en Atenas. Este año, en Tokio, el país fue representado por cinco deportistas: Fahim Anwari en natación, Farzad Mansouri en taekwondo, Mahdi Yovari en tiro, y Sha Noor Zahi y Kimia Yousofi (única mujer) en atletismo. Para los Juegos Paralímpicos 2020 que iniciará este 24 de agosto no participará nadie ante la imposibilidad de desplazarse hasta Japón dada la situación inestable que atraviesan.
Pese a ello, las 22 futbolistas que conforman el equipo nacional de mujeres viven en el extranjero. Tuvieron que salir por estar en constante peligro de muerte.
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¿Cómo nació el fútbol femenino en Afganistán?
Entre 1996 y 2001 se instauró el régimen talibán. En esos cinco años las mujeres fueron sometidas. Sin embargo, una red subterránea de hermandad femenina comenzó a expandirse por todo el territorio. Como cuenta la periodista española Mónica Bernabé en su libro “Afganistán”, los sótanos de las casas funcionaban como escuelas clandestinas para que profesoras enseñen a niñas. Algo que en ese tiempo era “ilegal” y si descubrían lo que estaba ocurriendo, la prisión para las estudiantes, maestras estaba asegurada. Pero también para los hombres que estaban al tanto de todo.
“[...] Profesoras que se habían quedado sin trabajo enseñaban a leer y escribir a un grupo reducido de alumnas, diez o doce. No más porque, si no, eso podía levantar sospechas. Aún así, se tomaban todo tipo de precauciones (...) Las alumnas entraban y salían del domicilio de dos en dos y en intervalos de cinco minutos y escondían sus cuadernos y libros debajo del vestido [...]”, escribe Bernabé.
Con el deporte pasaba igual. Las pocas mujeres que se animaban a practicar alguna actividad física -algo prohibido- lo hacían a escondidas, de una manera clandestina. Khalida Popal era una de ellas. Ella jugaba al fútbol con sus amigas en el patio de una casa con un par de reglas añadidas a las que conocemos actualmente: lo hacían en total silencio y no podían gritar los goles.
En 2007, ya con los talibanes derrotados, Popal empezó la revolución y fue una de las mayores impulsoras para la creación de una selección femenina. Su sueño estaba pronto a hacerse realidad. Un año más tarde se daría el primer partido del seleccionado afgano contra un equipo de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF): victoria 5-0. Se empezaba con el pie derecho.
Recién en 2010, dos años después, se llevó a cabo el primer partido oficial de ‘Las Leonas de Afganistán’ regulado por la FIFA. La derrota contundente (13-0 ante Nepal) fue lo de menos. El fútbol femenino seguía avanzando en el país medioriental. Era hora llevar la pasión por el deporte a todo el territorio. ¿Cómo? Creando una liga femenina.
La propia Mónica Bernané escribió una nota en el diario El Mundo de España, el 22 de noviembre de 2013, informando que se llevó a cabo por primera vez un torneo femenino doméstico en Afganistán. “De momento se trata de una competición muy modesta. Durará un mes y sólo participan equipos de Kabul -dieciséis en total-, pero el objetivo es que en el futuro abarque todo el país”, señalaba.
Mientras el fútbol femenino se generaba un espacio en el país y se hacía cada vez más visible, la selección femenina era reconocida en Europa. No por su nivel, sino por la historia que había detrás. Varios países del Viejo Continente las invitaron a entrenar en sus canchas y la empresa de origen alemán “Hummel” comenzó a elaborar la ropa del equipo (también del masculino). Con sede actual en Dinamarca, “Hummel” tuvo la brillante idea de agregarle una novedad original a la indumentaria de las mujeres: la camiseta venía con el hijab optativo incorporado.
‘Las Leonas de Afganistán’ consiguieron resultados muy importantes. En 2012 vencieron 4-0 a Pakistán por el Campeonato de la SAFF, un torneo a nivel de selecciones del sur de Asia. Pero el sueño se vio interrumpido por una pesadilla, aunque nunca frenó la lucha.
Una pesadilla que aún no acaba
No todo era color de rosa. Pero en medio de abusos, amedrentamientos y hasta amenazas, las mujeres afganas siempre pelearon. Uno de los momentos más significativos de esa rebelión lo protagonizó la selección de fútbol en 2018. Las futbolistas acusaron al presidente de la federación, algunos dirigentes e incluso miembros del cuerpo técnico de violación y abusos sexuales.
De forma anónima por miedo a represalias hacia sus familiares, las jugadores describieron testimonios atroces ante la comunidad internacional. El diario inglés “The Guardian”, tras una investigación, tuvo las declaraciones de distintas agraviadas que afirmaron que Kerammudin Karim, mandamás de la AFF (Federación Afgana de Fútbol) las violaba sistemáticamente.
Una futbolista relató que llegó al despacho de Karim para pedir una subvenciónpara pagarse los desplazamientos y éste la condujo hasta un cuarto e intentó abusar de ella para descubrir “si era o no lesbiana”. Ante su negativa, el hombre le propinó un golpe en la cara y la amenazó.
“La sangre me caía por la nariz y la boca. Siguió pegándome, caí sobre la cama y todo se volvió oscuro. Cuando desperté, mi ropa había desaparecido y había sangre por todas partes. Estaba temblando, no sabía qué me había ocurrido. La cama estaba cubierta de sangre, que salía de mi nariz, de mi boca y de mi vagina”. La jugadora amenazó con contárselo a los medios y entonces el tal Karim le puso una pistola en la cabeza. “¿Has visto lo que te he hecho? Puedo dispararte y tu cerebro quedará esparcido por todas partes. Y le puedo hacer lo mismo a tu familia”, contó al medio británico.
Otra jugadora contó que Karim intentó besarla en el cuello y en la boca y que, luego de que huyera, fue separada de la selección nacional acusada de ser lesbiana.
El escándalo trajo graves consecuencias. “Hummel” dejó de auspiciar a la AFF, la FIFA empezó a investigar y el propio presidente afgano declaró que irán hasta el fondo del caso. En junio de 2019, la FIFA encontró que el presidente de la federación era culpable y lo suspendió para siempre del cargo, aunque nunca purgó condena por el delito cometido.
La sanción fue mínima para Karim y las futbolistas no cesaron en sus denuncias. El mandamás no era el único, dicen, había una red que involucra a muchas más personas. Sin embargo, hasta ahora las jugadoras siguen reclamando justicia.
¿Qué está pasando ahora con el fútbol femenino?
La toma del poder de los talibanes ha atemorizado a las mujeres en Afganistán. Sobre todo a las que practican el fútbol. Pese a que hace unos días aseguraron haber relajado algunas reglas, ya se están dando señales de lo que puede ocurrir con el fútbol femenino.
La cuenta oficial de Twitter de la selección femenina fue eliminada. No existe más. Además, según nos cuenta el periodista venezolano Sergio Musella, “muchos funcionarios de la actual federación de fútbol han salido a la India y otros países pidiendo asilo. La razón es que seguro los matarán por haber permitido que las mujeres participen en el deporte”.
Mientras el mundo ve horrorizado cómo los talibanes se posicionan en Afganistán, las futbolistas afganas teman por su vida. Para ellas escoger un balón de fútbol es como una sentencia de muerte. Desde este lado del planeta, con ciertos privilegios del que ahora nos damos cuenta, solo nos queda rezar por ellas. El fútbol, femenino o masculino, o mejor dicho, el deporte en sí, pasa a un segundo plano cuando la vida de personas corre peligro.
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